COLUMNA INVITADA

Las almendritas saladas II

Un malo puede no ser “tan malo” mientras ayuda y colabora con las almendritas saladas

OPINIÓN

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Pedro Ángel Palou / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Hace ya tiempo en las páginas de El Heraldo estudiábamos a un selecto y exclusivo grupo, el Club de las Almendritas Saladas (CAS, por sus siglas en español, bautizadas así por Andrés Trapiello). Basan su fuerza, vale decir su cohesión, al poseer la Verdad (siempre con mayúsculas). No sólo lo saben todo, sino que de todo opinan en función de ese saber que les permite interpretar el universo siempre objetivamente. Para las almendritas saladas, además, la realidad no tiene matices. El mundo está dividido entre buenos y malos. Los buenos siempre son los mismos –ellas y ellos- y los malos cambian dependiendo de su capacidad de subvención a las actividades proselitistas del CAS.

Un malo puede no ser “tan malo” mientras ayuda y colabora con las almendritas saladas. Un grupo tan excluyente, por supuesto, nunca aceptará a un “medio malo” en sus filas, solo lo tolerará el tiempo que ese “medio bueno” puede colaborar con los fines siempre nobles de las almendritas saladas.

Las almendritas saladas siempre asumen la defensa de las causas más nobles, ya lo dije, las más insignes, las más importantes. Le dan voz a los sin voz, dicen ellas, las almendritas, aunque los sin voz no se los hayan pedido. En su afonía, piensan las almendritas, no tienen la fuerza y el coraje de escoger sus portavoces, por eso con mucha frecuencia las almendritas saladas se confunden con un grupo un poco mayor, los abajo firmantes (AF, por sus siglas en español).

Las almendritas saladas no van al cine comercial, sólo al cine “de arte”, nunca leen novedades, ni libros banales, detestan los “betsellers” aunque de pronto se dejan atrapar por los “betsellers cultos”, pedante definición que incluye los libros que la gente compra y nunca lee.

Las almendritas saladas no se juntan en el café para “matar el tiempo”. No, allí arreglan el mundo, clasifican nuevamente a los malos y los buenos y se dan una media hora para decidir esa semana quienes pueden no ser tan malos. Algún miembro del CAS visitará a uno de estos “no tan malos” para, en los días por venir, les otorgue apoyo incondicional a una de sus causas: la defensa de la marmota de seis bigotes en Alaska, la no incorporación a la globalización de una ignota tribu del Amazonas.

Las almendritas saladas nunca pagan la cuenta cuando un no tan malo las invita a discutir sus diferencias en un restaurante. Es el poder el que debe pagar por su corrupción, por eso piden los mejores vinos, las mejores carnes. “Y un digestivo, por favor” (las almendritas no pueden vivir sin esos licores porque todo en la vida los indigesta: la erupción posible del Popocatépetl, la falta de espacios verdes, la privatización de la universidad pública, los nuevos supermercados, la ruina del patrimonio histórico).

Las almendritas saladas no descansan, van al “espá” para des-estresarse de este mundo lleno de contaminación: visual, auditiva, táctil, oral… Allí, después de el último grito de la moda, lodo del báltico con restos de materia calcárea recuperan un poco la salud.

Las almendritas saladas no vacacionan, esa costumbre pequeñoburguesa tan pero tan demodé- Ellas escogen un lugar apartado del mundo, una reserva, un “hotelito desconocido” donde no hay televisión, ni cosas mundanas.

Las almendritas saladas no leen el periódico, porque eso es perder el tiempo. Pero exigen a “los medios masivos” que incluyan gratuitamente sus desplegados y que publiquen sus columnas y artículos. Ahora se comunican en Instagram. Facebook es tan pre-pandemia.

Las almendritas saladas son camaleónicas. Depende de la década han sido trostkistas, maoístas, han sido demócratas, han apoyado el sexenio del “cambio”, odian el regreso del “dinosaurio”, pero detestan el estado lamentable de “la izquierda” que los cobijó por tanto tiempo. Horrorizadas por el espectáculo político de nuestros días votan a la derecha, les parece más progre hoy día, sólo porque así pueden permanecer igual.

Las almendritas saladas han empezado a “estudiar fotografía” (una almendrita, por definición jamás se compra sólo una cámara, o una bicicleta, o una pelota de tenis, no: inicia su trayectoria en ese deporte, u oficio, porque las alemendritas NUNCA tienen hobbies).

Las almendritas, tienen siempre un filósofo de cabecera. Las almendritas saladas son tan importantes, porque sin ellas no entenderíamos nada.

POR PEDRO ÁNGEL PALOU
COLABORADOR
@PEDROPALOU

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