MIRANDO AL OTRO LADO

Cuba la convulsa

El Presidente de Cuba, Miguel Díaz Canel, se equivocó. Cuando salió al aire la primera vez para expresar su posición ante la enorme movilización de compatriotas

OPINIÓN

·
Ricardo Pascoe Pierce / Mirando al otro lado / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El Presidente de Cuba, Miguel Díaz Canel, se equivocó. Cuando salió al aire la primera vez para expresar su posición ante la enorme movilización de compatriotas que salieron a protestar contra su gobierno, tuvo la reacción de un tirano. Llamó a sus fieles a salir a enfrentarse a los manifestantes pacíficos que, como en casi cualquier país civilizado del mundo, habrían sido tolerados por hacer uso normal de sus libertades democráticas. Convocó a la guerra civil, y luego mandó a la policía civil y política a reprimir a cubanas y cubanos, selectivamente y después a todo aquel que osara criticar al régimen.

El error de Díaz Canel no fue solamente que llamó públicamente a la represión (en todo caso eso se hace privadamente, hay que tener un poquito de pudor) sino que, además, mostró pocos reflejos de cautela y reflexión ante una situación que obviamente lo tomó por sorpresa, a él y a todo el aparato de inteligencia cubana.

El parecido entre el comunista Díaz Canel y el derechista presidente chileno Piñera es asombroso. Ante manifestaciones y críticas de la sociedad, convocan a la represión. ¿Será que sus dos sombras-Fidel y Pinochet-no eran tan distintas?

Llama la atención la comparación entre Cuba y Chile, porque no podemos olvidar la dialéctica de los procesos político-sociales en América Latina. En Chile el conflicto empezó con la subida del precio del boleto del Metro en Santiago. Se fue escalando el conflicto y se sumaron otros reclamos sociales de pensionistas, jubilados, médicos, estudiantes hasta que llegó a donde están hoy los chilenos: transformando su Constitución. ¿Cómo llegaron del boleto del Metro a la Constitución? Esa es la dialéctica de conflicto social en toda América Latina.

Cuba no se escapa de estos procesos. Se escuchó la misma dialéctica en voz de los manifestantes en toda la isla a través de las redes sociales. Las demandas variadas responden, en un primer momento, a las quejas sobre las penurias que viven los cubanos a diario. Todo está hecho un cóctel explosivo. Primero están las demandas de más atención médica por el crecimiento de afectaciones de Coronavirus. A veces no hay jeringas para aplicar vacunas, incluso cuando hay vacunas listas para ser aplicadas. Después se protesta por los apagones de energía eléctrica que están ocurriendo en todo el país. La falta de energía eléctrica se resiente adicionalmente por el calor de verano. Ese es un asunto de los dioses.

La ausencia de transporte público suficiente se hace presente ante la carestía de combustibles necesarios, tanto por la crisis en Venezuela como por el encarecimiento de sus precios. Todo esto se convierte en la falta de abastecimiento suficiente de alimentos para las casas de los cubanos en todos los rincones del país. El descontento con un gobierno incapaz de resolver estos problemas ancestrales lleva a la gente a salir de las calles.

Y ante la percepción, en una movilización airada de ciudadanos, de que hay una colectividad enorme que comparte la misma situación y la misma opinión, surge lo inevitable. Los gritos por la libertad. Asi, las demandas sociales se convierten en políticas: libertad, Patria y Vida. Y del grito por la libertad viene la lógica, inevitable, exigencia de cambio de régimen.

Esa es la dialéctica que hoy se vive en Cuba. Y están en directa confrontación dos revoluciones. Por un lado, la revolución cubana, que se sostiene con la fe de que una sola idea, una única opción es lo que se requiere para sobrevivir en el mundo. Y por otro lado está la otra revolución, la tecnológica, cuyos instrumentos ofrecen una amplia gama de opciones, ideas, confrontaciones y opiniones. La revolución tecnológica rompe el paradigma del pensamiento único al ofrecer un mundo de diversidad. La revolución tecnológica en Cuba es, curiosamente, una expresión de democracia, cuando en otras latitudes es vista como lo contrario.

No sorprende que una de las primeras medidas de la revolución cubana fuera cortar los tentáculos de la revolución tecnológica en su desesperado intento por recuperar el control de la situación interna del país. Se cortó el internet y la telefonía celular con el propósito de eliminar la posibilidad de la comunicación entre cubanos.

Pero será una medida temporal e inútil. Incluso servirá para enervar aún más los nervios crispados de los jóvenes, que son el motor del movimiento.

Será temporal el apagón tecnológico porque si la economía cubana pretende ser viable no puede funcionar sin internet. En general, la sociedad no puede vivir sin internet. El régimen vive el dilema de existir en el mundo real o seguir en la oscuridad de las catacumbas.Y la sociedad ya disfrutó de las delicias del edén y solaz que es tener acceso a internet, y lo exige. En esto, Cuba no se parece en nada a Corea del Norte. Por tanto, es una apuesta segura que la revolución tecnológica volverá a ser parte de la vida cotidiana, hasta donde lo es, de la sociedad cubana=.

El segundo factor son los jóvenes. Se asomó la cabeza de una generación de cubanos que no cree en la revolución ni en su retórica. Que el régimen culpe, en voz del Presidente, al intervencionismo de Washington como gatillo de las manifestaciones, les entra por un oído y sale por el otro. Solamente los acólitos del partido creen ese cuento, y eso porque les conviene materialmente. El bloqueo estadounidense existe y debe levantarse, ya. Pero los jóvenes ven al gobierno cubano como el principal responsable de sus penurias, carencias y falta de libertades, no al estadounidense. Y, singularmente, y a diferencia de sus padres, no piden visas para salir de la isla. Piden libertad para transformar su forma de gobierno. Quieren vivir en su país.

En vez de su insulsa repetición de la retórica del gobierno cubano, el mexicano debiera ser un factor que ayude a Cuba a avanzar en su transformación democrática. Si México es un verdadero amigo de Cuba, ayudaría a crear las condiciones de diálogo y concertación entre las partes de la sociedad cubana en conflicto. Desprendo de mi experiencia en la isla la percepción de que una mayoría de cubanos quieren algún tipo de cambio, tendiente a la apertura de la sociedad y de sus prácticas políticas. México debería acompañar ese proceso, en vez de ser, como lo expresa nuestra política exterior (¿o nuestra política de ocurrencias ante acontecimientos exteriores?), un elemento que prolongue la agonía de un régimen incuestionablemente fracasado. Agonía que comparten tanto el gobierno como, y muy especialmente, el pueblo cubano.

Porque el cambio viene en Cuba, motorizado por una nueva generación de cubanos que creen en Cuba mas no en su gobierno ni en la revolución. 

POR RICARDO PASCOE PIERCE
RICARDOPASCOE@HOTMAIL.COM
@RPASCOEP

MAAZ