COLUMNA INVITADA

Una mancha que tardará en sanar

De finales del siglo diecinueve hasta las últimas décadas del veinte operó en Canadá un sistema de escuelas operado en conjunto por el gobierno y varias iglesias cristianas, en la cual tuvo mayor relevancia la católica

OPINIÓN

·
Ignacio Anaya Minjarez / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

De finales del siglo diecinueve hasta las últimas décadas del veinte operó en Canadá un sistema de escuelas operado en conjunto por el gobierno y varias iglesias cristianas, en la cual tuvo mayor relevancia la católica. El objetivo era educar a las y los niños nativos para que pudieran asimilarse al estilo de vida occidental. Era un proceso propio del colonialismo que buscaba “civilizar” a esa población.

El enorme impacto que tuvo la la colonización en América a partir del siglo XVI es un elemento al que poco se le puede negar, ya sea desde los criterios de valor o morales que le sean aplicadas a su observación. Existe una gran cantidad de fuentes primarias, libros e investigaciones que dan cuenta de ello.

Dicho lo anterior, las recientes noticias sobre los descubrimientos de restos humanos pertenecientes a niñas y niños de los pueblos
originarios de Canadá en las escuelas residenciales de dicho país abren un nuevo episodio en la historia del colonialismo en América.

De finales del siglo diecinueve hasta las últimas décadas del veinte operó en Canadá un sistema de escuelas operado en conjunto por el gobierno y varias iglesias cristianas, en las cuales tuvo una importante relevancia la católica. El objetivo era educar a las y los niños nativos para que pudieran asimilarse al estilo de vida occidental. Era un proceso que buscaba “civilizar” a esa población.

Familias enteras fueron separadas por largos periodos de tiempo y distancias grandes. Miles de pequeños nunca regresaron a sus hogares y sus padres jamás supieron sus paraderos. El cabello era cortado, la ropa tradicional cambiada por un uniforme y sus
nombres originales fueron borrados, en lugar de ello se les asignó un número y un nombre occidental. Según fuentes, los alumnos podían ser severamente castigados por hablar en su propia lengua.

La Comisión de la Verdad y Reconciliación de Canadá, encargada desde el 2008 en recopilar los testimonios e impacto de dicho sistema, ha catalogado a tal práctica como un genocidio cultural, una acción consciente por parte del gobierno y las iglesias cristianas por terminar con el estilo de vida de los pueblos originarios mediante su asimilación a la sociedad canadiense. Sus efectos siguen presentes en las comunidades, ya que los traumas colectivos no son elementos fáciles de vencer.

Ahora está en el foco rojo la Iglesia Católica porque, en la medida en que se sigan encontrando más restos de niñas y niños que murieron internados en sus escuelas, se recuerda su rol como una de las la principales instituciones que administró tales centro de
educación.

Tampoco es que haya negado su participación, desde los noventa distintas figuras y líderes religiosos, incluido el papa Benedicto XVI, han expresado disculpas y lamentaciones por su involucramiento en dicho sistema. De la misma manera por parte del gobierno canadiense. No obstante, la cuestión recae en que los efectos de tales abusos cometidos, de la erradicación de tradiciones y de las muertes siguen ahí presentes.

Entonces, ¿qué procede? Es algo bueno que haya reconocimiento, pero no es suficiente, tiene que haber justicia donde se pueda y mayores acciones que de verdad indiquen una sanación en aquellos grupos afectados.

POR IGNACIO ANAYA MINJAREZ

@IGNACIOANAY

MAAZ