PANORAMA INTERNACIONAL ANÁHUAC

El Cisne Verde

Profesor de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México

OPINIÓN

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Santiago Fernández Sordo / Panorama Internacional Anáhuac / Opinión El Heraldo de México Créditos: Foto: Especial

En el mundo occidental del siglo XVI existía la convicción de que todos los cisnes del mundo eran blancos. El razonamiento para llegar a esa conclusión era sencillo. Como todos los registros sobre cisnes que existían en ese tiempo reportaban que estos animales, sin excepción, tenían plumas blancas y no de otro color, se presumía que el cisne era, por definición, blanco. 

La creencia estaba tan arraigada, que incluso se acuñó entre la sociedad londinense la frase “cisne negro” para hacer referencia a lo imposible o improbable. 

Cien años después, un explorador holandés de nombre Willem de Vlamingh, descubrió cisnes negros en Australia, y el cisne negro se convirtió en una analogía para resaltar que, incluso aquello que consideramos imposible o improbable, de acuerdo a nuestra experiencia, puede ser posible y transformar nuestro mundo.

Recientemente, el estadístico libanés, Nassim Nicholas Taleb, ha utilizado y popularizado la frase “cisne negro” para referirse a un evento atípico, fuera de las expectativas y cuya existencia no puede inducirse de eventos en el pasado, pero que puede tener efectos importantes en la economía o en el sistema financiero. 

El cambio climático, sin duda, podría entrar dentro de esta clasificación. 

El Banco de Pagos Internacionales ha adoptado el concepto de Taleb para referirse a los riesgos económicos y financieros del cambio climático y los ha rebautizado como “riesgos de cisne verde”. La intención del Banco es empezar a integrar el análisis de riesgos relacionados con el cambio climático al marco utilizado por los bancos centrales y gobiernos para garantizar estabilidad financiera y económica a nivel mundial.

Pero el reto es muy grande. No existe un referente en la historia que nos permita dimensionar las consecuencias del cambio climático; y los modelos económicos y climatológicos no pueden anticipar de manera precisa la forma en que los riesgos podrían materializarse. Esto deja a la economía global y al sistema financiero vulnerable: ciclones, incendios forestales, sequías o inundaciones pueden afectar a industrias como la aseguradora, desaparecer actividades económicas y empleos o incluso colapsar al sistema bancario (a través de impagos en las redes de crédito).

Para ilustrar nuestra limitada capacidad de afrontar eventos de “cisne verde”, basta con decir que ni siquiera contamos con bases de datos que nos aclaren las condiciones geográficas de las cadenas productivas o de valor a nivel global. Es decir, que aun conociendo cuáles regiones geográficas podrían ser las más afectadas por un incremento en la temperatura de la tierra, no tenemos la información suficiente para medir el impacto económico que implicaría. Más aún, entre economistas, domina la indiferencia y se subestiman las consecuencias. Una circunstancia que debe cambiar pronto.

POR SANTIAGO FERNÁNDEZ SORDO

PROFESOR DE LA FACULTAD DE ESTUDIOS GLOBALES, UNIVERSIDAD ANÁHUAC MÉXICO

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