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La oposición tendrá que generar una narrativa aspiracionista que sea mas poderosa y atractiva que estirar la mano

OPINIÓN

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Alejandro Echegaray / Campus / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El más reciente reservorio de frustraciones presidenciales es la clase media, a quien se le ha tildado de “aspiracionista”, manipulable y culpable del antisemitismo y xenofobia que prevalecieron durante la Segunda Guerra Mundial. Les faltó achacarle el genocidio de trabajadores chinos, en el norte del país, a inicios del siglo pasado. 

Ya no son la oligarquía y el ejército los grandes enemigos del proyecto obradorista. Ahora su antipatía se dirige al segmento poblacional que lo llevó al poder en 2018, no sólo por un complejo personal, sino porque le atribuye el descalabro en la Ciudad de México y la complicación de la sucesión presidencial en 2024.

Existen diferentes criterios para determinar si alguien pertenece a la clase media, como el ingreso, la educación y el empleo.

La clase media se puede determinar en términos culturales o por sus patrones de consumo. Pero a la clase media se le puede medir también de acuerdo con sus aspiraciones.

Los clasemedieros y aquellos que desean convertirse en uno tienen aspiraciones comunes. Desean estabilidad económica y capacidad de planeación para endeudarse con la certeza de que cumplirán con sus obligaciones crediticias.

Ambicionan comprar una casa y un coche, mandar a sus hijos a una escuela donde puedan obtener una educación de calidad. Pretenden  tener la capacidad de adquirir un seguro médico y tener acceso a buenos servicios de salud. Aspiran vacacionar, volar en avión y asistir al cine.

Las familias clasemedieras planean a largo plazo, saben que para cumplir con sus objetivos tienen que trabajar duro, ser disciplinados en los gastos y ahorrar para el futuro.

Esto tiene que ver más con una mentalidad y un sentido de pertenencia que con niveles de ingreso, grados de estudio, el balance de una cuenta de banco o un empleo. Este estilo de vida está relacionado intrínsecamente con el Sueño Mexicano: tener una casa, enviar a tus hijos a la universidad, ahorrar para el retiro.

La oposición para erradicar el populismo en México tendrá que bordar alrededor de este sueño mexicano. Tendrá que generar una narrativa aspiracionista que sea mas poderosa y atractiva que estirar la mano y recibir alguna dádiva.

La narrativa de que el Estado no debe de ser un lastre para el desarrollo de los individuos y que su único papel es proveer un ambiente seguro, libre de violencia y nivelar el terreno para que los individuos puedan desarrollarse por su esfuerzo, capacidades y aspiraciones.

En los últimos 36 años, las políticas liberales trajeron beneficios ineluctables: la esperanza de vida aumentó de casi 68 años a más de 77; la escolaridad promedio se duplicó al pasar de 5 a 10 años; la proporción de mexicanos por debajo de la línea internacional de la pobreza pasó de 8.1% a 2.5%; el ingreso per cápita se multiplicó más de cuatro veces al pasar de 2,000 a 8,900 dólares.

La oposición no tiene que inventar el hilo negro, la erradicación de la pobreza con base en la generación de empleo, la seguridad, la contención de la autarquía narco-populista  y la estabilidad macroeconómica son elementos suficientemente atractivos para convencer a amplios sectores de la población que hoy son asediados por los gobiernos morenistas.

POR ALEJANDRO ECHEGARAY
POLITÓLOGO
@AECHEGARAY1

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