EL DEDO EN LA LLAGA

Sembrar sin destruir

La sustitución arbolaria arbitraria constituye un círculo vicioso que atenta contra el medio ambiente

OPINIÓN

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Adriana Delgado Ruiz / El dedo en la llaga / Opinión El Heraldo de México Créditos: Foto: Especial

Un campesino en Jilotepec tala los árboles de su terreno. Sabe que el lugar no es apto para la siembra dado que es rocoso, pero es la manera que encontró para traer a su familia algo de sustento. Si siembra nuevos árboles mediante el programa Sembrando Vida, obtendrá un pago de 4 mil 500 pesos mensuales, que son un verdadero salvavidas.

El problema es que esa práctica hace el círculo vicioso cada vez más grande: menos árboles hacen que haya menos lluvia, lo que significa sequías más severas y más pérdidas de bosques responsables de convertir el dióxido de carbono que producimos en oxígeno. Eso, además de que los mantos acuíferos no se recargan, hay que perforar pozos mucho más profundos a 250 metros o más, y la presa del lugar está cada vez más seca y contaminada.

Esta escena se repite en Veracruz, Guerrero, Campeche, Quintana Roo... Tala de miles de árboles para sembrar nuevos, lo que termina siendo un sinsentido. No es la idea original. Las reglas del programa establecen que las parcelas beneficiarias deben ser tierras ociosas o abandonadas, estar en condiciones de potrero o acahual bajo, o tener cultivo de milpa. Pero en la realidad aparece el descontrol.

Según un estudio del World Resources Institute “el análisis de pérdidas de coberturas forestales de 2019 en los municipios donde se implementó SV asignó al programa una pérdida de 72 mil 830 hectáreas de cobertura forestal”. El documento detalla que esas pérdidas forestales suceden en 11.25 por ciento del total de parcelas beneficiadas por Sembrando Vida para 2019. La iniciativa Global Forest Watch monitorea mediante los mapas e imágenes satelitales de Google la pérdida forestal.

Como tal, Sembrando Vida no es una mala idea y claramente no fue diseñado para ocasionar esos efectos. Su objetivo primario es que el cultivo de árboles frutales y maderables termine siendo una actividad que a la larga sea un ingreso para las familias en un entorno sustentable.

A la buena intención hay que sumar capacitación, mucha supervisión y el impulso de una conciencia clara de lo muy malo que es incurrir en prácticas que terminen dañando todavía más el bienestar a futuro de todos.

A eso hay que agregar mucha innovación. Más allá de su explotación comercial, los árboles también son una gran herramienta para la ingeniería climática que está desarrollándose internacionalmente para reducir los altos niveles de dióxido de carbono en la atmósfera.

La idea debe extenderse al ámbito de la producción de alimentos. En el 42 periodo de sesiones de la FAO, se hizo patente que crear y descubrir novedades y adelantos es una tarea de la sociedad y la empresa, pero fomentarla y crear condiciones para su desarrollo es papel del Estado.

Una idea de vanguardia sería crear un programa de política pública que aborde globalmente toda la actividad rural a fin de encausarla en una visión clara de bienestar y sustentabilidad ambiental.

POR ADRIANA DELGADO RUIZ
@ADRIDELGADORUIZ

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