MALOS MODOS

Élmer Mendoza vuelve a las andadas

Si hay un policía digno del nombre es Édgar el Zurdo Mendieta, el detective que hace ya seis libros y casi un decenio y medio nos trajo Élmer Mendoza

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Que un hombre que pasa de los 80 te pida que pero ya, rápido, porque literalmente se muere, encuentres a ese amor que un día hace ya muchos años se metió a su casa por la ventana, literalmente, y luego, sin más, tiempo después, desapareció, tiene que ser irresistible si eres un policía digno del nombre.

A ciertos misterios no se les dice que no. Y si hay un policía digno del nombre es Édgar el Zurdo Mendieta, el detective que hace ya seis libros y casi un decenio y medio nos trajo Élmer Mendoza, y que, con el permiso de Belascoarán Shayne, el personaje de Paco Ignacio Taibo II, es el investigador de investigadores de la literatura mexicana.

Porque no es poco lo que le debemos al Zurdo. Primero, le debemos una mirada heterodoxa, campechana, cínica, amorosa y fritanguera a su ciudad. Era obligado. La literatura policiaca es una literatura sobre ciudades: Los Ángeles con James Ellroy, Barcelona con el Pepe Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán, La Habana con el desencantado Conde, en los libros de Leonardo Padura. Pero Mendieta es de Culiacán, y eso lo hace especial.

El Culiacán del Zurdo, o sea el de los narcos; el de los policías corruptos que luego no son solo corruptos; el de los criminales deslenguados y carrilleros y el de la comida buenísima, es una ciudad única por contradictoria: violenta, fea, simpática, gozosa, desmedida.

Contradictoria, hay que decir, como Mendieta, nuestro Virgilio por esos infiernos. El Zurdo es un personaje de novela negra a cabalidad: amigo de mafiosos, propenso a las adicciones, de respuesta rápida y mordaz, tiene también una médula ética, un centro de decencia que es el que lo hace entrañable, ese centro que lo hace un buen amigo y a veces capaz del heroísmo. La verdad, uno lo entiende.

Probablemente esa, la contradictoria, es la única forma de ser un buen policía en la bronquísima Sinaloa. Y no solo ahí. La novela negra es también un retrato de época, cuando es buena: nació para retratar la Gran Depresión en los Estados Unidos, y nos ha servido para asomarnos a la decadencia del socialismo cubano (disculparán el pleonasmo) o a la transición española.

Con Mendieta, a través de Culiacán, lo que vemos es al despiadado México del siglo XXI, ese en el que las fronteras entre la política, el crimen organizado y el mundo empresarial se borran con demasiada frecuencia.

En Ella entró por la ventana del baño (Alfaguara), nos encontramos de hecho con un México muy familiar, muy de hoy. Porque más allá del misterio de esa pelirroja inapresable, lo que enfrenta Mendieta es un Culiacán sitiado por el crimen, un Culiacán de gángsteres armados hasta los dientes y dueños de la ciudad, que huele a guerra. ¿Les suena? Pues sí. El Zurdo está, como siempre, al tiro, muy en el presente. Otra manera de decir que el que está al tiro es Élmer Mendoza.

POR JULIO PATÁN

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@JULIOPATAN09

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