COLUMNA INVITADA

¡Quieto AMLO!

Muchos años antes de que fuera elegido presidente, sabíamos que su oficio sería resultado de un mal arrendamiento

OPINIÓN

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Paz Fernández Cueto/ Colaboradora/ Opinión El Heraldo de México Créditos: Foto: Especial

Según el trato ecuestre que aprendí de niña, y que más de una vez en la vida me ha sido útil implementar, los resultados de las elecciones del domingo pasado se tradujeron en un buen bajón de rienda para Amlo, un tirón fuerte como el que se le da a la boca del caballo para que baje la cabeza y la recoja en su lugar. Montar un caballo que cabecea es de lo más incómodo, hace falta sujetar el cuello al pecho con un cabezal porque, además de molesto, resulta peligroso: el jinete puede recibir un fuerte cabezazo cuando menos lo piense.  

Que el caballo cabecee, depende de la buena o mala mano de quien lo haya hecho a la rienda, aunque tiene que ver también con la nobleza o testarudez del animal. Algunos que resultan pajareros de nacencia no tienen remedio; podría ser también falta de trabajo y que el caballo estuviera sobrado, lo único que haría falta en ese caso es trabajarlo y, si acaso, unos buenos cuartazos. Cuando es el miedo del jinete lo que huele el animal, cuando percibe debilidad, falta de firmeza o de experiencia, es cuando el penco suele abusar, a no ser que sea demasiado noble. Al caballo hay que llevarlo a la mano, solía decir mi papá, sentir su boca con la rienda para percibir su brío, disposición y estado de ánimo: “ni jalarle demasiado la rienda porque se te puede venir encima y te mata, ni soltársela demasiado porque se te desboca y quién sabe dónde vayan los dos a parar”.

Todo esto se me vino a la cabeza a propósito de las elecciones del domingo pasado que despertaron tanta expectativa entre los ciudadanos, aunado a la depresión colectiva que se vivía, ante el comportamiento desconcertante de Amlo, que cada día sale con nuevas sorpresas. Ciertamente nos hubiera gustado que el jalón de boca del domingo hubiera sido más fuerte, un bajón de rienda más enérgico del que finalmente resultó, aunque haber recibido 14 millones menos de votos que en el 2018, haber perdido el bastión de la ciudad de México y no haber alcanzado la mayoría calificada, puede hacer la diferencia en estos tres años que todavía quedan del sexenio. De algo sirvió.

Los ciudadanos salieron a votar en proporciones mayores que cualesquiera delas elecciones intermedias precedentes porque había preocupación. Sentíamos a AMLO muy sobrado de boca en sus mañaneras, le percibíamos engreído en su discurso, intolerante y sínico, a la vez que no dejaba de cabecear fastidiando, a diestra y siniestra, a quienes no estuvieran dispuestos a cabrestear a su antojo. Muchos años antes de que fuera elegido presidente, sabíamos que su oficio sería resultado de un mal arrendamiento. La noble ambición que en un principio despertara en él una justa rebeldía de luchar contra la injusticia, de acortar la distancia entre ricos y pobres, de dar mayores oportunidades a quienes menos tienen etc.., se fue alimentando de resentimiento y odio social. Recibió entrenamiento en la escuela política de quienes hoy condena, la ambición atrajo a su partido a las huestes que antes repudiaba al amparo de perversas ideologías que manipulan la verdad y el bien de acuerdo a la conveniencia. Ni el consenso, ni la consulta popular, ni el plebiscito maniobrado al antojo, pueden ocupar el lugar de la verdad.

La política es justa solamente cuando promueve la libertad y el respeto hacia todos, no solo a los del mismo partido. El que gobierna es buen gobernante cuando no se siente fuente de la verdad, cuando abriéndose a la escucha de los demás se guía por la razón, no por el capricho, cuando comprende que su papel no es el de redentor que ha venido a traer la felicidad a la humanidad, ni a convertir el mundo en un paraíso, porque además no es capaz de hacerlo. Por eso cuando traspasa sus límites queriendo ser dios, se convierte en un tirano despreciable. La tarea de quien funge como presidente de una nación no como presidente de un partido político, es mantener la convivencia humana en orden, crear un equilibrio entre libertad y bien que permita a cada uno llevar una vida humana digna.

A pesar de que, nos consta, no faltó la compra del voto para amainar el hambre de quienes padece necesidad, me alegra muchísimo este bajón de rienda que el pueblo de México, buen jinete, superando el miedo y el engaño fue capaz de darle a Amlo. Hoy por hoy se salva la democracia a pesar de la mala rienda, pero no nos podemos descuidar.

POR PAZ FERNÁNDEZ CUETO
PAZ@FERNANDEZCUETO.COM

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