COLUMNA INVITADA

Los Abuelos

El abuelo suele ser muy especial. Una mezcla de fortaleza, ternura, tiempos compartidos y dedicados, amor, aventuras, complicidades

OPINIÓN

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Laura Elena Gerdingh / Colaboradora / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El abuelo suele ser muy especial. Una mezcla de fortaleza, ternura, tiempos compartidos y dedicados, amor, aventuras, complicidades. En mi caso tenía un pequeño ritual. En su casa había un jardín interior debajo de las escaleras. Y había ahí una pequeña jaula con un pajarito que al darle cuerda cantaba.

En cuanto entrábamos lo hacía sonar y nosotros debíamos buscar huevitos de chocolate por el jardín. De esos que están cubiertos de dulce blanco. Cada vez que los veo pienso en mi abuelito, supongo que a todos nos pasa algo similar. Hay algo que nos recuerda a nuestros abuelos.

Cuando tenía como 17 años platiqué en su casa que quería ganar dinero y que buscaría trabajo para el verano. Entonces empecé a ver el periódico de mi abuelito abierto en la sección de clasificados con un marcador junto, pero nada estaba circulado. Durante varios días estuvo buscando un empleo adecuado para mi. Obviamente no sintió que ninguno lo fuera. Entonces decidió contratarme él. 

Durante ese verano fui su chofer. Agradezco y aquilato todos los momentos que compartimos. Recuerdo llegar a casa de los abuelos paternos de mis hijas cuando eran pequeñas. Yo era muy cuidadosa con su alimentación. Su abuelo siempre les tenía dulces y chocolates. Y traviesamente ellas le pedían y él se los daba.

Me podía encantar que tuvieran esa complicidad. Que su abuelo las consintiera y que les permitiera lo que en mi casa era inaceptable. Recuerdo que en Navidad inundaba la sala de regalos y mas regalos, quería darles el mundo entero.

¿Qué quieres mihijita? Solía preguntarles. En esas palabras se podía leer entre líneas su deseo de cumplirles todos sus anhelos. Las hacía sentir queridas y especiales siempre, si notaba que se derretía por ellas, con su mirad, su actitud amorosa y con sus acciones.

El problema con los abuelos es que un día empiezan a estar cansados y débiles. De pronto algunos movimientos empiezan a costarles mucho trabajo. El día menos esperado ya no pueden hacer todo lo que solían hacer. Se vuelven, poco a poco, cada vez mas frágiles. Ser testigos del paso del tiempo por su cuerpo es desconcertante y doloroso. Así ayer mis hijas llamaron por teléfono a su abuelo.

Llevaba varios días sintiéndose mal. Ambas se quedaron preocupadas. “Se oye muy cansado mami.” Me dijeron consternadas. “ Se le barren las palabras.” repetían una y otra vez. “Se escucha muy débil.” Concluyeron verdaderamente tristes. “Quedamos con mi papá de ir mañana por la tarde a visitarlo.” Me contaron.

Hoy que su papá llegó a las 7:00 am a mi casa supieron que sus temores se habían cumplido. Sin preguntar nada se abrazaron a su papá y lloraron los tres tan dolorosa pérdida. La muerte de un abuelo marca. Están conscientes de cuánto lo van a extrañar. Pero además muchas veces es la primera muerte cercana a la que se enfrentan los niños o adolescentes.

Esto es muy impactante, pues reflexionan que la gente se muere…. Eso les podría pasar también a sus papás, a ellos? Muchas veces aparece la angustia. Sentadas en el sillón a cada lado de su papá recargando sus cabezas en cada hombro, él les contó que el abuelo, Bibi, como lo bautizó mi hija mayor, estaba muy contento de que le llamaron por teléfono. Se que él las adoraba y ellas a él.

Pau me dijo “que bueno que la última vez que lo vi pasé mucho tiempo con él. Fue un gran abuelo, no tengo ningún mal recuerdo con él.” Sé que agradecen y aquilatan los momentos que vivieron con él.

POR LAURA ELENA GERDINGH
Psicoterapeuta/Speaker
@LGERDINGH

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