ANÁLISIS

Participar con el voto, comprometerse con la vida

La democracia sólo existe en la mente y en el corazón de los demócratas; todo lo demás depende de ello

OPINIÓN

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Rodrigo Guerra / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Hace 10 años, en 2011, murió Vaclav Havel. Tras ser acusado de sedición y condenado a prisión en 1979 por el gobierno comunista de Checoslovaquia, obtuvo su libertad en 1984. Se convirtió en el líder del grupo opositor Foro Cívico, defendió los derechos humanos y la democracia, hasta que el 29 de diciembre de 1989, la Asamblea lo eligió Presidente. “No nos equivoquemos: el mejor gobierno del mundo, el mejor parlamento y el mejor presidente no pueden lograr mucho por sí solos. Sería igual de erróneo esperar un remedio general que tan sólo procediera de ellos. La libertad y la democracia implican la participación y, por tanto, la responsabilidad de todos nosotros”.

Las alternancias de partido en el poder no bastan. Lo importante es que, tras el resultado de las elecciones, todos participemos democráticamente en la definición del rumbo que es preciso seguir. Con participación, el autoritarismo encuentra límites y el afán de poder tiende a moderarse. Sin participación social constante, los gobernantes tienden a autolegitimarse en el poder, al grado que, más pronto que tarde, las ideas de que son indispensables, de que son la encarnación del “pueblo”, tienden a conquistar más y más su conciencia y sus afectos.

En México tenemos un proceso electoral en puerta. ¿Lograremos que la participación sea alta, crítica y esté convencida que es mejor animar un escenario con pesos y contrapesos? Las encuestas parecen anunciar un despertar cívico desigual. Sin embargo, es un hecho que amplios sectores hoy descubren la necesidad de participar para construir. Sin participación, el país fácilmente puede quedar a merced de un grupo de élite restringido. Entre más participación social, los resultados, sean los que sean, estarán consolidados y resistirán los embates de quien desee cuestionarlos. 

Votar y participar más allá del momento electoral es una obligación. La democracia se construye con demócratas, es decir, con hombres y mujeres indignados que no desean un país en reversa para sus hijos, y que por ello, comprometen su vida para que el bien común sea posible. Comprometer la vida puede parecer un mero alarde retórico. En este caso no lo es. Un corazón mezquino, que se protege de los riesgos y de tomar parte activa en la vida social se vuelve cómplice del estado de cosas corrupto y corruptor que es preciso superar. Los gobiernos autoritarios lucran con la apatía y con el desencanto. Lucran con el conformismo y con la cómoda adaptación de las personas a un ecosistema político populista. Las sociedades democráticas, por su parte, colocan los derechos de los ciudadanos en primer plano. Es nuestra dignidad como personas y como nación la que está en juego.

POR RODRIGO GUERRA

PROFESOR-INVESTIGADOR DEL CENTRO DE INVESTIGACIÓN SOCIAL AVANZADA

RODRIGO.GUERRA@CISAV.ORG

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