COLUMNA INVITADA

Erradicar la pobreza extrema

La pandemia provocó la recesión más grave de los últimos noventa años, causando desempleo, incertidumbre, desigualdad y polarización, todo lo cual hará más complicado alcanzar los ODS en 2030

OPINIÓN

·
Miguel Ruíz-Cabañas Izquierdo / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El 25 de septiembre de 2015 la ONU estaba optimista. Con la presencia de 157 jefes de estado y de gobierno en la Sala de la Plenaria, los 193 miembros de la Asamblea General de la ONU aprobaron unánimemente la Agenda 2030 y los 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS). Aunque la Agenda 2030 no era un tratado internacional, y su implementación dependería de cada país, junto con los ODS se trataba de la hoja de ruta de transformación sostenible más ambiciosa que la humanidad se hubiera propuesto hasta entonces (y hasta ahora), porque se proponía erradicar la pobreza extrema, el hambre, la desigualdad entre mujeres y hombres, y garantizar la salud y la educación de calidad para todos; así como garantizar el acceso al agua potable, la energía no contaminante, el trabajo decente, la innovación científica y tecnológica, la protección de la biodiversidad marina y terrestre, y detener el cambio climático, promoviendo sociedades justas e instituciones sólidas. Los ODS eran y siguen siendo la forma para hacer efectivo el goce de los derechos humanos, proclamados en la Declaración Universal de 1947.  

Casi seis años y una pandemia después, que sigue mostrándose despiadada, el mundo está hoy menos confiado en que los países alcanzarán los ODS en 2030. Es natural, la destrucción es enorme. Oficialmente, en todo el planeta se han infectado casi 170 millones de personas, de las cuales han fallecido más de 3.4 millones, aunque estos últimos en realidad podrían ser el triple. En México, según las autoridades, el número de víctimas ha alcanzado los 220 mil fallecimientos, pero todo indica que son muchos más, quizá el triple. La pandemia provocó la recesión más grave de los últimos noventa años, causando desempleo, incertidumbre, desigualdad y polarización, todo lo cual hará más complicado alcanzar los ODS en 2030.

Los ODS deben verse en forma integral e interrelacionada. Es imposible lograr grandes avances en alguno de ellos, sin registrar progresos en los demás. Pero hay uno que es esencial para transformar a un país: la erradicación de la pobreza extrema, que quizá por su centralidad, se le asignó ser el ODS número 1. Si un país como el nuestro no logra erradicar para siempre la pobreza extrema, de una forma que sea sostenible, el desarrollo que alcance temporalmente en otros ámbitos difícilmente se sostendrá. Y sabemos por las experiencias de China y otros países asiáticos, que sí es posible reducir drásticamente, en algunos lustros, la pobreza extrema hasta erradicarla. 

Pero hoy en América Latina, y en México en particular, los datos no nos permiten ser optimistas. Los análisis más recientes indican que en 2020 se registró un aumento de la pobreza y de la pobreza extrema. De acuerdo con la CEPAL, en 2020 en la región la pobreza aumentó 3.2%, al pasar de 30.5% al 33.7%, su nivel más alto en 12 años. Por su parte, la pobreza extrema pasó de 11.3% a 12.5% de la población, su nivel más alto en veinte años. 

Pero el caso de México es dramático y las fuentes especializadas en la medición de la pobreza coinciden. Según la CEPAL, la pobreza extrema en México creció de 10.6% de la población en 2018, a 18.3% en 2020, un aumento de 7.7%. Por su parte, el CONEVAL afirma que la pobreza laboral (porcentaje de la población con un ingreso laboral inferior al valor de la canasta alimentaria) aumentó 3.8% a nivel nacional, al pasar de 35.6% a 39.4% entre el primer trimestre de 2020 y el primer trimestre de 2021. Asimismo, la pobreza laboral aumentó en 26 de las 32 entidades federativas, en especial en Ciudad de México, con un aumento de 14.9%, en Quintana Roo con 10.1% y Baja California Sur con 8.3%. Lo más indignante es que estas disminuciones de los ingresos afectaron a los más vulnerables, a los más pobres, porque se concentraron en el primer y segundo quintil de ingreso, con disminuciones del 40.8% y 11.5%, respectivamente, mientras que en el 20.0% de la población con mayores ingresos (quinto quintil) esta disminución fue de sólo 1.5%. Como era de esperarse, esta situación aumentó nuestra ancestral desigualdad: el coeficiente de Gini pasó de 0.490 a 0.512 en el último año. 

Uno podría pensar que se trata de una situación generalizada en toda la región, y en el mundo entero, pero no es el caso. Gracias a sus programas de transferencias directas focalizadas la pobreza extrema en Argentina pasó de 4.2% a 5.4% de la población, y no al 8.1%, como hubiera sido el caso sin esas transferencias. Incluso en Brasil la pobreza extrema disminuyó del 5.5% a sólo 1.4% de la población en 2020. ¿Cuál fue la diferencia? Muy sencillo. La mayoría de los países latinoamericanos, Estados Unidos y los países de la OCDE implementaron fuertes programas de transferencias directas y estímulos fiscales. Brasil destinó un monto de recursos equivalente al 8% de su PIB con un fuerte programa de transferencias directas que le funcionó. En México el estímulo fue de sólo el 0.7% del PIB, un monto muy reducido para el tamaño del reto, y los programas de trasferencias directas simplemente no llegaron a los grupos más vulnerables de la población. Ahí tenemos el resultado. La “austeridad republicana” aniquiló a los más vulnerables. Hoy México está mucho más lejos que la mayoría de los países de nuestra región de erradicar la pobreza extrema a más tardar en 2030. 

¿Qué se necesita para superar esta situación? Políticas económicas contra cíclicas y políticas sociales sostenibles, basadas en realidades, en hechos y en experiencias objetivas, en aprendizajes previos, en datos reales, inobjetables. Se necesita implementar esas políticas con transparencia, alejada de fines partidistas. Todos tenemos mucho que aprender de nuestra lamentable experiencia del último año. Se requiere responsabilidad en el gobierno federal, los gobiernos estatales y municipales. Urge que la Cámara de Diputados y el Senado se aboquen a redirigir las políticas sociales, y que se fortalezcan las instituciones y programas que atienden a los más vulnerables. Todavía estamos a tiempo. Se requiere un poco de humildad, y hacer a un lado la intuición, la fe, el engreimiento y el desprecio, como fuente de inspiración de las políticas públicas. 

Frente a la pobreza extrema es necesaria la observación paciente de las grandes tendencias nacionales, pero con la mirada atenta a los universos locales y municipales, para intentar nuevos enfoques con fundamento, para realizar análisis y estudios más objetivos que no ignoren las evidencias que dicte la realidad. En nuestro país, como lo fue en China y otros países asiáticos, el gobierno no puede tener una tarea más trascendente y fundamental que hacer todo lo necesario para erradicar la pobreza extrema. La manera de hacerlo es alejarnos de nuestras fobias, nuestros prejuicios y desbordada imaginación. Dejar las etiquetas y que la realidad se presente con toda su riqueza y complejidad, como propone la Premio Nobel de Economía Esther Duflo. Ojalá que los políticos que mandan en nuestro país tengan tiempo de pensar en la pobreza extrema cuando termine, por fin, “la elección más grande de nuestra historia”.

POR MIGUEL RUÍZ CABAÑAS IZQUIERDO

DIRECTOR DE LA INICIATIVA DE OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE (ODS) EN EL TEC DE MONTERREY

@MIGUELRCABANAS

PAL

Temas