TRES EN RAYA

Clasismo

¡Qué naco! ¡Y qué diferencia de una mañanera a otra! En la del 4 de enero de este año, el presidente reivindicó la palabra y dijo que los “nacos” son los integrantes del pueblo

OPINIÓN

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Verónica Malo Guzmán / Tres en Raya / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

¡Qué naco! ¡Y qué diferencia de una mañanera a otra! En la del 4 de enero de este año, el presidente reivindicó la palabra y dijo que los “nacos” son los integrantes del pueblo, y que ellos constituyen el basamento de la democracia.

Por cierto, cree que naco es sinónimo de pobre, y no hay nada más falso. Sin embargo hace unos días rememoró una anécdota, que dijo era insignificante: una mujer le gritó “eres naco”, cuando él era jefe de gobierno del DF (¿hace 16 años?; por lo visto no tan insignificante le resultó el comentario del que fue objeto el mandatario...).

Pero, como ya sabemos, solo el ejecutivo federal puede ser la víctima. Y, así, condicionó todo su discurso aquella mañana a la “afrenta” por él sufrida, olvidando el verdadero agravio que padecen los familiares y heridos de la tragedia de la línea 12 del Metro. Los 26 muertos y 75 heridos no merecen su empatía. Tampoco pedir justicia por los mismos.

En el fondo, con toda honestidad, no clama para que se señale a los responsables. Así de “nacas” sus prioridades. Imposible negar que en México la palabra “naco” es usada de forma despectiva, pero el utilizarla como distractor ante la acuciante realidad que fustiga a los mexicanos, no solo es “naco”, es la mejor muestra de su deshonestidad como persona y como autoridad, además de dejar patente que lo que en realidad le importa es su creencia de que él es el ombligo del mundo.

Él, como único personaje que puede ser el centro de atención, aunque con ello demuestre su nulo tamaño de estadista. En todo caso, el punto es que, de pronto, después de años, a López Obrador le molestó que le llamaran “naco”, cuando —ya dijimos— en enero ser naco era la gloria.

Convenientemente también, olvidó lo que le gritaron hace pocos meses al bajarse de un vuelo comercial. Lo cual, si bien fue malsonante, tenía que ver con su actuar como presidente. Ganado a pulso pues, y por lo mismo —supongo— no lo mencionó. AMLO tiene razón: en nuestra patria sigue prevaleciendo el racismo y el clasismo, pero no a partir de, o demostrado con, su particular anécdota.

Prevalece por todos aquellos quienes pudiendo trabajar por los mexicanos —sin distinción—, prefieren seguir azuzando odios y divisiones. Sigue existiendo el racismo y el sometimiento cuando se piensa que los pobres son como mascotas y así hay que tratarlos (AMLO, agosto 2020).

Continúa el clasismo cuando después de las mañaneras, el líder de la nación se retira a sus lujosos aposentos y no se vuelve a saber nada de sus actividades. O cuando —ya que estamos en eso— se prefiere vivir en un palacio virreinal lleno de boato, y no en la casa republicana que hizo y habitó Lázaro Cárdenas para quienes detentaran el cargo de Presidente de México (y no en un Castillo, el de Chapultepec, donde hasta ese momento habían vivido sus antecesores).

Continúa la discriminación cabalgando, cuando se critica —desde el gobierno— que una ONG recibió dinero de una agencia para impulsar el desarrollo de los EEUU, pero se olvida el dinero recibido de un partido político español para el partido EN EL gobierno de México. El clasismo de aparentar viajar en Jetta, cuando el presidente utiliza las mismas camionetas (último modelo) que antes criticaba.

Cuando olvidó su clasismo al crear los puentes colgantes a Santa Fe, donde se tiene que pagar por su uso, pero no pudo arreglar todos los caminos de las colonias populares aledañas. Las mismas obras insignias de la 4T muestran discriminación. En el supuesto que sirva algún día el aeropuerto Santa Lucía, será más caro poder usar este que el aeropuerto de la Ciudad de México o de Texcoco, encareciendo aún más los viajes a la población más desfavorecida.

Qué lástima que Andrés Manuel no leyera al genial Carlos Monsiváis en “No es que esté feo, sino que estoy mal envuelto” (notas sobre la Estética de la naquiza), “… la naquiza enloquece con lo que no comprende y comprende lo que no la enloquece…”.

Tal vez por eso estamos todos locos empezando por él: sigue sin saber cómo gobierna todo un estadista, y el resto no comprendemos porqué ni siquiera le interesa aprender.

Por VERÓNICA MALO
VERONICAMALOGUZMAN@GMAIL.COM

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