TODOS SOMOS MÉXICO

Lecciones de una pandemia inconclusa

Después de un año de vivir con miedo, tenemos algo que decir, así sea el resultado de nuestras vivencias

OPINIÓN

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Mauricio Farah / Todos Somos México / Columna InvitadaCréditos: Especial

7 de abril, Día Mundial de la Salud

El planeta llega enfermo al Día Mundial de la Salud. Durante 15 meses hemos sufrido los embates de una pandemia que ha contagiado a 130 millones de personas y le ha quitado la vida a tres millones.

El brote en China, que parecía remoto e inocuo a la mayor parte de la población, se desplazó velozmente y quebró nuestra soberbia, vulneró nuestras certezas y nos hizo sentir un desamparo que creíamos superado.

Quienes no somos profesionales de la salud en ninguna de sus vertientes (mujeres y hombres dedicados a la ciencia, el servicio médico, la academia) hemos aprendido algo de leerlos y escucharlos y especialmente de su entrega y actitud. Pero después de un año de vivir con miedo o de vivir a medias, también tenemos algo que decir, así sea solamente el resultado de nuestras vivencias e impresiones, por ejemplo:

Que no sabíamos que éramos tan vulnerables, que podíamos gozar de buena salud y en unos cuantos días precipitarnos a la muerte, no de uno en uno, ni de cien en cien, sino miles cada día, todos por la misma causa y la misma e invisible sinrazón.

Que nuestros sistemas de servicios de salud, incluso los más robustos, pueden verse agobiados por el contagio masivo y la muerte colectiva, a tal punto que sin intervención de tanques ni bombardeos los hospitales del mundo se convirtieron en hospitales de guerra.

Que no sospechábamos que nuestra forma de vida familiar y social pudiera alterarse por un enemigo silencioso y mortal.  

Que de pronto la cercanía física se tornó en amenaza, y los abrazos en grave riesgo. Que por ello dejaríamos de ver personalmente a nuestros seres más queridos, para protegerlos y protegernos, ante el terror a causarnos la muerte entre nosotros y con la esperanza de sobrevivir todos.

Que había algo más doloroso que ver morir a nuestros familiares y era no poder verlos morir; que puede haber un sufrimiento mayor a presenciar la agonía de un ser querido y es no poder estar con él en su último tramo ni poder acompañarlo ni despedirlo; que recibir el cuerpo de un familiar es doloroso, pero lo es más recibir cenizas sin verificación posible.

Que en tiempos de pandemia la muerte guarda dos escalas: la próxima, que tiene nombre, emoción y lágrimas; y la de las cifras, tan ajenas como propias, tan precisas como abstractas.

Que la comunidad científica podía superar sus logros anteriores para ofrecernos vacunas apenas un año después del brote viral.

En estos 15 meses hemos aprendido a protegernos protegiendo a otros, a querernos a la distancia, a trabajar desde lejos, a perseverar ante la adversidad, a solidarizarnos y a respetar el sufrimiento, a resistir más allá de la sobrevivencia y a reinventar la vida incluso durante la pandemia.

Aprendimos, sobre todo, a revalorar la existencia y la salud, y a reconocer, sin demérito del pasado y del futuro, el enorme valor del momento presente.

POR MAURICIO FARAH
MAURICIOFARAG@HOTMAIL.COM
@MFARAHG

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