COLABORADORA

Gig-antesco fraude

Es cierto que por la pandemia que azota al mundo, la entrega de comida y productos a domicilio y los servicios de transporte significaron un alivio tanto para quienes no salen, como para quienes sí salen, y quienes perdieron su empleo

OPINIÓN

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Circe Camacho Bastida / Colaboradora / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Ahora se le llaman “economía gig” –en alusión al nombre que reciben en inglés ciertos actos musicales y cuya referencia más cercana serían los mariachis o grupos musicales de fiesta: tocas, cobras y te vas–, y se ofrece como alternativa para generar ingresos de forma “flexible” e “independiente”. Afirma ser ideal para estudiantes y para quienes buscan ingresos extra. Se supone el pináculo de la tecnología y la innovación: tu teléfono y talento como fuente de ingresos. Nada más alejado de la realidad. En la “economía gig”, las personas ofrecen su fuerza laboral por tiempo indefinido y cobran sólo por el tiempo trabajado. Es decir, deben invertir para poder cobrar mal y poco, sin ninguna prestación laboral. 

Es cierto que por la pandemia que azota al mundo, la entrega de comida y productos a domicilio y los servicios de transporte significaron un alivio tanto para quienes no salen, como para quienes sí salen, y quienes perdieron su empleo, así como para muchísimos establecimientos, pero eso es tan cierto como el hecho de que las empresas detrás de estas plataformas pescaron en río revuelto, amparados en la falta de regulación de este sector, enriqueciéndose más y más a costa de un ejército de choferes o repartidores que, literalmente, se juegan la vida en viajes de 20 pesos.  

Y no se trata de impedir que ejerzan su legítimo derecho de dejarse cegar por la ambición, sino de buscar mecanismos para que también se cumplan los legítimos derechos al trabajo digno, bien remunerado y con garantías sociales que consagran las leyes mexicanas. La idea no es nada descabellada y en Reino Unido, en febrero pasado y tras cinco meses de litigio, un juez declaró que los “socios” de Uber son trabajadores –aunque no “empleados”, conceptos distintos en las leyes de ese país– y, por lo tanto, deben recibir derechos laborales básicos, entre ellos un salario mínimo y vacaciones pagadas. Los medios refieren compensaciones por alrededor de 12 mil libras esterlinas por trabajador (unos 339 mil pesos).  

Este fallo judicial representa un primer gran paso para que estas empresas asuman la responsabilidad que tienen con sus trabajadores, que no es otra cosa que lo justo. Es cierto que estas empresas crearon un sistema que explota la ubicuidad de internet y de trabajadores conectados repartidos por toda la ciudad, para asignar de forma automática la mejor opción, la más eficiente, pero eso no significa que prácticamente toda la riqueza que se genera con este modelo se quede en manos de sus creadores y sus accionistas, porque sin esos miles de trabajadores no existe riqueza alguna. Su modelo está diseñado para cobrarle comisión al cliente, al negocio y al chofer o repartidor, y ese ventajoso modelo no tiene nada innovador, ya lo conocemos y se llama capitalismo salvaje. 

CIRCE CAMACHO BASTIDA
COORDINADORA DEL GRUPO PARLAMENTARIO DEL PARTIDO DEL TRABAJO, EN LA I LEGISLATURA DEL CONGRESO DE LA CIUDAD DE MÉXICO
TW: @CAMACHOCIRCE
FB: /CAMACHOCIRCE

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