ASÍ LO VEO YO

El mensaje de las elecciones es distinto del que presenta Netanyahu

A la pregunta “sí o no Netanyahu”, la ciudadanía respondió claramente: no

OPINIÓN

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Jana Beris / Así lo veo yo / Opinión El Heraldo de México

JERUSALÉN. Por primera vez, desde la noche de las elecciones parlamentarias del 23 de marzo, el primer ministro, Benjamín Netanyahu, se dirigió a la ciudadanía. Propulsando el mensaje que él debe ser quien forme el nuevo gobierno, presentó deformadamente el resultado de las elecciones. 

Reproduzcamos primero sus declaraciones: “Tras tres elecciones en las que no se llegó a una decisión determinante, esta vez el público dio a los partidos de derecha una mayoría clara de 65 escaños. Esto hace posible formar un gobierno de derecha estable, que puede ser creado de inmediato”. 

La lectura que hizo el primer ministro del resultado de las elecciones, no refleja, a nuestro criterio, el mensaje de la ciudadanía.

Es cierto que la mayoría de los escaños fueron a partidos de derecha, un concepto que en Israel se refiere más que nada a las posturas en temas relacionados al conflicto con los palestinos, mayor o menos disposición a concesiones y términos medios. No es secreto que hace ya años, por diversas razones, el público israelí se ha estado moviendo hacia la derecha. Eso está clarísimo. En realidad, si se toma en cuenta también al partido secular conservador Israeli Beiteinu, encabezado por Avigdor Liberman, son 72, no 65, los escaños de la derecha. Pero no están todos del mismo lado del mapa político israelí en cuanto a lo que fue el tema principal en juego en estas elecciones: si Netanyahu debe o no seguir al frente de Israel.

En los 65, Netanyahu incluyó los siete de Yemina, encabezado por Naftali Bennet y los seis de Tikva Jadasha de Gideon Saar. Pero ambos fueron a las elecciones con una propuesta dirigida a cambiar a Netanyahu y sacarlo del poder.

Si bien hay una clara diferencia entre ambos, ya que Bennett rehusó proclamar que no se sentará en un gobierno encabezado por Netanyahu, se postuló él mismo como alternativa al primer ministro, acusándolo de haber fracasado. 

A la pregunta “sí o no Netanyahu”, la ciudadanía respondió claramente: no. De los 120 escaños de la Kneset, Parlamento de Israel, 52 fueron al bloque encabezado por Netanyahu. Sólo 52. Los otros escaños con los que Netanyahu completa los 65 que mencionó, fueron a partidos que claramente llamaban a sustituir al primer ministro, aún si sus posturas ideológicas son en efecto de derecha, con distintos matices.

El problema que tiene en estos momentos el bloque “de cambio”, los que votaron contra Netanyahu, es su gran división interna, que hace imposible ver que se pongan de acuerdo para ser ellos la alternativa.

Con eso de fondo, Netanyahu llamó a los ya mencionados Bennett y Saar a “volver a casa” . “Formemos un gobierno de derecha estable que dure por años. Unámonos. No es secreto que hubo entre nosotros discrepancias, durante años. Pero supimos sobreponernos a ellas y trabajar juntos”.

Pero Saar reaccionó en un tono contundente recordando algo de las “discrepancias” a las que hizo referencia Netanyahu.

Así escribió en Twitter: “El mismo día en que él y su gente vuelven a difundir contra mí y contra el Presidente del Estado teorías de conspiración alucinantes y mentirosas, Netanyahu se dirige a mí para que me sume a él. Mi respuesta: cumpliré con mi promesa al electorado. No me sumaré y no apoyaré un gobierno encabezado por Netanyahu. La continuación del gobierno de Netanyahu, que prefiere su bien personal por sobre el bien del país, es perjudicial para Israel”.

Si tal cual nos dijo el periodista Eran Singer de la radio y televisión públicas de Israel, especializado en la cobertura de los árabes israelíes, el nuevo partido árabe Raam decidió apoyar a Netanyahu, y si además, Yemina de Bennett decide también sumársele porque en el bloque opositor no lo quieren a él al frente, Netanyahu tendrá mayoría. Pero no porque ese haya sido el mensaje del pueblo en las urnas, sino por los manejos políticos posteriores con los que se maniobra el día después.

POR JANA BERIS
PERIODISTA

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