DE LEYENDA

Expectativas

Esperemos, por todos los que amamos este deporte y admiramos al Canelo, que su próximo rival esté al nivel de lo que él merece como el mejor boxeador del momento

OPINIÓN

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Gustavo Meouchi / De Leyenda / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El primer día te enseñan a saltar la cuerda, literal. Y no que no supieras hacerlo, sino que no lo hacías correctamente. Cuando le vas agarrando suena la alarma. Quince segundos que apenas alcanzan para avanzar en el circuito y ponerte en posición. Plancha, bip, sentadillas, bip, abdominales, bip. Te enseñan a golpear el saco. Ejercicios de coordinación: paso-golpe-paso, la defensa siempre bien colocada, arriba, paso, de nuevo, rápido, más rápido, lo más que puedas, bip. Otro saco, otro tipo de golpe. Más defensa, más coordinación, más bip. Estás a dos estaciones de acabar y una sensación supera todo lo demás; sales corriendo al baño y apenas logras pasar la puerta y ponerte de rodillas. Vomitas justo en el siguiente bip.

Hace tiempo, cuando aún cenaba con mis amigos una vez a la semana, una amiga me contó que esa había sido su primera sesión de entrenamiento en un gimnasio, que basaba sus rutinas en técnicas de kick boxing. La sesión duraba 30 minutos estrictos y ella había tenido que abandonar en el 27. Pese a todo se veía contenta, y me dijo que había aprendido la lección y que la siguiente vez comería algo más ligero y mucho antes del entrenamiento, también era probable que tuviera que ubicar el momento correcto de su día para realizar la rutina. Pregunté si no se sentía apenada y me dijo que al principio sí, pero que los instructores le dijeron que todos vomitan el primer día, algunos incluso la primera semana, así que era parte del proceso.

Quedó ahí, como una anécdota olvidada en esa nebulosa pre-pandemia que ahora es tan lejana, hasta que hace poco otro amigo me contó que con la reapertura de gimnasios su hijo inició clases de box. Los detalles de la rutina cambiaron, pero el resultado final fue el mismo. El chico llegó y lo contó en casa. Los consejos se repitieron, come más ligero, más espaciado, inténtalo de nuevo.

La disciplina del boxeo combina muchos elementos. Es muy exigente. Por eso cada vez más se usa con propósitos de acondicionamiento físico, con resultados rápidos, pero nada se compara con la formación profesional. Requiere preparación física y mental, muchísima disciplina. Despertar a las 5 de la mañana, correr mínimo 10 kilómetros; gimnasio, sentadillas, lagartijas, abdominales, pesas; golpear el saco de boxeo durante horas, practicar la técnica arriba del ring con tu sparring. Dietas muy rígidas. Dormir las horas necesarias en los momentos precisos.

Un día tras otro, durante años. Todo para subir a un ring y definir tu futuro en minutos, porque si pierdes estás casi acabado. Ganar, además, no es el fin, sólo es una oportunidad de seguir, de enfrentar a rivales más calificados cada vez.

El sábado pasado, Saúl Canelo Álvarez defendió su título de campeón supermediano del Consejo Mundial y la Asociación Mundial de Boxeo, en el Hard Rock Stadium de Miami. Su contrincante fue el peleador turco Avni Yildirim.

Sabemos en que acabó. Tras tres rounds de una pelea notablemente desigual, el turco cayó y, al concluir el tercer episodio se determinó que el daño era tal que no podía seguir. La desilusión de millones de espectadores se mostró de inmediato en redes sociales, nuestro vehículo de comunicación actual.

No es exactamente injustificado. Todos queríamos ver un duelo más parejo, digno del Canelo, del título, de toda la parafernalia que acompaña a los eventos. Y es que la crítica sobre cómo se definen los contendientes en estos eventos no es nueva, ha estado ahí desde hace décadas, mermando la emoción y el interés con cada nueva decepción. Todos queremos peleas épicas, como aquellas de Julio César Chávez, Salvador Sánchez o Érik El Terrible Morales, pero no siempre es así. La historia nos ha mostrado que también grandes campeones han tenido peleas muy cortas que, en algunos casos, no han durado un solo round.

He oído mucho sobre el papel del Canelo en la situación y creo que es cuando olvidamos algo y donde las risibles anécdotas de mis amigos tienen, para mí, un significado distinto. Obviamos con facilidad los años que están detrás de esos escasísimos minutos de golpes precisos y contundentes, de ese dominio del cuadrilátero y del contrincante. De una industria que aún sigue generando millones y millones.

El boxeo no es para todos, nos acercamos a él y comprendemos desde el primer contacto que requerirá de nosotros más de lo que imaginábamos, y eso que a veces no tenemos ni siquiera pretensiones amateurs. Esos eventos me han hecho pensar en los años y años y años que el Canelo ha dedicado a esto, a una disciplina que rige desde muy joven su vida entera, no sólo las largas horas que pasa en el gimnasio, en la que no te puedes distraer, en la que es facilísimo perderse entre el dinero, la fama, los halagos, cuando ganas, o tras las humillaciones que recibes en el piso del ring cuando pierdes, después de la paliza física que ya te metió tu contrincante.

Esperemos, por todos los que amamos este deporte y admiramos al tapatío, que el próximo rival de Saúl esté al nivel de lo que él merece como el mejor boxeador del momento, y al nivel también de las expectativas de los amantes de este deporte, pero nada de lo sucedido en el Hard Rock Stadium le quita mérito a una carrera brillante que el Canelo ha construido con talento, sacrificio y tenacidad.

POR GUSTAVO MEOUCHI
COLABORADOR
@GMOSHY67

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