MIRANDO AL OTRO LADO

Orden Presidencial: destruir el INE

Morena protesta la decisión de aplicar la ley, amenazando con destituir a dos Consejeros: Lorenzo Córdova y Ciro Murayama, porque, alega, pretenden imponer la ley para perjudicar a su partido.

OPINIÓN

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Ricardo Pascoe Pierce / Mirando a otro lado / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La crisis más reciente en la vida democrática de México, y que será decisiva hacia el 6 de junio, empezó cuando el INE resolvió aplicar la Constitución a los partidos políticos al reglamentar la sobrerrepresentación de legisladores en el Congreso de la Unión.

¿Qué es la sobrerrepresentación? Lo explica José Antonio Crespo: “En 1987, el PRI introdujo una 'cláusula de gobernabilidad' que suponía darle tantos diputados plurinominales como fuese necesario para mantener la mayoría absoluta. En 1996 la sobrerrepresentación se limitó al 8%. La izquierda siempre se opuso a toda sobrerrepresentación”. Agregaría que la sobrerrepresentación del 8% está regulada en la Constitución. No es una interpretación de la ley de las y los Consejeros del INE.

Sin embargo, en 2018, Morena se despachó con una sobrerrepresentación del 16%, apropiándose de 39 diputados más de los que le correspondía  (308 diputados en vez de los 269), asegurándose la mayoría absoluta calificada necesaria para hacer cambios constitucionales sin tener que acordar con la oposición.

En ese momento de euforia política el INE no hizo lo que tenía que hacer, que era imponer la ley. Ahora, en un ambiente de crispación política preelectoral, tiene que hacer valer la Constitución e imponer el límite del 8% a la sobrerrepresentación de cualquier partido en la Cámara de Diputados. Así lo acordó el INE, antes del día de las votaciones para que todos los partidos tengan claras las reglas.

El Presidente dice que el INE hace “complot” contra de su gobierno y Monreal asegura que el órgano electoral es “anti AMLO, anti 4T”. Morena protesta la decisión del INE de aplicar la ley, amenazando con destituir a dos Consejeros del INE: Lorenzo Córdova y Ciro Murayama, porque, alega, pretenden imponer la ley para perjudicar a su partido. Ese partido que antes rechazaba la sobrerrepresentación ahora la abraza como su tablita de salvación. ¿Por qué?

Porque tanto el Presidente como su partido saben que enfrentan la realidad de una disminución significativa de su fuerza en la Cámara de Diputados. Las tendencias electorales no están favoreciendo a Morena, y le será imposible repetir la hazaña de 2018.

Hay varios indicadores que refuerzan la percepción que tiene tanto el Presidente, Morena como la oposición organizada en Va Por México de que está cambiando el marcador electoral.

Un primer indicador son las propias encuestas. Desde mediados de 2019, y cobrando fuerza en 2020, todas las encuestas reflejaban la misma contradicción: mientras una mayoría aprobaba al Presidente, esa misma mayoría reprobaba  sus políticas públicas. Corrupción, salud y pandemia, economía e inseguridad recibían calificaciones diversas pero contundentes de reprobación. Lo que reflejan las encuestas es que la gente sabe que este gobierno es incompetente y aplica políticas equivocadas, pero no quieren reprobar al Presidente. Así somos.

Cuando las contradicciones internas de las encuestas se analizan a mayor profundidad, se descubre que una de las columnas más significativas es la de los “indecisos” o “no saben”. Es la columna que más ha crecido en estos casi tres años de morenismo en el poder. Evidentemente representa una silenciosa muda de opinión de la columna de Morena hacia la indecisión. La gente está cuestionando silenciosamente su voto en el 2018.

Hay datos que refuerzan esta hipótesis. En las elecciones estatales de 2019 y 2020 las encuestas pronosticaban, invariablemente, una victoria arrasadora de Morena. Pero el resultado final el día de la elección fue que Morena perdió la gran mayoría de las elecciones. La contradicción entre lo que la gente le dijo a la empresa encuestadora y lo que votó el día de las elecciones lo evidencia. Fue particularmente notable en las elecciones en Aguascalientes, Durango, Puebla, Coahuila e Hidalgo.

De estos elementos se puede concluir que existe un voto oculto anti Morena y anti 4T en las propias encuestas.

Existe también un nuevo y reforzado estado de ánimo social que quiere disputarle al “oficialismo” su hegemonía política. Existe un movimiento ciudadano que considera regresivo para la democracia y las libertades el regreso a la situación del partido único. Las expresiones del movimiento ciudadano son diversas y a veces desarticuladas entre sí, pero su peso como orientador de opinión pública es fuerte. Entre otras cosas, logró presionar a tres partidos a coaligarse para enfrentar, en bloque, al “oficialismo”.

Por otro lado, Morena como partido es un organismo que se parece a la víbora que se dedica a devorar su cola. Una agrupación desarticulada ideológicamente y extremadamente violenta en su interior. No genera confianza social ni empatía. Convoca a los que quieren odiar y pelear en su seno. Es una réplica del tono que tiene el Presidente para con el país: el peleador de barrio, el bully que insulta y calumnia a todos y que exige de los suyos una subordinación supina, ciega y humillada. Al pueblo en general no le gusta ni le interesa vivir así. Difícilmente puede presentar candidaturas de atracción. Ahí está la posible cancelación de las candidaturas del impresentable violador Salgado Macedonio y la CNTE de Morón en Michoacán.

Todo esto para decir que Morena la tiene difícil en las elecciones de junio, a pesar de tener el presupuesto público a su disposición, junto con los programas sociales y, ¿cómo olvidarlo?, las mañaneras presidenciales, ese púlpito de arenga política a favor de su partido.  

A pesar de ello, Morena y el Presidente obviamente temen perder el control del Congreso. Y ven en esa derrota el fin de su proyecto político. En todas las elecciones intermedias el partido en el poder pierde un promedio de 5% de sus votos, por el desgaste producto del ejercicio del poder. Pero en este caso parece que la derrota será significativamente mayor.

Este temor explica el ataque al INE y la intención de destruir al árbitro electoral antes de que se cuenten los votos.

Pretender descalificar al árbitro de antemano prácticamente implica reconocer su derrota. Es una conducta desesperada de este Presidente. Significa que está dispuesto a destruir el país para mantenerse en el poder. Es el ejemplo de Evo Morales: “yo o nadie”. Buscar la anulación de la elección para gobernar de facto con el mismo Congreso y su mayoría espuria. Porque desconocer al árbitro es desconocer, desde ya, los resultados del 6 de junio y el proceso electoral en su conjunto. Descalificar al árbitro electoral antes del inicio de las elecciones y querer apoderarse de sus funciones es, en los hechos, un golpe de Estado técnico.

Y eso mete al país en un terreno desconocido y peligroso. Un Presidente en funciones que se niega a reconocer los resultados de una elección que no le favorece lleva al país a una confrontación interna de consecuencias imprevisibles. Tiene el potencial de destruir la nación y abrir un capítulo histórico donde el Presidente en funciones se convierte en otro Victoriano Huerta. Veremos si el Presidente cuenta con la anuencia de las Fuerzas Armadas para llevar a cabo su plan siniestro de volverse Presidente de facto.  Acuérdense: las Presidencias de facto no tienen fecha de caducidad.

Esa experiencia en América Latina es muy clara. Es la lección que nos dio Evo Morales cuando desacató el mandato de su pueblo y se postuló como Presidente por cuarta vez. La negativa a aceptar la voluntad popular mayoritaria democrática lleva a los países a años de sufrimiento, terror y crisis.

Eso es lo que podría significar para México el ataque de López Obrador al INE para destruirlo.

Para tener Patria hay que defenderla democráticamente y con votos rechazando el golpismo de un tirano en potencia. Esa defensa pasa por defender al INE sin descanso.

POR RICARDO PASCOE PIERCE
RICARDOPASCOE@HOTMAIL.COM
@RPASCOEP

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