COLUMNA INVITADA

De la boleta a la urna electrónica: La democracia del siglo XXI

El actual contexto de pandemia demostró que la adopción de mecanismos tecnológicos constituye un paso obligado en la evolución de las comunicaciones

OPINIÓN

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Felipe Fuentes Barrera / Colaborador/ Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

El voto, además de ser un derecho constitucional del ciudadano, es una manifestación de la conformidad con el sistema democrático, una aceptación de un estado de cosas tal, que incentiva la activación voluntaria de un individuo para convertirse en sujeto activo de la democracia. El voto se convierte en una declaración de la legitimación del sistema democrático y el componente más visible de la cultura cívica.

Uno de los incentivos más determinantes del voto es la percepción que tienen los ciudadanos del impacto de su decisión que, en ocasiones, puede verse ofuscada por la falta de información respecto de los procedimientos electorales. De ahí que resulte importante que la organización de las elecciones implique, también, la generación de garantías procedimentales que transmitan confianza en la democracia y reflejen efectivamente el impacto de todas y cada una de las decisiones individuales que se emiten mediante el voto.

Estas garantías operacionales se convierten en optimizadores de los principios del sufragio —universal, libre, secreto, personal e intransferible— y de las elecciones —libres, auténticas y periódicas—.

En México, la organización de las elecciones ha incorporado, con el tiempo, más y mejores instrumentos, materiales y estrategias para garantizar que el ejercicio del sufragio se realice conforme a la normativa y a los principios antes mencionados. Por ejemplo, la tinta indeleble es utilizada en nuestro país y otros países de América Latina, desde 1994  y, en su momento, se consideró como un eslabón importante en la cadena de confianza electoral, pues ayudaba identificar a los votantes y así evitar la duplicidad de la participación electoral.

La incorporación de materiales electorales innovadores —como marcadores imborrables de boletas, marcadora de credenciales, papel de seguridad de las boletas, urnas fabricadas en materiales especiales, cintas de seguridad y mamparas— han aumentado la confianza ciudadana en el arreglo institucional electoral. Esto se ha evidenciado en los resultados arrojados por la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental (ENCIG) del INEGI, que muestra que el porcentaje de la población que confía en los institutos electorales ha aumentado considerablemente en los últimos años, pues en 2017 el porcentaje de la población que tenía mucha o algo de confianza fue de 33.3 % y, para 2019, este porcentaje aumento a 47.8 %.

La implementación de cada uno de estos mecanismos para vigilar, procesar y contar los votos se enmarca en contextos de avances tecnológico muy específicos, por lo que es necesario valorar si, con el paso de los años, siguen resultando los instrumentos más eficientes para garantizar la certeza en el ejercicio del sufragio. La urna electrónica, en este sentido, es el producto más reciente de la aplicación de la tecnología en la materia electoral.

A nivel internacional, esta modalidad de voto es una realidad desde hace décadas. Destaca el caso de la India que, desde el 2004, utiliza urnas electrónicas para la emisión del voto. Su experiencia ha arrojado múltiples beneficios: 1) aumenta la participación ciudadana, 2) aumenta los índices de participación de personas que no saben leer o escribir y personas con alguna discapacidad, 3) disminuye la emisión de votos nulos, 4) reduce el costo de las elecciones, 5) aumenta la certeza electoral y, 6) genera actitudes positivas sobre la democracia entre la ciudadanía.  Actualmente 26 países utilizan urnas electrónicas de votación para elecciones nacionales y subnacionales, y 18 han implementado pruebas piloto para su utilización.  

México inició con pruebas de implementación del voto electrónico desde hace aproximadamente 15 años, trazando, paulatinamente, un camino hacia la modernización electoral. Un ejemplo fueron los procesos electorales de Coahuila e Hidalgo 2019-2020, en los que se instalaron 94 urnas electrónicas: 54 en Coahuila y 40 en Hidalgo.

En todas y cada una de ellas se llevó a cabo la verificación de la correspondencia de los votos computados electrónicamente y el número de testigos impresos de los votos emitidos. Los resultados fueron favorables: existió concordancia entre ambos números y la transmisión de los resultados al Programa de Resultados Electorales Preliminares tardó, como máximo, 10 minutos.

Las ventajas procedimentales, en cuanto a eficiencia y eficacia, permiten que las urnas electrónicas se conviertan en una herramienta innovadora, tanto para las instituciones electorales, como para la ciudadanía. En una encuesta realizada por el INE en Coahuila e Hidalgo, 9 de cada 10 votantes entrevistados, después de votar en las urnas electrónicas, consideraron que las instrucciones para votar en estas urnas fueron fáciles, y el 96% de los funcionarios de casilla también las consideraron muy fáciles de utilizar. 

La adopción de este mecanismo podría implicar un ahorro presupuestario a largo plazo, consistente en el ahorro de boletas, actas de escrutinio y cómputo, bolsas para el envío de boletas y marcadores de tinta indeleble, así como una posible reducción de la cantidad de funcionarios de casilla. Asimismo, las urnas electrónicas, a diferencia de las boletas, tienen una vida útil que permite su reutilización en varios procesos electorales, lo que representa un ahorro considerable en caso de que se logre su implementación nacional.

Es entendible que la introducción de este nuevo material electoral cause ciertas reticencias en la ciudadanía exacerbadas por experiencias históricas antidemocráticas y despierte suspicacias tendientes a desacreditar su utilidad. Sin embargo, las urnas electrónicas constituyen una herramienta que mejora las funciones de protección y garantía de las características del sufragio, al minimizar el margen de error humano, involucrando elementos de sistematicidad y transparencia, como el cifrado y altos estándares de seguridad. Los votos no se pueden alterar, porque permanecen en la urna y se cuentan como el resto de las boletas.

APOYO. La urna electrónica es una herramienta que mejora las funciones de protección. Foto: Cuartoscuro

El actual contexto de pandemia ha demostrado que la adopción de mecanismos tecnológicos constituye un paso necesario en la evolución de las comunicaciones. Si bien estos mecanismos son útiles para asegurar la salud de las y los ciudadanos, sus beneficios se extienden más allá de esta apremiante necesidad. Se han convertido en uno de los elementos centrales de la cotidianidad del individuo, facilitando el desarrollo de sus actividades, de manera eficiente y eficaz. Si esta crisis nos ha enseñado algo, es que es imperativo continuar avanzando en la adopción de estas innovaciones tecnológicas.

En este sentido, es importante continuar con los esfuerzos por difundir información sobre los beneficios multidimensionales de la urna electrónica. Se puede entender a la democracia como un ente vivo que, frente a trasplantes espontáneos, puede reaccionar con intransigencia. Por tanto, la introducción de una innovación tecnológica, como la urna electrónica, merece su debida desmitificación, puesto que, al igual que la credencial para votar y el marcador indeleble, constituye un avance en la protección de los principios constitucionales de la manifestación democrática más visible en una sociedad: el voto.

POR FELIPE FUENTES BARRERA
MAGISTRADO DE LA SALA SUPERIOR DEL TRIBUNAL ELECTORAL DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN
CONTACTOWEB@TE.GOB.MX / @FFUENTESBARRERA

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