COLUMNA INVITADA

¿Hacia la hegemonía?

Espero equivocarme. Pero quizá por primera vez desde que los votos se cuentan de manera fidedigna en México (1997), el partido en el gobierno mantendrá o incrementará su mayoría en la Cámara de Diputados en la elección intermedia

OPINIÓN

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Alejandro Poiré / Colaborador/ Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: FOTO: Especial

Espero equivocarme. Pero quizá por primera vez desde que los votos se cuentan de manera fidedigna en México (1997), el partido en el gobierno mantendrá o incrementará su mayoría en la Cámara de Diputados en la elección intermedia. No me refiero a cómo se harán las cuentas y las coaliciones para sumar curules, aunque ello no es trivial. Me refiero simplemente al origen de estas bancadas. Para decirlo más claro: Morena y sus aliados (PT y PES) tuvieron 44% del voto para diputaciones en 2018, y –aunque desde luego esto aún puede cambiar– mi pronóstico empieza a ser que la coalición gobernante al menos refrendará ese porcentaje.

Desde varias perspectivas –por no hablar de la mala noticia para la política pública en nuestro país– sería muy inusual este resultado. No solo por los nulos logros del gobierno en materia económica, de salud, seguridad y anticorrupción, sino porque en tiempos ordinarios, eso es lo que suele ocurrir en este tipo de elecciones, como lo atestigua nuestra historia reciente: en los cuatro comicios intermedios desde 1997, el partido en el gobierno ha perdido un promedio de 6.5 puntos porcentuales de su voto comparado con lo que obtuvieron tres años antes. Visto en términos proporcionales, cada partido gubernamental ha perdido un promedio del 16.7% de su apoyo respecto a la elección federal anterior. Es decir, si tomamos solo este dato como predicción de lo que podría ocurrir en 2021, uno esperaría que Morena y aliados pasarían de ese 44% de los votos a cerca del 36%. Sin embargo, no pareciera que se va a cumplir esta tendencia, y Morena podría refrendar su mayoría calificada en la cámara baja el próximo 6 de junio.

Sería un resultado inesperado visto dentro de la breve historia democrática de México, pero también en un sentido más amplio. Cuando uno analiza las elecciones en perspectiva comparada, podría simplificarse diciendo que hay dos grandes tipos de comicios. Los que son, en efecto “de tipo ordinario”, donde los resultados más o menos reflejan tendencias de largo plazo, y donde, aún cuando hay posibles cambios importantes en los porcentajes de distintos partidos, o incluso la llegada de nuevos jugadores con fuerza, son efectos de corto plazo que se van modulando con el paso del tiempo. Bajo este enfoque, lo esperado para el 2021 sería un cierto debilitamiento de Morena y un reposicionamiento de los partidos de oposición. Hay otras elecciones, sin embargo, en las que las lealtades de un grupo importante de votantes cambian más profundamente, y generan configuraciones partidistas que pueden durar mucho tiempo. Por algún tiempo (breve) nos preguntamos si el triunfo de Fox en el 2000 tendría ese carácter, pero ello simplemente no ocurrió.

Ante lo que estamos hoy es distinto, pues podría ser que la elección del 2018 haya marcado el inicio de una transformación de fondo del sistema de partidos en México, y una suerte de restauración de la hegemonía autoritaria del siglo pasado. Por tres razones al menos. Primera, porque los partidos de oposición tradicionales (PAN, PRI, PRD) tienen dirigencias que han seguido el camino de quienes los sumieron en una crisis profunda en los años recientes. No se ve fácil que de ahí venga su resurgimiento político a nivel nacional. Segunda, porque el gobierno está haciendo un esfuerzo activo por dislocar todas las garantías de equidad e integridad del proceso electoral, desde su asedio y desafío a las autoridades electorales y los adversarios políticos, pasando por su abuso irrestricto del clientelismo y las asignaciones directas de contratos, hasta sus amagos por controlar y dominar todos los ámbitos de la comunicación política, entre otras estrategias. Tercero, porque estos esfuerzos están teniendo éxito en mejorar la expectativa de voto de Morena a pesar de que nuestro país está sumido en una profunda crisis sanitaria y económica que, paradójicamente, empieza a revertir su tendencia justo a tiempo para abonar al partido gobernante. Espero equivocarme, pero al menos al momento, encuentro pocos espacios para el optimismo.

POR ALEJANDRO POIRÉ
DECANO CIENCIAS SOCIALES Y GOBIERNO TECNOLÓGICO DE MONTERREY
@ALEJANDROPOIRE

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