COLUMNA INVITADA

El circo de la política

Los partidos en México no tienen espina dorsal, ni moral, sino solo buscan conseguir votos y quedarse en el poder, bueno aquí tiene la comprobación empírica que necesitaba

OPINIÓN

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Pedro Angel Palou / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Con la reelección de alcaldes y de representantes populares la reforma electoral buscaba la profesionalización de la política. Si bien la medida tiene sus bemoles en general fue bien recibida por los especialistas en política electoral. Para quienes hemos seguido las sucesivas reformas en la materia -desde la llamada ley LOPE al menos-, nuestra democracia adolescente ganaba en solidez.

Las listas de políticos -y la búsqueda desesperada de los partidos por “fichar” famosos- que hemos visto en los días recientes me mueven al pesimismo y me parecen, en general, un retroceso. ¿Por qué pensar que las celebridades, debido a su notoria fama, serán buenos legisladores, alcaldes e incluso gobernadores? De pena ajena. Veamos, solo para documentar nuestro optimismo, algunos nombres. En Morena: Gabriela Goldsmith (actriz), Marco Flores (cantante), José Luis Sánchez, Chelis (exfutbolista), Paul Ernesto Velázquez (youtuber), del PES, Ernesto Dalesio (cantante), Vicente Fernández Jr. (cantante), Francisco “El abuelo” Cruz (exfutbolista), del PVEM, Paquita la del Barrio (cantante) Adolfo Ríos (exfutbolista), del RSP: Tinieblas Jr. (luchador), Alfredo Adame (actor), Blue Demon Jr. (eluchador), Carístico (antes Místico, luchador), Sebastián (escultor), Héctor Hernández (cantante), del PAN, Lupita Jones (exmissuniverso), Bibi Gaitán (cantante retirada), Rommel Pacheco (clavadista), del PRI Patricio Zambrano (actor), Jorge Travieso Arce (exboxeador), Raúl Alcalá (exciclista), entre otros.

No es la primera vez, por supuesto, que los partidos recurren a los famosos para conseguir votos. Tampoco pongo en tela de juicio que alguno de ellos pueda resultar brillante en la palestra. Es cierto además que algunos en el pasado, como María Rojo la actriz como presidenta de la comisión de cultura, hicieron labores importantes en el legislativo. El tema aquí es la idea de pan y circo llevada al extremo. Si alguien sospechaba que los partidos en México no tienen espina dorsal, ni moral, sino solo buscan conseguir votos y quedarse en el poder, bueno aquí tiene la comprobación empírica que necesitaba. Del otro lado, tristemente, el panorama es desolador si un político profesional acusado de violación como Félix Salgado Macedonio es el candidato a la gubernatura de Guerrero. ¿Capricho del presidente? Quizá no sea entonces descabellado que Quico hubiese querido ser gobernador de  Querétaro y de no ser por una coalición de partidos, quizá lo habría logrado.

El binomio al cuadrado perfecto que deberíamos buscar, en cambio, es calidad de la política y políticos de calidad. ¿Usted dejaría que un luchador o un cantante piloteara un avión sin mayor entrenamiento que su carisma? Sé que es un salto de inferencia y que no se pueden comparar peras con manzanas, pero si exageramos la nota creo que queda más claro lo descabellado del asunto. La calidad de la democracia sí está en relación directamente proporcional a la calidad de los políticos. Con la pandemia en muchos países quedó claro que no se puede confiar el manejo de la política pública a improvisados y algunos pensábamos que vendrían elecciones en todo el mundo donde se privilegiara a los expertos. No parece ser el caso de México, quizá también por los fracasos de los políticos tecnócratas que bien o mal nos dejaron el país bastante maltrecho. En otros países la “carrera” política no solo requiere de dedicación y de entrega, sino también de dinero. La cantidad brutal de dinero público que la democracia mexicana ha invertido en las últimas décadas hace posible que políticos sin dinero y sin trayectoria entren a una contienda y la ganen. En Estados Unidos ha quedado claro que buena parte de la corrupción de Washington se debe a los dineros de los lobbyistas y sus intereses representados en ambas cámaras, así que no todo es negro y blanco en las democracias mundiales. Necesitamos encontrar un modelo de calidad y profesionalización de la política que se adecue a México y que además fortalezca las instituciones.

La legitimidad democrática necesita tres factores al menos para ser tal: imparcialidad, responsabilidad y proximidad. Bien haríamos en evaluar la pertinencia de nuestros candidatos con ese rasero mínimo. Como han estudiado los autores del muy recomendable, Assesing the Quality of Democracy, hay que proponer múltiples factores que permitan evaluar nuestros aciertos y errores y por lo tanto proponer alternativas de mejora en materia electoral. Urge revisar en México qué país queremos y para quiénes es ese país. Urge que intentemos al menos vivir felices todas las patrias.

POR PEDRO ÁNGEL PALOU
COLABORADOR
@PEDROPALOU
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