COLUMNA INVITADA

Arranque de Cuaresma

El Papa Francisco, consciente del sufrimiento que padece el mundo, nos invita a un cambio de actitud

OPINIÓN

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Paz Fernández Cueto/ Colaboradora/ Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Al cumplirse un año de Pandemia parecería que la Cuaresma del 2020 se prolongó más de lo deseado. Año de privaciones, renuncias, y muertes como no habíamos visto antes a nuestro alrededor. Cuaresma que el año pasado no acabó en el domingo resurrección que todos esperábamos tras haber vencido definitivamente al virus, y todo el sufrimiento y el dolor que la pandemia acarreaba consigo. ¿Cómo iniciar un nuevo recorrido de penitencia cuaresmal cuando ésta no ha concluido?¿no suena acaso a masoquismo?

El pasado miércoles de ceniza armando todo un protocolo de sanidad, las iglesias abrieron sus puertas a los fieles que acudieron a recibir la ceniza en la frente, al tiempo que escuchaban la sentencia que nos condena a todos por igual: polvo eres y al polvo volverás. Llama la atención la importancia que la piedad popular concede a este signo sacramental, no obligatorio, que atrae a tanta gente. Multitudes enteras se congregan cada año deseosos de recordar esta verdad inscrita en su propio ser. Y es que, que con pandemia o sin ella, la vida sigue el recorrido del Triduo Pascual que abarca la pasión la muerte y la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Para renacer como hombres nuevos, hay que seguir el itinerario del sufrimiento inevitable y de la muerte inexorable que la vida trae consigo, camino que sería efectivamente un masoquismo si acabara en las cenizas del miércoles, sin alzar la mirada al domingo de resurrección.

El Papa Francisco, consciente del sufrimiento que padece el mundo, nos invita a un cambio de actitud. Para recuperar la paz y el sosiego hay que volver a programar el piloto automático de nuestras vidas,volver a centrar el corazón en Dios, como dice el profeta Joel: “Vuélvanse a mí de todo corazón”. “La Cuaresma es un viaje de regreso, un viaje que implica toda la vida, todo lo que somos. Es el tiempo para verificar las sendas que estamos recorriendo, para volver a encontrar el camino de regreso a casa, para redescubrir el vínculo fundamental con Dios del que depende todo.”

Este camino de conversión que culmina la noche de Pascuase apoya entres prácticas fundamentales transmitidas por el cristianismo de generación en generación que son, el ayuno, la limosna y la oración. El ayuno vivido como experiencia de privación significa liberar la existencia de todo lo que asfixia, hacerle espacio a Dios ayunando de cosas vanas que atrofian el corazón y embotan la mente. Estamos saturados de información, verdadera o falsa. Acosados por un consumismo que, incitando nuestro deseo de posesión, nos ofrece toda clase de bienes. El ayuno de ruido, distracciones y ambiciones apremia a un mundo necesitado de silencio.

En tiempos de pandemia “en el que todo parece frágil e incierto”, dice Francisco, donde “hablar de esperanza podría parecer una provocación”, la cuaresma nos invita a confiar en un Dios que no vive lejano donde habitan las estrellas, sino en un Dios que se hizo hombre para recorrer el mismo camino que el nuestro. Pero... ¿Dónde encontrar esa esperanza? En el silencio de la oración descubrimos la paciencia de un Dios que insiste en buscarnos.

Por último, a través de la limosna reforzamos el proceso de conversión en la caridad…, “mostrando atención y compasión por cada persona". Dar hasta que duela decía Teresa de Calcuta, ayuda económica grande o pequeña, o compartir el tesoro del tiempo con el solo, el desamparado o el enfermo, cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19".Porquela caridad es la expresión más alta de la fe y de la esperanza.

 

POR PAZ FERNÁNDEZ CUETO
PAZ@FERNANDEZCUETO.COM
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