LÍNEA DIRECTA

La inteligencia

La fascinación por la fuerza y el pensamiento único conducen a regímenes autoritarios a funcionar con cuadros mediocres

OPINIÓN

·
Ezra Shabot / Línea Directa / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La relación entre el poder y la inteligencia ha sido siempre difícil de manejar. 

Por un lado, la presencia de cuadros preparados y eficientes, capaces de presentar soluciones y dilemas a los responsables de tomar decisiones, es una condición indispensable para que un gobierno proporcione resultados tangibles a sus
ciudadanos. 

Por otra parte, el pensamiento crítico acota a los gobernantes al señalarles sus errores, limitaciones, y desnuda de manera tajante las contradicciones entre lo realmente posible y los deseos sobrenaturales de los hombres del poder.

Por eso los regímenes autoritarios son incapaces de tolerar a la inteligencia en cualquiera de sus expresiones. 

La fascinación por la fuerza y el pensamiento único conducen a este tipo de gobiernos a funcionar con cuadros mediocres, carentes de preparación y sentido común para operar. 

Cualquier expresión que cuestione su actuar es considerada como un acto de traición que se castiga con la descalificación, y justifica  la utilización de la violencia en su contra.

En esa ruta nos encontramos. No hay debate con los dueños del poder político porque se apropiaron de la verdad absoluta, y no están dispuestos a entregarlo de acuerdo con las reglas de la democracia representativa. 

Por eso la inteligencia les incomoda, y bajo las acusaciones de “mafias” y “neoliberalismo” terminan por cancelar el debate y la negociación política. 

Y es en este ambiente hostil donde instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) se convierten en los nuevos enemigos del régimen. 

Argumentar que ambas fueron dominadas por la “ideología neoliberal” y, por lo tanto, es indispensable rescatarlas imponiendo una visión “popular”, es exactamente igual a justificar la cancelación de la pluralidad de pensamiento en beneficio de una única e irrefutable forma de ver el país y el mundo. 

Una Revolución Cultural que desde la cúpula del poder decide qué existe y qué no, incluyendo al conocimiento científico, ahora reducido a prejuicios y charlatanería.

El grito fascista de “muera la inteligencia” era producto de dos necesidades fundamentales. 

Una, destruir cualquier expresión que desarmara su irracional estructura ideológica, y dos, eliminar a aquellos cuya capacidad de razonar pondría en riesgo la falsedad sobre la cual se construía ese régimen.

Hoy en México, personajes como el subsecretario de Salud Hugo López-Gatell; la titular de Conacyt, María Elena Álvarez-Buylla, o el propio José Antonio Romero Tellaeche, recién nombrado director del CIDE, representan ese intento totalitario de imponer una única y primitiva forma de entender la realidad. 

Son, de hecho, los emisarios de ese modelo político donde importa más la utopía, que la vida y la dignidad de las personas.

POR EZRA SHABOT
EZSHABOT@YAHOO.COM.MX

@EZSHABOT

Sigue leyendo:

Yo Presidente

Otra Independencia

Revocación

MAAZ