COLUMNA INVITADA

A 25 años de debate: México ¿Norteamérica o Latinoamérica?

Son los individuos, migrantes y las empresas las que parecen tener la batuta para decidir a qué esfera pertenece el país

OPINIÓN

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Isauro López Rosso / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En 1993 Samuel P. Huntington, renombrado politólogo y académico de la Universidad de Harvard, publicó su obra más importante e influyente: Choque de Civilizaciones. En esta su idea principal postulaba que los conflictos postGuerra Fría ya no serían entre el liberalismo capitalista de Estados Unidos y el comunismo de la Unión Soviética. Según su tesis, los enfrentamientos entre ideologías se volverían obsoletos y darían paso a choques entre culturas o civilizaciones, como él prefería denominarlas. Huntington categorizó a las naciones y los pueblos del mundo (acción controvertida desde entonces) según sus características históricas, culturales, lingüísticas y religiosas en común. Así fue como bautizo a las llamadas civilizaciones como la Africana, Islámica, Sínica, Occidental, Latinoamericana, entre otras.

De manera llamativa, Huntington creó un pequeño grupo de países que no entraban cabalmente ni en una civilización ni en otra. A estos los denominó los países “desgarrados”. Entre ellos se encuentran Turquía (indeciso entre su pertenencia al mundo islámico o a Europa), Rusia (conflictuada entre sí, es parte de Occidente o el centro de su propia civilización) y México. De acuerdo con Huntington, México se encuentra en una encrucijada perpetua en la que disputa su pertenencia a Latinoamérica o a la esfera estadounidense de Norteamérica. A un cuarto de siglo del diagnostico de Huntington podemos seguir viendo cómo continúa manifestándose su tesis en la política mexicana actual.

La llegada de Morena al Poder Ejecutivo ha significado un cambio discursivo al de las décadas pasadas. Mientras que las recientes administraciones panistas y priistas habían enfocado sus esfuerzos en la integración de Norteamérica, la administración actual ha revirado su atención hacia el sur. El presidente Andrés Manuel López Obrador incluso llegó a plantear en la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) la formación de una comunidad económica semejante a la Unión Europea. Previsiblemente, el acercamiento a Latinoamérica ha implicado reconocer varios obstáculos.

Los proyectos de unidad latinoamericana han fracasado repetidamente ya que no hay objetivos políticos en común. Quizá su único punto de acuerdo histórico ha sido formar un contrapeso frente al poder y la influencia de Estados Unidos. Más allá de ello, incluso los consensos sobre el respeto a la democracia y los derechos humanos se han desmoronado frente a los retos que imponen al grupo regímenes autoritarios como el venezolano, el hondureño y el cubano.

A pesar de la apertura política del gobierno mexicano hacia el sur del continente, es evidente que el proyecto de unidad latinoamericana no ha llegado a ser nada más que buenos deseos. Esto revela un contraste interesante si se comparan con sus relaciones con Estados Unidos y Canadá. Actualmente, existe cierta indiferencia política entre las tres naciones norteamericanas, sin embargo, la integración de sus culturas, industrias y economías continúa profundizándose de forma independiente a los deseos de sus gobiernos.

Son los individuos, los migrantes y las empresas las que parecen tener la batuta en decidir a qué esfera pertenece México. Esto continúa resonando a la tesis de Huntington, aludiendo a lo conflictivo que puede llegar a ser el dirigir explícitamente la integración hacia un lado u el otro. Incluso más relevante, deja en descubierto que el gobierno mexicano, sin importar el partido que lo controlé, no ha podido reconciliar lo que tiene planeado para el país, lo que es éste en los hechos y lo que aspiran a llegar a ser sus ciudadanos.

POR ISAURO LÓPEZ ROSSO

ASOCIADO DEL PROGRAMA DE JÓVENES DEL COMEXI

@ISAUROLR

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