Publicó hace unos días Mauricio Merino, agudo y preciso como siempre, una columna devastadora, El cuento del sexenio, que explica la sostenida popularidad del Presidente más o menos en estos términos: si el tlatoani goza de un respaldo tan extendido a pesar de los resultados bochornosos que presenta en todos los ámbitos, es porque la gente que lo apoya no lo juzga a partir de los resultados que obtiene, sino de las emociones que despierta.
Y esas emociones son infames: resentimiento, venganza, regodeo en la marginación propia. En otras palabras, lo que sostiene al Presidente no son las buenas razones, sino las malas.
Como Mauricio, soy pesimista. Dudo que la popularidad de AMLO decaiga aún cuando, a todas luces, el país va a vivir en los siguientes tres años más crisis, más profundas y más evitables.
En un libro reciente, Nuestra enfermedad, Timothy Snyder cuenta de su experiencia en el sistema de salud machacado por Trump, y llega a una conclusión de terror: los partidarios del Agente Naranja decidieron apoyarlo en esa destrucción porque si bien el precio era terriblemente alto para ellos, primerísimos beneficiarios de ese sistema, valía la pena pagarlo con tal de lastimar al otro, al objeto de tu odio. Trump, sin duda, conoce bien el poder del rencor.
Bueno, pues nuestro Presidente lo conoce también, y lo explota. Por eso es tan tonto, tan ingenuo en el mejor de los casos, o a lo mejor tan Síndrome de Estocolmo, llevarse las yemas de los dedos a los ojos y clamar que no entiendes; que cómo un Presidente tan bueno puede ser tan agresivo; que vaya manía de dispararse en el pie. Amigas, amigos: ni es bueno, ni se dispara en el pie.
Esta cosa que llamamos 4T no está siendo boicoteada por la violencia constante del Presidente: está construida sobre ella. De lo que se trata es de odiar y reproducir el odio.
Por eso es que la lista de enemigos del Presidente crece sin parar.
Hace unos meses, aquí mismo, apunté una nómina de malvados oficiales que incluía a Calderón y Salinas, claro, pero también a España, los demócratas gringos, las farmacéuticas, la ONU, el PRI y el PAN salvo de momento por los que dieron el bandazo y se hicieron de izquierdas a su lado, Krauze, Aguilar Camín, Castañeda, Bartra, los medios mexicanos y los extranjeros, las empresas del sector energético, las cerveceras, las tabacaleras y, para remate, las clases medias.
Bueno, pues súmenle al CIDE, a la UNAM, a los 21 científicos perseguidos por Gertz, a Santiago Nieto y, la última, a la FIL de Guadalajara, que al parecer tendría que dedicarse a corear sus glorias y nada más.
En resumen, amigas y amigos, de lo que se trataba, justamente, era de esto.
Si han estudiado un poco el siglo XX, el del fascismo y sus primos, el comunismo y el populismo, sabrán que la cosa no acaba bien.
POR JULIO PATÁN
COLUMNISTA
@JULIOPATAN09
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