COLUMNA INVITADA

Educación superior sostenible

Sin un sistema educativo de calidad, las naciones están destinadas a mantener altos niveles de pobreza y desigualdad, que con el tiempo se traducen en injusticias, inestabilidad y el surgimiento de conflictos violentos

OPINIÓN

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Miguel Ruiz Cabañas / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

La Ilustración recobró el antiguo ideal griego de hacer de la educación la base del progreso individual y colectivo. Ese ideal lo alimentaba la convicción de que una educación de calidad permite el florecimiento de las virtudes innatas de la persona, hasta alcanzar la excelencia (areté). Una educación esmerada lleva al individuo al pensamiento racional, y a dar lo mejor de sus capacidades en beneficio de la sociedad, alejándolo de la superchería y el prejuicio.

El conocimiento adquirido a través de la educación acerca a los seres humanos a la verdad. Rompe las cadenas de la ignorancia y su consecuencia más evidente: la servidumbre. Una sociedad formada por individuos educados es una sociedad más consciente de sí misma, más organizada y, tarde o temprano, una comunidad más libre. Sin educación de calidad e incluyente, una sociedad permanece postrada, inmovilizada y acaso envilecida.

La capacidad de una nación para ofrecer educación de calidad a toda su población es una de las principales determinantes de su nivel de desarrollo. A lo largo de la historia, los grandes fracasos nacionales tienen mucho que ver con la baja calidad de su sistema educativo. En México y América Latina abundan los ejemplos.

La educación es uno de los pilares más importantes del progreso humano, de la consolidación de sociedades más seguras, justas e incluyentes. Sin un sistema educativo de calidad, las naciones están destinadas a mantener altos niveles de pobreza y desigualdad, que con el tiempo se traducen en injusticias, inestabilidad y el surgimiento de conflictos violentos.

La apuesta por un sistema educativo de calidad es fundamental para alcanzar el desarrollo sostenible. La diferencia básica entre un país desarrollado y uno que no lo es, reside en la calidad e inclusión de su sistema educativo. Los países que más han logrado desarrollarse en las últimas décadas, principalmente naciones nórdicas y asiáticas, dieron la primera prioridad a consolidar un sistema educativo de calidad. Ahí están los ejemplos de Japón, Corea, Taiwán, Finlandia, Islandia y, más recientemente, China, Singapur y Vietnam.

Por esa razón, todas las estrategias de desarrollo, nacionales o internacionales, se han planteado como prioritarias esas dos metas: alcanzar la más alta calidad educativa, con la mayor inclusión posible. La #Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), aprobados unánimemente por los 193 estados miembros de las Naciones Unidas en septiembre de 2015, enfatizan la importancia de la educación para el desarrollo sostenible. El ODS 4 se centra en ese tema:“Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos.”

La Meta 4.7 de ese ODS 4 compromete a los gobiernos con la educación para la sostenibilidad: “De aquí a 2030, asegurar que todos los alumnos adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible, entre otras cosas mediante la educación para el desarrollo sostenible y los estilos de vida sostenibles, los derechos humanos, la igualdad de género, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía mundial y la valoración de la diversidad cultural y la contribución de la cultura al desarrollo sostenible”.https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/education/

Esta Meta plantea retos muy serios a cualquier país que asuma con seriedad tanto la necesidad de impulsar un desarrollo realmente sostenible, como un sistema educativo de calidad. Pero la emergencia climática por la que atraviesa el planeta no deja alternativa: es fundamental asegurar que las y los estudiantes, de todos los niveles, conozcan, se comprometan y actúen a favor del desarrollo sostenible.

Las universidades e instituciones de educación superior enfrentan una responsabilidad doble. Por una parte, deben asumir un plan de sostenibilidad y cambio climático al interior de sus campus e instalaciones que asegure que predican con el ejemplo: reducir al máximo sus emisiones de carbono y alcanzar los ODS dentro de sus instituciones. Por otro, deben fortalecer sus planes docentes y de investigación para que todos sus miembros -estudiantes, profesores e investigadores, autoridades y personal administrativo- adquieran todos los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible.

La emergencia climática que afecta al planeta es real y cada vez más acuciante, como se evidenció en la Conferencia de Glasgow en noviembre pasado, y está ejerciendo una enorme presión sobre los sistemas de educación superior en todo el mundo. Por ello, En la Declaración de Hamburgo “Hacer frente a los grandes retos del cambio climático y la sostenibilidad”, adoptada por el Consejo Global de Líderes Universitarios en julio pasado, las universidades e instituciones de educación superior participantes asumieron plenamente su papel de convertirse en líderes sociales en la lucha contra el cambio climático y la sostenibilidad, llevando a la práctica la Meta 7 del ODS 4. https://www.guc-hamburg.de/press/es-hamburg-declaration-4june2021.pdf

Es un reto enorme. Requiere de un verdadero y sostenido compromiso de las universidades a través de un cambio cultural dentro de las mismas, que después ilumine hacia afuera a las ciudades, regiones y países donde se localizan. Por cierto, el Tecnológico de Monterrey ya asumió ese compromiso a través de su Plan de Sostenibilidad y Cambio Climático desde abril del presente año, elaborado por la Vicepresidencia de Inclusión, Impacto Social y Sostenibilidad de la institución https://tec.mx/es/sentido-humano/sostenibilidad

En el mismo sentido, la 3ª Conferencia Mundial de Educación Superior de la UNESCO, que tendrá lugar en Barcelona, del 18 al 20 de mayo de 2022, adquiere particular importancia. El propósito general de esta reunión es apuntalar el papel de las universidades con los ODS y, en particular en la búsqueda de medios y soluciones para hacer frente al cambio climático. Es urgente que las universidades de todo el globo intercambien conocimientos y experiencias sobre cómo llevar a la práctica, en forma acelerada, el ODS 4 y todos los temas que, en la práctica, implica la educación para la sostenibilidad. Conocer mejor qué estrategias funcionan y cuáles no, y los medios que se requieren para avanzar en una misión de importancia vital para todas las naciones.

Para lograrlo, las universidades, particularmente las públicas, sean o no autónomas, requieren apoyo social, de los gobiernos, del sector privado y de las organizaciones de la sociedad civil. Necesitan que se respete su pensamiento crítico, y no que se trate de imponerles esquemas de pensamiento único, como ocurre en los regímenes autoritarios. Mantener incólume el respeto a la libertad de cátedra, de investigación y de expresión es fundamental. En una sociedad democrática como la mexicana, las universidades, públicas o privadas, no fueron fundadas para servir las prioridades, necesariamente coyunturales, de los gobiernos en turno. Son instituciones permanentes que manifiestan su compromiso social sirviendo a la sociedad que les da vida. Toda mi solidaridad con el CIDE.

MIGUEL RUIZ CABAÑAS IZQUIERDO ES PROFESOR Y DIRECTOR DE LA INICIATIVA SOBRE LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE EN EL TECNOLÓGICO DE MONTERREY

miguelrcabanas@tec.mx

miguel.ruizcabanas@tec.mx

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