ANÁLISIS

El presidente, duro y duro con la igualdad

No sólo se trata de buena voluntad y sensibilidad, se debe partir de estudios serios y científicos que permitan acercarnos a la definición del problema

OPINIÓN

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Luis David Fernández Araya / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

El problema no es tener, si es que lo obtenido es legítimo; el problema es vivir del discurso de lo social. Si observamos los cambios que ha presentado el diseño institucional en México sobre política social se aprecia que han existido avances. Antes del Pronasol conocido como Solidaridad, existieron esfuerzos como el Coplamar (Coordinación Nacional del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados) o el SAM (Sistema Alimentario Mexicano), mismos que en un inicio se dirigían, en su mayoría, a los sectores rurales e indígenas. 

Con la llegada de Solidaridad se incluyó un elemento novedoso: la participación social, hasta llegar a Prospera, en el que se consideran aspectos relacionados con el fomento productivo, generación de ingresos, bienestar económico, inclusión financiera y laboral, educación, alimentación y salud para población en condiciones de pobreza extrema, bajo esquemas de corresponsabilidad.

Hemos pasado de una visión unidimensional a una multidimensional para explicar las dificultades sociales como la pobreza en sus múltiples manifestaciones, contamos con esfuerzos institucionales a fin de atender problemas como el hambre. Sin embargo, a pesar de estos esquemas, seguimos teniendo una gran deuda con la población que menos tiene, seguimos presentando brechas que parecen infranqueables, de desigualdad y distribución de la riqueza.

No es tarea sencilla que se pueda solucionar con una norma o destinando presupuesto, no sólo se trata de buena voluntad y sensibilidad, se debe de partir de estudios serios y científicos que permitan acercarnos a la definición del problema, poner en marcha la política y evaluarla permanentemente, y en su caso, redireccionarla.

Entrarle a los complejos problemas sociales pasa necesariamente por una análisis de peso, entre el que se debe destacar cuáles son las variables que mejor explican la presencia de estos flagelos; dicho en otras palabras, si hablamos de los diferentes tipos de carencias sociales, como la alimentaria, de salud, de acceso a servicios básicos de la vivienda, de acceso a la seguridad social o educación, debemos de decir qué factores explican mejor la presencia de cada una de estas para, con ello, establecer políticas sociales mejor focalizadas. Pero hacerlo significa dejar de pensar que todos los problemas sociales se solucionan con sólo destinar recursos o con generar programas que atiendan todo a la vez.

Requerimos sacrificios conscientes para atender los problemas sociales más apremiantes, porque ha prevalecido un problema de interpretación, donde las mayores cargas de los programas sociales han sido con fines asistencialistas, de contención de la pobreza, pero sin abandonar esa condición. 

Lo importante es romper las inercias del asistencialismo, o bien, hacerlo de manera temporal, que permita primero nivelar el acceso a los derechos sociales y luego sacar al pobre del círculo vicioso de la pobreza de manera focalizada. Comenzar por algún lado, un municipio, una comunidad que sirva de modelo, donde se atiendan los problemas sociales más relevantes, donde no sólo se acompañen de programas productivos que cambien las condiciones materiales, sino que vaya acompañado del fortalecimiento de la cultura laboral y familiar, lazo fundamental de cualquier sociedad.

Luis David Fernández Araya
Economista
@DrLuisDavidFer

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