ARTICULISTA

Los autorretratos de Frida

En las décadas transcurridas desde su muerte, Frida Kahlo ha sido, acaso como ningún otro artista mexicano, objeto de súbitos e insospechados cambios y reconsideraciones en la apreciación pública, de popularidad y de nuevas miradas

OPINIÓN

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Bernardo Noval / Articulista / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Constantemente el nombre de Frida Kahlo es asunto de alguna noticia, una nueva exposición o un proyecto innovador, y desde la década de los 70, el fenómeno de la fridamanía invadió el universo del cine, el comercio y la publicidad.

Este 2021, en el mes de noviembre, su nombre nuevamente hizo eco en todo el mundo, pues el autorretrato “Diego y yo” se convirtió en la pintura más cara de un artista latinoamericano jamás vendida en una subasta, alcanzando la cifra de 34,9 millones de dólares. La casa de subastas Sotheby´s expresó en un comunicado que el precio “coloca a Frida Kahlo en medio de los grandes titanes de la historia del arte”.

Gran parte de la obra de la artista está compuesta por autorretratos y en algunas de estas obras se refleja el doble papel creador-receptor, al presentar continuas alusiones a símbolos de la naturaleza femenina como la flor, el parto, la fertilidad o la luna, frente sus contrapartes masculinas. No obstante, Frida también creó universos propios, personales e íntimos; recreando su propia realidad, polarizada entre las referencias culturales de la herencia paterna y la materna, las ensoñaciones juveniles de una mente indomable puesta más allá de las fronteras geográficas de nacimiento y la conciencia nacionalista del universo de una cultura propia valorada desde el pasado precolombino y la tradición artesanal como suma de la identidad mexicana.

El jardín de Monet en Giverny

Sin embargo, los autorretratos de Frida no son desde ningún punto de vista meros ejercicios narcisistas. Kahlo está comprometida con las funciones existentes de la imagen, en donde el principio motor del arte, está sustentado en la propuesta estética, como materia de la esencia misma del ser humano.

A Frida le gustaba pintar en la intimidad, por lo que protegía la privacidad de su estudio. Ella veía la pintura como un momento aislado de introspección, en el cual se encontraba sola ante su creación. Frida pintaba de manera pausada ya que, tanto el proceso del planteamiento de sus composiciones, como sus estructuras, era lento y conllevaba un gran estado de reflexión. Por otro lado, debido a sus altibajos físicos y anímicos, resultado de sus padecimientos, en ocasiones interrumpía sus trabajos por largos periodos.

Cuando la artista elabora “Diego y yo” en 1949 utiliza diversos elementos y símbolos que transmiten su admiración por el talento del pintor, lo representa con un tercer ojo en la frente, lo que puede entenderse también como la expresión de la superioridad intelectual y artística que ella veía en él. Sin embargo, las lágrimas de Frida en esta obra muestran pena y dolor, y su cabello suelto y enredado en su cuello sugiere un estado de ahogamiento o estrangulamiento, sin la presencia de Diego.

Muchas veces sus autorretratos fueron de orden metafórico y otros más, extraordinarias alegorías que, en algunos casos, están salpicadas de un humor negro muy profundo, en donde el verdadero tema no está marcado por ella como protagonista, sino por las circunstancias; como en este caso, donde muchos indican que Frida lo pintó el mismo año en que Diego se embarcó en un romance con la actriz María Félix.

POR BERNARDO NOVAL
CEO MUST WANTED GROUP
@BERNIENOVAL
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