COLUMNA INVITADA

Alemania sin Merkel

Un panorama complicado y desafiante, en momentos en que el cambio global y el regional parecieran no favorecer al futuro de este país, ahora sin ella

OPINIÓN

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Luis Miguel Martínez Anzures / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Pensar en una nueva era de cambios a nivel mundial siempre será una tarea provechosa y adecuada si se piensa que el nuevo orden determina en demasía las coordenadas de la política económica y financiera. La Unión Europea y Alemania empezarán una nueva etapa después de la administración de Angela Merkel al frente de estos dos entes.

El socialdemócrata Olaf Scholz se convirtió en el nuevo canciller de Alemania, al frente de una coalición tripartita, encabezada por su partido y acompañada por los Verdes y los liberales del Partido Democrático Libre.

La transición supone no sólo el regreso de la socialdemocracia después de 16 años, sino el fin del periodo en que los destinos de la mayor economía europea fueron conducidos por Merkel, política conservadora que logró mantener una enorme popularidad y que en las semanas recientes ha recibido una serie de homenajes por una exitosa gestión.

La era de Angela Merkel marcó toda una época, por su estilo sobrio de gobernar, definido por sus habilidades de negociación; su valentía política al momento de tomar decisiones arriesgadas que nadie más hubiera querido enfrentar, sobre todo, por impopulares (como la admisión de cientos de miles de migrantes cuando la mayoría de naciones occidentales les cerraron las puertas); también por su diplomacia frente a rivales geopolíticos como Rusia, China e Irán, y por su determinación en coyunturas en las que fue necesario fungir como contrapeso de Washington, en particular durante la administración de Donald Trump.

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También hubo claroscuros. Es imposible olvidar el sufrimiento provocado por el empecinamiento de Merkel en apegarse a la ortodoxia macroeconómica y erigirse como la principal impulsora de los bancos alemanes cuando la crisis global de 2007-2008, que se convirtió en una vorágine de deuda pública para España, Portugal, Italia y Grecia.

La cruel inflexibilidad del Banco Central Europeo (controlado por Alemania), con el último de esos países mediterráneos lo sumió en una verdadera catástrofe social y humanitaria.

Pese a ello, ha de destacarse que esa actitud se encuentra en consonancia con el sentir mayoritario del pueblo alemán, según el cual la responsabilidad de la crisis griega recae en la supuesta falta de mesura y previsión de sus ciudadanos, por lo que ese trato político a Grecia aumentó la aprobación interna de la líder conservadora en vez de reducir sus bonos.

Scholz tiene un difícil panorama por delante, pues arranca su administración en momentos en que la sociedad alemana se encuentra dividida debido a la respuesta ante la pandemia, con un significativo sector que niega la existencia misma del coronavirus y que no cree en la veracidad de las vacunas.

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A ello debe sumarse el desafío de sacar adelante la economía en medio de los temores y las restricciones por la última variante detectada del COVID-19, los equilibrios para mantener la viabilidad de una coalición gubernamental con socios diferentes a su propuesta partidista o hasta opuestos y las inevitables complicaciones de acompañar o anteponerse a la apuesta estadunidense de redoblar las presiones sobre Pekín y Moscú.

Un panorama complicado y desafiante en momentos en que el cambio global y el regional parecieran no favorecer al futuro de una Alemania sin Merkel.

POR LUIS MIGUEL MARTÍNEZ ANZURES
PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL DE ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

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