LA NUEVA ANORMALIDAD

Leer a Sondheim

Criatura de Broadway, Stephen Sondheim es visto como ajeno por quienes se dedican a empeños escénicos no comerciales; es autor de obras complejas y difíciles y es considerado artista raro

OPINIÓN

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Nicolás Alvarado / La nueva anormalidad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Llegué a la inauguración de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara con enorme emoción pero también con una pequeña tristeza. No por las ausencias políticas –que, como dijera Raúl Padilla en su discurso inaugural, son anecdóticas– y ni siquiera por Almudena Grandes cuyo deceso era dado a conocer apenas minutos antes, ante el azoro y la nostalgia de los presentes. Mi melancolía obedeció a lo anunciado la víspera: la muerte de un escritor que nunca vino a la FIL, y que acaso pocos de los presentes a la mañana siguiente en Expo Guadalajara conocieran, pero cuya obra es una de las que más han marcado mi trabajo e incluso mi vida: Stephen Sondheim.

No es el suyo un nombre conocido en México por el gran público; tampoco por el mundo literario y ni siquiera tanto en el ámbito del teatro, que fuera el suyo. Criatura de Broadway, es visto como ajeno por quienes se dedican a empeños escénicos no comerciales. Autor de obras complejas y difíciles, siempre ha sido considerado un artista raro y hermético por la comunidad del teatro musical, que es en la que hubo de desarrollarse. (Refractario a la sensiblería, Andrew Lloyd Webber no fue. Tuvo sólo dos hits: la incomprendida “Send in the Clowns”, art song moderna cuya solvencia melódica le valiera un ingreso inesperado al ámbito del Muzak, y “Sooner or Later”, escrita para la participación de Madonna en la película Dick Tracy por encargo de su amigo Warren Beatty.) Músico superdotado, los escritores que lo admiran lo catalogan como tal, por lo que no lo ven como uno de los suyos. Pero escritor fue. Primero porque sus letras acusan maestría literaria: talento deslumbrante para la rima interna, facilidad asombrosa para el pun wildeano y, más allá, perspicacia psicológica, melancolía contenida y talante filosófico que hacen de ellas constructos poéticos evocadores, provocadores. Pero también porque, en complicidad con dos grandes directores de teatro –primero Harold Prince, después James Lapine–, concibió textos que revolucionario el teatro musical.

Company ensaya sobre el matrimonio, Follies sobre el envejecimiento y las ilusiones perdidas, A Little Night Music sobre el enamoramiento y el sexo, Pacific Overtures sobre la política y el colonialismo, Sweeney Todd sobre la traición y la venganza, Merrily We Roll Along sobre la juventud y el cinismo, Sunday In the Park with George sobre el arte, Into the Woods sobre las certezas, Assassins sobre la marginalidad política y social, Passion sobre el amor y la posesión. Todas juntas son un gran tratado sobre la humanidad, sus posibilidades y limitaciones. Una comedia humana que trasciende a Balzac ya sólo por no depender de la anécdota.

Hay que leer a Sondheim. Con los oídos. Con los ojos. Con la inteligencia.

Con la humanidad.

POR NICOLÁS ALVARADO
COLABORADOR
@NICOLASALVARADOLECTOR

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