PANORAMA INTERNACIONAL ANÁHUAC

De Copenhague a Glasglow

La Unión Europea tiene la posibilidad y el peso específico para presionar diplomáticamente a China y Estados Unidos en el tema ambiental

OPINIÓN

·
Mario Duarte Villarello / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Alejandra Cerecedo Constantino / Columna invitada / Opinión El Heraldo de México

La vigesimosexta conferencia de las Partes (COP26) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en Glasgow comenzó el lunes. Por alguna extraña coincidencia, las cumbres climáticas más recordadas se han celebrado en territorio europeo.

Por ejemplo, la COP15 de 2009, en Copenhague, es considerada como una de las peores, si no es que la peor, de todas las reuniones de la CMNUCC, pues los principales emisores, Estados Unidos, China, India y la Unión Europea, cayeron en un impasse en las negociaciones que fue imposible de superar, resultando en compromisos muy pobres y no vinculantes de reducción de emisiones. Por otro lado, una de las más exitosas es la COP21, de 2015, en la capital francesa, donde se adoptó el renombrado Acuerdo de París, este sí vinculante y actualmente en vigor, que establece metas de reducción muy específicas para mantener la temperatura global promedio por debajo de los 2ºC y por encima de los niveles preindustriales con el objetivo ideal de limitar el aumento a 1.5ºC.

Pues bien, ya sabemos que estas metas no se cumplirán de acuerdo con el reciente reporte emitido por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) que afirma que "limitar el calentamiento acerca de 1.5ºC o incluso a 2ºC, será un objetivo inalcanzable". Entonces, ¿qué podemos esperar de la COP26 en Glasgow? O más bien, ¿qué deberíamos esperar de ella? A mi juicio, dos condiciones clave: que Estados Unidos concrete su promesa de financiamiento a los países menos desarrollados para que puedan reducir sus emisiones y que China materialice la suya con respecto a minimizar el uso intensivo de carbón como su principal energético. De hacerlo, ambas naciones provocarían una reacción positiva en cascada pues, por un lado, habría los incentivos para que otros países movilizaran sus propios recursos financieros y, por el otro, también los habría para transitar hacia energías más limpias. La Unión Europea tiene la posibilidad y el peso específico para presionar diplomáticamente a ambas naciones en esa ruta, pero podrá perder la oportunidad de protagonismo si no compromete sus propios recursos financieros y si no ofrece garantías de una transición energética a la altura de las expectativas.

Mientras que otros grandes emisores están a la expectativa de lo que harán Estados Unidos y China, la Unión Europea puede tomar el liderazgo, pues además está pendiente el arreglo sobre el famoso artículo 6 del Acuerdo de París acerca de la manera en que los países reducirían sus emisiones por medio de los mercados internacionales de carbono.

Las cartas están sobre la mesa y Glasgow puede ser otra COP en territorio europeo que sea memorable. Esperemos que para bien.

POR MARIO DUARTE VILLARELLO

Profesor de la Facultad de Estudios Globales Universidad Anáhuac México

PAL