TIEMPO DE INFRAESTRUCTURA

El fin de la ola de inversión

El gobierno ha dado prioridad a la erogación social en detrimento de la infraestructura, que pasó de 25% del gasto gubernamental, en su etapa de auge, a sólo 17% en esta nueva fase de estancamiento

OPINIÓN

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Fausto Barajas / Colaborador / Opinión El Heraldo de México

En medio de la discusión por la aprobación del Presupuesto de Egresos de la Federación para 2022, vale la pena hacer una pausa para dar un paso atrás y ampliar la perspectiva, para observar la oportunidad perdida.

La Cámara de Diputados aprobó el Presupuesto de Egresos tal como lo envió el Presidente. Para el Ejecutivo, en estos tres años la cámara no ha sido más que una oficialía de partes para enviar el proyecto de presupuesto y recibirlo aprobado. El mandatario, su partido y aliados han hecho patente su mayoría en el Congreso y le han aprobado todo al Ejecutivo.

Sin embargo, con ese dominio político ha desperdiciado la oportunidad de cambiar la trayectoria de la inversión pública en el país que tiende a la baja.

Para entenderlo, veamos el comportamiento de la inversión física presupuestaria de las últimas tres décadas, entre 1990 y 2020. En este periodo se pueden observar cinco etapas del ciclo de la inversión.

Etapa de estancamiento. Entre 1990 y 2003, la inversión física presupuestaria del gobierno estuvo estancada en 300 mil millones de pesos actuales. Lo que representó niveles de 2.3 por ciento del PIB.

Etapa de expansión. Los años comprendidos entre 2004 y 2008 fueron de expansión, rompiendo el nivel de inversión de 300 mil millones para llegar a 635 mil millones de pesos, con un promedio de 2.6 por ciento del PIB en esos años. En ese lapso, el impulso a la infraestructura se dio en el sector de comunicaciones y transportes, en especial en el sector carretero.

Etapa de auge. La fase con mayor inversión física presupuestaria duró entre 2009 y 2015, con un promedio de inversión anual de 995 mil millones de pesos que significó un ritmo de inversión de 4.5 por ciento del PIB. Esta etapa se dio por la conjugación de varios factores entre los que destacan los siguientes:

Primero. En 2007 se presentó el primer Programa de Infraestructura de la historia del país, que dio rumbo al desarrollo de ésta para México, y se convirtió en guía para la participación del sector privado. Esto permitió el avance de proyectos que se ejecutaron a partir de 2009.

Segundo. Se potenció el Programa de infraestructura con la creación del Fondo Nacional de Infraestructura que incluyó recursos provenientes de la desincorporación de activos carreteros.

Tercero. Se tuvo el compromiso presidencial por parte del entonces mandatario Felipe Calderón, para orientar el presupuesto hacia la infraestructura; además de establecer un equipo de seguimiento del programa para asegurar el éxito de este.

Etapa de contracción. Se dio entre 2016 y 2018, en la que la inversión promedió 772 mil millones de pesos y representó 2.9 por ciento del PIB. Sin embargo, el origen de la contracción inicia en 2013, cuando el gobierno no estructuró un Plan de Infraestructura que guiara la inercia de inversión que se tenía en el país. Sumado a esto, llegó un golpe externo que restringió los recursos del sector público, por la caída de los precios del petróleo que pasaron de niveles de 100 dólares por barril a mediados de 2014 a 39 dólares al inicio de 2015.

Etapa de estancamiento. Con la llegada de López Obrador al poder entró la fase de estancamiento en la inversión, con niveles de 659 mil millones de pesos en promedio entre 2019 y 2020 equivalentes a 2.6 por ciento del PIB. El gobierno ha dado prioridad al gasto social en detrimento de la infraestructura que pasó de recibir 25 por ciento del gasto gubernamental en su etapa de auge a sólo 17 por ciento en esta nueva etapa.

Para que México pueda regresar a una etapa de auge de inversión tiene que invertir del orden de 1.2 billones de pesos. Para lograrlo, el Ejecutivo tendría que impulsar una agenda de infraestructura que impulse la inversión pública y sobre todo que incluya la privada para poder multiplicar los recursos.

Experiencias positivas las hay en diversas partes del mundo, en Australia con el sector privado y en Estados Unidos con recursos públicos donde el presidente Biden logró la aprobación de un plan de un billón de dólares.

Sin embargo, es importante recalcar que incluso la inversión aprobada en Estados Unidos apenas alcanza para atender algunos de los rezagos de su infraestructura, representa 5 por ciento del PIB, pero será aplicado en 10 años, por lo que sólo sería un incremento de medio punto porcentual en su inversión. En México requerimos aumentar del orden de 3 puntos porcentuales del PIB en inversión.

El gobierno actual, con su poder político podría generar una nueva ola de inversión en el país, sin embargo, parece que no será hasta 2024 que se pueda sembrar una nueva esperanza de llevar al país a nuevos estados de bienestar.

POR FAUSTO BARAJAS CUMMINGS 
ESPECIALISTA EN INFRAESTRUCTURA 
@FAUSTOBARAJAS

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