COLUMNA INVITADA

Indignarse o actuar

Una parte de los indignados muy grande votó por AMLO para eliminar la corrupción. El otro gran tema del discurso de López Obrador en Nueva York. El problema de la seguridad mundial, expresó, es producto de la corrupción

OPINIÓN

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Pedro Ángel Palou / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

El martes pasado el jefe de estado de México, en su papel de presidente del Consejo de Seguridad de la ONU, presentó un proyecto de “Fraternidad” universal, basado en los impuestos a los ricos y las corporaciones que podría sacar de la pobreza extrema a 75 millones de personas. Más allá de que este proyecto pueda realizarse -un proyecto que guarda inevitables parangones con el de Luis Echeverría, quien quería ser Premio Nobel de la Paz, habiéndose involucrado en las masacres de 68 y 71- no deja de ser interesante volver a México, a la polarización en la que estamos, a la indignación colectiva. Una parte de los indignados muy grande votó por AMLO para eliminar la corrupción. El otro gran tema del discurso de López Obrador en Nueva York. El problema de la seguridad mundial, expresó, es producto de la corrupción.

La gran fuerza de los indignados es su debilidad. Sabemos hoy lo que no queremos, pero no nos ponemos de acuerdo en lo que sí queremos. Sucede igual en México y nos estamos desangrando mientras buscamos absurdamente una solución. El problema no es la corrupción o la codicia, sino que el sistema parece obligar a corromperse porque está corrompido de raíz. La boda de Santiago Nieto en Guatemala que lo llevó a renunciar es escandalosa por incoherente con el proyecto de austeridad republicana, por invitar a un poderoso dueño de un periódico, por el dinero en efectivo llevado en un avión privado. No se entiende, desde fuera, que quien lucha contra la corrupción invite “en lo oscurito, en otro país y se obligue a los invitados a firmar una carta de confidencialidad asegurando que no dirán nada de lo ocurrido en Antigua. Totalmente en contra de lo propuesto por López Obrador. Recuerdo ahora lo que Echeverría les decía a sus jóvenes secretarios privados -Muñoz Ledo, entre otros-: “Todo se sabe, así que no me digan cuando haya un escándalo que no se imaginaban que se conocería”. Mensaje contra la ingenuidad política, claro. A mí me preocupa más la coherencia de un proyecto político. No puedes ser un fiscal y hacer cosas que puedan leerse como raras. Algo olió a podrido en Guatemala y el cese fue inmediato. Antes del viaje del jefe máximo a la ONU.

¿Indignarse como fifi? ¿Pedir un cambio, el que sea, tipo Soy totalmente Palacio como en el 2000? O actuar realmente. El otro problema de México es la ramplona oposición. Esa que se viste de blanco y sale en la calle y odia a AMLO y no ve los problemas sociales y sus soluciones. No ve ni siquiera el verdadero país en el que viven. En la época de Ocuppy Wall Street, Slavoj Zizek, dijo que todos éramos perdedores debido al capitalismo; que había que estar atentos no sólo de los enemigos, sino de los falsos amigos que están trabajando ya para que el proceso de la verdadera actuación para cambiar el sistema tenga sentido.  “Del mismo modo que uno obtiene café sin cafeína, cerveza sin alcohol, helado sin grasas, ellos van a intentar hacer de esto una protesta moral, inofensiva. Un proceso descafeinado. Pero la razón por la que estamos aquí es que ya tenemos suficiente de un mundo en que al reciclar una lata de Coca-Cola, o donar un par de dólares a una institución o comprar un capuchino de Starbucks para que un 1% vaya a los niños hambrientos del tercer mundo, basta para sentirnos tranquilos”.

Aunque sea por esa mínima conciencia ya vale la pena indignarse.

Volvamos a Nueva York el martes, brevemente. Hubo un rifirrafe a la salida del hotel entre simpatizantes de AMLO y un grupo llamado Fuera. La policía tuvo que intervenir. Lo cierto es que desde los mariachis hasta los cientos de paisanos escuchando al presidente fuera de la sede de la ONU hubo más manifestaciones de apoyo que de rechazo. Lo que aún me perturba es por qué no se aprovechó ese viaje para otras reuniones, otro trabajo diplomático. El presidente viaja muy poco, sale casi nunca. En esta ocasión nuevamente un día más hubiese cambiado la percepción. El discurso, si revisamos los periódicos estadounidenses, casi no tomó en cuenta lo dicho en la ONU. Una lástima.

POR PEDRO ÁNGEL PALOU
COLABORADOR
@PEDROPALOU

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