MALOS MODOS

Britney vs Spears

Llega ahora a plataformas el muy esperado Britney vs Spears, en el que aparece el competidor de Luisito Rey

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

A Luisito Rey le nació competencia. 

No que sea una novedad, claro, pero, al menos desde la serie sobre Luis Miguel, hay un auge del cine dedicado a los sufrimientos de las estrellas. Lo digo sin ironía. En efecto, ser eso que se conoce como un ídolo, tiene un precio, y a veces el precio es muy alto. El que mejor lo cuenta, como dije hace unos días en este espacio, es Val Kilmer, el muy taquillero galán de lo 80 y los 90, que se inflige una suerte de auto documental donde, con bastante jiribilla estética, talentosamente, se expone como probablemente no lo había hecho ninguna figura de Hollywood. Val, se llama. 

Llega ahora a plataformas el muy esperado Britney vs Spears, en el que aparece el competidor de Luisito, a quien me refiero líneas atrás. Se trata de Jamie Spears, el padre de Britney, que logró someter a su hija a una especie de esclavitud legal, una no ciudadanía de naturaleza jurídica, de la que, como sabemos, logró liberarse hace muy poco, luego de una década y pico.

A Britney le recordamos una mala etapa, esa que siguió a su éxito incontestable, abrumador, en el arranque del siglo XXI: esas típicas imágenes de ansiedad desbordada a la puerta del coche, mientras huía de los paparazzi; esos desplantes ante los reporteros; y desde luego ese prolongado conflicto por la custodia de sus hijos con Kevin Federline, conflicto del que salió perdedora. ¿Crisis nerviosa? Seguro que sí. Y probablemente más que eso. Pero, visto a la distancia, nada más grave que los episodios que sufrieron, poco antes, un actor como Robert Downey, detenido reiteradamente por sus adicciones, o Lindsey Lohan, enganchada a una sucesión de rehabilitaciones y recaídas. Para Britney, sin embargo, volverse carne de paparazzo tuvo consecuencias inéditas. 

Su padre, conocido por su incompetencia para los negocios y un carácter violento y autoritario, consiguió una forma de custodia sobre su hija que la convertiría en una especie de menor de edad crónica, sin libertad ni para llevar su carrera salvo en lo creativo, ni para manejar sus finanzas, ni para, en breve, moverse por el mundo.

Muy lejos de las virtudes creativas de Val, el documental, dirigido por Erin Lee Carr, fan confesa de la diva de los 2000, cuenta esta historia con una muy convencional eficacia, en hora y media. 

Vale la pena porque, es de adivinarse, el juicio con el que la cantante quedó libre será de los que cambiarán la jurisprudencia gringa. La película no llega a ese momento, pero con esa libertad Britney se lleva 60 millones de dólares y una popularidad tal vez más dignificada. 

No está mal, si de que se trata es empezar una nueva vida. ¿Y el Luisito Rey gringo? A su casa, sin gozar de la fortuna de su hija, pero con la satisfacción narcisista de haberle jodido la vida durante años.

POR JULIO PATÁN

JULIOPATAN0909@GMAIL.COM 

@JULIOPATAN09

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