COLUMNA INVITADA

UNAM: 111 años viendo pasar políticos (en las aulas y el poder)

El proceso conjuga la “esperanza” que vendió electoralmente en otro momento, con la idea de que las instituciones siguen teniendo la “institucionalidad revolucionaria” que las creó para controlar la tentación de que ideas de momento modificaran un diseño de país

OPINIÓN

·
Óscar Sandoval / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

Seguimos creyendo que el cambio de régimen es un tema eminentemente discursivo. También que lo dice para no hacerlo o que serán las fuerzas del exterior las que detendrán el andar de su transformación. Se nos olvida que para transformar hay que destruir porque si no se llamaría remodelación.

El proceso conjuga la “esperanza” que vendió electoralmente en otro momento, con la idea de que las instituciones siguen teniendo la “institucionalidad revolucionaria” que las creó para controlar la tentación de que ideas de momento modificaran un diseño de país.

Hoy sabemos que la corrupción robó también los cimientos de esas instituciones y la pregunta en el aire es si aún pueden contener la tentación de momento o si el poder ya es únicamente de quien democráticamente elegimos con el voto y a quién “ratificamos en el mandato” con los altos niveles de aprobación.

Lo dicho y reafirmado sobre la UNAM por #ElUno destruye más de lo que creemos defender. El cálculo está hecho y se ejecuta de forma oportuna, no es casualidad y mucho menos ocurrencia.

#ElUno sabe que si no erosiona esa institución habrá quienes, a pesar de aprobarlo con popularidad, desapruebe sus decisiones y gestión en temas tan trascendentes como la reforma eléctrica. Esto hace que lo que “es”, credibilidad y fortaleza de la academia, esté transitando al “era” intercambiado estas características por lo “moral”.

La academia y en específico la de la máxima casa de estudios de nuestro país son o eran pilar fundamental para construir opinión pública porque sus investigaciones, análisis y estudios tenían un peso en los dos extremos: gobernantes y gobernados.

En resumen, construyen o construían territorio común. Por un lado, alimentaban el debate y por otro daban peso a las decisiones. Esto genera o generaba que lo popular no pudiera más que lo trascendente y que las creencias e interpretaciones tuviesen una frontera.

La congruencia en el proceso de cambio de régimen no esta en que la acción se convierta en competitividad de y para los mexicanos, sino en la idea filosofal y percepción de la historia, convertida en ley.

La comunicación estratégica es una de las pocas herramientas que tienen las partes para hacer eco a opiniones distintas a las del gobernante y que es parte de la vida democrática.

De hecho, como profesión y acción, se fortaleció con el fin de la hegemonía de un partido en el Congreso y alternancia en el Ejecutivo federal. Su mayor virtud es que sirve como dique para el poder del gobernante, pero también de los medios.

La razón de esto es simple, no busca imponer una idea o agenda, sino de allegar elementos para que quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones, informar o contribuir a formar opinión; lo hagan en un ambiente de opinión pública diverso.

Otro factor es que, en honor a sus estudios e investigaciones, los académicos por definición no están dispuestos a jugar su prestigio por complacer a unos u otros. Tal vez ahí el origen del momento.

Quien haya participado de un verdadero debate con quien el currículo le dé el honor de llamarse académico, sabe que un viento político o una posición de poder no tira sus años de estudios, dedicación y determinación en la opinión formada en formar una currícula académica que no es fácil. Vale más un buen nombre en ese mundo que un titular mediático alabador.

POR ÓSCAR SANDOVAL SAENZ
CONSULTOR, SOCIO DE 27 PIVOT
OSANDOVALSAENZ@27PIVOT.COM
@OSANDOVALSAENZ

PAL