LA NUEVA ANORMALIDAD

Oasis

Género. Industrias creativas. Cultura. Y, más aún, cultura contemporánea. He aquí una nómina de asuntos que resulta difícil abordar

OPINIÓN

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Nicolás Alvarado / La nueva anormalidad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Género. Industrias creativas. Cultura. Y, más aún, cultura contemporánea. He aquí una nómina de asuntos que resulta difícil abordar –no digamos promover– en un México cuyo presidente concibe la cultura como empeño del que el Estado debiera tener el control absoluto, que la tiene por anclada por fuerza en el pasado, que la equipara sólo a parte de nuestro patrimonio –la herencia prehispánica– y no a toda nuestra diversa y vibrante riqueza cultural.

Es en tal contexto que México participa en la Expo Dubái 2020, una que se inserta en la tradición de Expos Mundiales iniciada con la Gran Exhibición de Londres de 1851. Fue de esa y otras ferias que surgieron la maravilla arquitectónica del Crystal Palace londinense y el prodigio de ingeniería de la Torre Eiffel parisina, la silueta icónica de la Space Needle de Seattle, el experimento de vivienda de interés social que es Habitat 67 en Montreal y el ensayo de puesta en práctica de energías limpias que constituyera la Biósfera en esa misma ciudad.

Concebidas como escaparate de lo contemporáneo y de los derroteros del progreso, las Expos Mundiales son ocasión para que cada nación muestre lo mejor de su pasado, sí, pero sobre todo de sus futuros. El reto de dar a México una presencia digna era, pues, mayúsculo para una Cancillería que pena para dar al mundo la imagen de un país cosmopolita, diverso y pujante al tiempo que brega con una narrativa oficial esencialista, nostálgica y pobrista.

Sin embargo, la Cancillería y su responsable designado –el promotor cultural Bernardo Noval– parecen haber salido airosos del reto de conciliar ambas visiones. Es un acierto haber encomendado la fachada del pabellón a una artista no sólo mujer sino feminista –Betsabeé Romero– y que, más que homenajear criollamente a las mujeres indígenas –a lo Pedro Reyes–, haya decidido colaborar con las tejedoras de Etzatlán, Jalisco, entretejiendo su discurso estético ancestral con uno contemporáneo.

Es un acierto mostrar un México también moderno, y poner en relieve la obra fotográfica de Manuel Álvarez Bravo, Graciela Iturbide y Lourdes Almeida, así como la plástica de Felguerez, Friedeberg o Cauduro. Y un acierto conceder que mexicano es el Ballet de Amalia Hernández pero también la Sonora Santanera, como lo son el folclorismo de Lila Downs pero también el talante indie de Troker, los Grandes Maestros del Arte Popular de Banamex y el diseño de moda que hoy producimos, Natalia Lafourcade y la FIL Guadalajara, las videoinstalaciones inmersivas y Javier Cámara.

A despecho del discurso oficial, el México legible en Expo Dubái es uno no sólo estimulante sino uno que refleja con razonable fidelidad la vigencia y el lance de futuro de la cultura mexicana. Hay en él un bosquejo de una política cultural deseable.

POR NICOLÁS ALVARADO
COLABORADOR
@NICOLASALVARADOLECTOR

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