COLUMNA INVITADA

El estigma de ser científico

Este, siendo perseguidos por nuestros vecinos, encarcelados por pensar distinto, denostados como enemigos cuando en realidad queremos un mejor México. Por ese bien comunal, dejemos en paz a los científicos

OPINIÓN

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Pedro Ángel Palou / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Créditos: Foto: Especial

En el porfirismo los llamados “científicos” fueron un grupo de intelectuales, hombres de estado, así como médicos y educadores que afirmaban -con el positivista Augusto Comte- que el único conocimiento auténtico era el científico. José Yves Limantour el poderoso ministro que los encabezaba quería que los suyos -de suyo una especie de partido- fueran quienes asumieran el poder a la caída del anciano dictador, quien apoyaba más a los militares, con Bernardo Reyes a la cabeza. En esa época, también, para ciertos políticos ser “científico” era un estigma.

              Y digo también porque ahora, en plena 4T ser científico -sin comillas- parece ser más que un sino, una tragedia. Ya se han manifestado por doquier premios nacionales, colegas de la UNAM, el CINVESTAV y muchos otros centros de investigación en contra de la aparente persecución que la actual directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y el Fiscal Gertz parecen haber desatado contra treinta y un científicos, entre ellos un antiguo director del mismo organismo y la física Julia Tagüeña -como la actual directora hija de refugiados españoles de la República- quien fungió como presidenta de un Foro Consultivo que recibía del organismo estatal recursos y que fueron utilizados para la compra de una casa (sede del Foro, nada corrupto per se) o de viáticos de los miembros. Podemos pensar que algunas de las prácticas al uso, como el gasto en viáticos no coinciden con la actual austeridad republicana, pero no se puede aplicar la ley de forma retroactiva. Hasta ahora ningún juez ha aceptado girar orden de aprensión contra los citados y la mayoría de quienes se han manifestado, incluida la jefa de gobierno piensan que se trata de una acusación desproporcionada.

              La desproporción viene, en primera instancia, de acusarlos de delincuencia organizada, lo que permite prisión preventiva oficiosa. Este uso sesgado de la ley suena a venganza y es, como se ha dicho, totalmente disparatado. Uso de dinero de proveniencia ilícita. Tampoco puede sostenerse pues los fondos usados provenían del propio CONACYT, es decir del gobierno. En ningún país dedicarse a la ciencia es sinónimo de pureza y honestidad. Si hay delito que perseguir es importante que el Estado y el Poder Judicial ejerzan su fuerza, por supuesto. Pero dentro de los límites de la ofensa (si hubo malversación de fondos, por ejemplo, procedería la inhabilitación y un juicio dentro de los límites de la ley). Seguir la persecución, inevitablemente llama a la sospecha de un sector amplio de la población que siente que no se juzga por igual a propios y extraños.

              El hecho de que en una de sus mañaneras el presidente haya usado un infame tuit en contra de su esposa, la doctora Beatriz Gutierrez Müller, atribuyéndoselo a uno de los treinta y un científicos abona en la idea de una campaña política. El tuit es abominable y hay que defender por supuesto la integridad y la trayectoria de la actual primera dama. Hay que hacerlo en las propias redes, cuestionando el bot o la cuenta deleznable que insulta y así impide el disenso y el diálogo. Diálogo político debería implicar en nuestro país dirimir ideas distintas, antitéticas, hacerlo de frente a la población, sin insultos y diatribas. Un uso político del insulto es tan terrible como el asesinato mediático de mi oponente.

              México se ha polarizado terriblemente. Tenemos un presidente que aún tiene una inmensa popularidad que debería usar -él y su partido- para realizar transformaciones sociales pendientes, pésele a quien le pese. Tenemos una oposición ramplona que insulta en lugar de colaborar con ideas distintas pero factibles. A partir del disenso se puede llegar a mínimos comunes múltiplos, pero no a partir del denuesto, del uso faccioso de los medios o del poder. Estamos urgidos, más que nunca, a un diálogo político de frente al electorado, estamos urgidos de propuestas, de políticas públicas y de hechos. Basta de la distracción mediática. Volvamos al Ágora, escuchemos y sin temor debatamos las ideas afines y contrarias buscando vivir felices todas las patrias. Si seguimos, en cambio, por este rumbo, estaremos como en la Alemania del Este, siendo perseguidos por nuestros vecinos, encarcelados por pensar distinto, denostados como enemigos cuando en realidad queremos un mejor México. Por ese bien comunal, dejemos en paz a los científicos.

POR PEDRO ÁNGEL PALOU
COLABORADOR
@PEDROPALOU

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