COLUMNA INVITADA

Sorpresas positivas

Proponía Thomas Friedman en una columna reciente (New York Times, 19 de enero) que una de las recetas con las que cuenta Estados Unidos para salir de su dolorosa crisis política y social son las “sorpresas positivas”

OPINIÓN

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Alejandro Poiré / Colaborador/ Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: FOTO: Especial

Proponía Thomas Friedman en una columna reciente (New York Times, 19 de enero) que una de las recetas con las que cuenta Estados Unidos para salir de su dolorosa crisis política y social son las “sorpresas positivas”. Después de lamentarse por el terrible periodo que atravesó su país bajo la presidencia de Donald Trump, Friedman argumenta que la capacidad de los actores públicos para sorprender con acciones positivas –inesperadas por sus adversarios– es una fuerza enormemente subestimada en la política y la diplomacia.

Enumera el columnista algunas de las que ha atestiguado, como cuando Yasser Arafat viajó a Israel dispuesto a firmar un acuerdo de paz, o cuando el propio Friedman escribió una editorial celebrando la normalización de relaciones entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos (negociada por Jared Kushner), que tuvo como efecto una llamada de reconocimiento de Donald Trump.

Con esos ejemplos Friedman muestra cómo el quiebre con lo esperado puede crear un capital político de confianza, o al menos de curiosidad, al romper en el otro una predisposición a la sospecha y la descalificación: “Las sorpresas positivas… rompen las ataduras del pesimismo y superan las fronteras de lo que creíamos posible. Nos recuerdan que el futuro no es nuestro destino, sino una elección: dejar que el pasado entierre al futuro, o que el futuro entierre al pasado.”

Esta recomendación es especialmente oportuna para un sistema político devastado por la asonada autoritaria de Trump y sus secuaces –muchos de los cuales permanecen en el Congreso y los juzgados de ese país–, y en búsqueda de forjarse una oportunidad para la reconstrucción.

El argumento no solo es relevante para los vecinos. Imagine usted que desde la mañanera se nos sorprendiera con anuncios como “a fin de cumplir con el mandato de ley, y atendiendo a la prudencia política, se suspenderán estas conferencias hasta que pase el día de la elección” o “reconociendo la necesidad de contar con instituciones sólidas y con autonomía en el ejercicio de sus atribuciones, abriremos un foro con legisladores, expertos e integrantes de la sociedad civil para fortalecer al INAI, al IFT, a la CNDH, etc.”. Del aeropuerto de Texcoco mejor ni hablamos, pero imagine el impacto económico que podría tener una sorpresa positiva en ese rubro.

En el caso de Trump, Friedman señala que sí ofreció muchas sorpresas, pero siempre negativas y cada vez peores. Por ello es indispensable reconocer las sorpresas positivas, los gestos de generosidad, de acercamiento, de reconciliación que llevaron a los estadounidenses a lograr el primer hito de su recuperación democrática. No es menor el logro del Partido Demócrata, incluida su ala más radical, en sumarse a Biden y Harris. Tampoco el esfuerzo cada vez más asertivo de los medios de comunicación (al final y a regañadientes incluso de las redes sociales) por frenar las campañas de desinformación propagadas desde la Casa Blanca, o la labor consistente y sistemática de republicanos moderados –a través de plataformas como “The Lincoln Project”– para recuperar su partido de las garras del autoritarismo.

En las y los protagonistas de la vida pública mexicana –incluyendo desde luego los que detentan el poder– reside siempre la posibilidad de la sorpresa. Como en el ejemplo del exfuncionario que busca desde la calle construir un proyecto electoral democrático; o la egresada de un posgrado en administración pública que arriesga su empleo para buscar una candidatura ciudadana; o los funcionarios de órganos autónomos y del poder judicial que resisten los embates del poder; o los grupos empresariales dispuestos a colaborar con una administración que los recela, o el servidor público que a pesar de la polarización hace su mejor esfuerzo por cumplir la ley, defender sus resultados y tender puentes con sus críticos.

En el corazón de esas sorpresas positivas está la voluntad de trascender el interés particular  y construir colectivamente la casa común de una sociedad más libre y más justa. Ahí está ese capital democrático y pluralista desde donde podemos, podremos reconstruir.

POR ALEJANDRO POIRÉ
DECANO CIENCIAS SOCIALES Y GOBIERNO TECNOLÓGICO DE MONTERREY
@ALEJANDROPOIRE