RECUERDOS DE JOSÉ SULAIMÁN

Siete años sin Don José

Hoy seguimos viendo esa sonrisa tan cálida, sintiendo su presencia en todo paso que damos y siguiendo el camino que nos dejó marcado en este mundo

OPINIÓN

·
Mauricio Sulaimán / Recuerdos de José Sulaimán / Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

La columna de hoy la dedicaré exclusivamente a la memoria de mi querido padre: José Sulaimán, pues el pasado sábado se cumplieron siete años de aquel triste día en el que se nos adelantó en el camino sin retorno. No hay edad para morir, ni para perder a un ser querido, y aunque el tiempo sana todo, el recuerdo siempre será fresco y estará presente.

Mi papá fue un ser maravilloso que disfrutó intensamente de la vida. Su sencillez le abrió las puertas del corazón de miles de personas, y su dedicación a servir lo distinguió como el mejor amigo que cualquiera pudiera tener. Su vida fue completa, y como él tanto lo repetía, todo lo hizo: “A mi manera”.
Me gustaría platicar de sus grandes gustos y lo que hacía.

El beisbol, el deporte de sus amores

Fue un gran pelotero, que inclusive fue firmado por los Bravos de Boston, pero una fractura en una barrida en home lo privó de continuar con su sueño y tuvo que regresar a México. Lo llamaban El Bob Feller Huasteco, por su gran pitcheo; lanzaba la bola a gran velocidad y era el rey del ponche.

Nuestra vida giró alrededor del beis, pues todos jugábamos en la liga pequeña Lindavista; ahí estuvimos todos los fines de semana, de sol a sol; mi papá como mánager del equipo y mi mamá ayudando en el comedor de la liga. Por último, ya más grandes, disfrutamos de una época maravillosa, pues el equipo Vagabundos jugaba cada domingo; Don José, el mánager, Sandro De Miguel, el coach, y los cuatro hijos en el campo de juego, junto a un sensacional grupo de amigos desde la infancia. Cambiaría cualquier día de mi vida por poder vivir unos de esos días. Al terminar, todos caímos a Riobamba, a casa, para entrarle a la botana y la cheve contando anécdotas del juego, en medio de carcajadas de nuestro líder.

La fotografía, su pasión 

Además de ser dueño y director general de la fábrica Controles Gráficos, presidente del Consejo Mundial de Boxeo, presidente de la liga de beisbol Lindavista, padre de seis, y otras ocupaciones más, decidió perfeccionar su pasión y tomó cursos por correspondencia de fotografía.

Sus modelos éramos nosotros los hijos, en especial Lucy, y era común que llegando de la escuela nos pusiera a posar para poder tomar sus fotografías y hacer sus prácticas, que enviaba para ser calificadas a la Nikon. Era común que en carretera se detuviera hasta por una hora a tomar la fotografía perfecta buscando la iluminación exacta. Su definición de la fotografía: “Un instante en la vida que jamás regresará”.

UNIÓN. Don José Sulaimán, junto con su esposa y sus hijos, en uno de los gratos momentos vividos como familia. Foto: Cortesía

La comida, su máximo placer

Mi papá no tomaba, no fumaba, no era de fiesta, y su única gran satisfacción era comer. Él no pedía langosta, ni caviar, era feliz con las migas con huevo que mi mamá le preparaba, o con sus huevos divorciados de Sanborns. Cómo disfrutaba de un buen helado de fresa. Vivió gran parte de su vida a dieta; siempre dijo que bajó cinco mil kilos, pero subió cinco mil 15. La primera comida a la que llevé a mi ahora esposa Christiane con mi familia fue a La Góndola, en la Zona Rosa; mi papá pidió cuatro platillos y Chris, siendo nutrióloga, sólo observaba. En eso mi papá le preguntó: “Hija, fíjese que estoy tomando estas pastillas que quitan el hambre…”, a lo que mi entonces novia respondió: “Me parece que no sirven de mucho, ¿verdad?”; después de un silencio total, mi papá soltó la carcajada…

El trabajo, su vicio

Dedicó su vida a trabajar incansablemente; su lema era: “Nada es imposible en la vida; algunas cosas quizá tomen más tiempo, pero nada es imposible”. Desde niño atendió la tienda de nuestro querido abuelo Don Elías, en Ciudad Victoria; fundó el club 20-30 y tenía una diversidad de actividades, incluyendo vender zapatos de León en toda la región; construyó junto con su tío, Jorge Chagnón, el Cine Avenida, y el destino lo llevó a la capital para dedicarle su vida a Controles Gráficos. Era implacable, trabajó más que nadie y con dedicación ejemplar, fue perfeccionista e innovador. Recuerdo verlo en el comedor de la casa, lleno de papeles, y siempre trabajando.

El boxeo, su vida entera

Creció en Ciudad Valles, San Luis Potosí; amigo de boxeadores y boxeador fracasado, pues le fracturaron la quijada y la nariz. Aprendió lo duro que es este deporte, al ver el abuso y las prácticas inhumanas que se daban dentro del boxeo. Soñó con algún día tener el poder para cambiar las cosas, y así sucedió. Como presidente de su adorado CMB, logró revolucionar este deporte, y con todas las reglas que cambió e implementó, se han salvado muchas vidas, dignificando el futuro de quienes terminan su carrera en el ring y así pueden disfrutar de una vida en salud.

Su familia, su más grande tesoro

Fue un hijo excepcional; honró eternamente el recuerdo de su madre: Doña Wasila, quien falleció a los 41 años, y adoró a su padre; fue el hermano mayor, siempre cuidando de Nelly y el tío Toy.

Formó con Doña Martha una familia unida, con seis hijos y 14 nietos. Siempre inculcó y exigió el amor y la unidad entre nosotros, estuvo presente para ser el padre de familia y encontró en mi mamá el soporte y apoyo incondicional para poder salir a conquistar el mundo cuando no existían las computadoras, internet, fax, celular ni redes sociales. Logró que cada segundo en familia valiera, y se entregó en cuerpo y alma a nosotros, sacrificando todo para darnos educación y proyección en la vida. Mi mamá fue la fuerza que lo impulsó en los momentos difíciles y fue el toque mágico que mantenía un balance tan necesario dentro de la familia.

Él murió tranquilo, en compañía de todos sus seres queridos, feliz de ver la unidad que siempre insistió que mantuviéramos, al tenernos a todos juntos durante su complicada estancia en el hospital. Logró despedirse de muchos de sus campeones y amigos que lo visitaron en terapia intensiva. Muhammad Ali, Mike Tyson, Chávez, Leonard, su querido hermano Carlos Slim y Don King, entre muchísimos más que se tomaron el tiempo de viajar a visitarlo.

ALEGRÍA. Don Elías y sus hermanos, Héctor y Nelly, siempre fueron fundamentales en su vida. Foto: Cortesía

El boxeo nos arropó cuando él se nos fue. La inolvidable demostración de cariño que recibimos desde que dio su último suspiro, los miles que asistieron, de muchas partes del mundo y de toda la república, a despedirlo en el panteón francés, donde nos tomaron de la mano para seguir el camino, para mantener vivo el legado de José Sulaimán, para seguir soñando y  siempre ser personas de bien.

Hoy, a siete años de su partida, seguimos siendo objeto de múltiples muestras de cariño; seguimos viendo esa sonrisa tan cálida, sintiendo su presencia en todo paso que damos y siguiendo el camino que él nos dejó marcado en este mundo.

Quiero aprovechar para agradecer todas las atenciones que la familia Sulaimán Saldívar recibió el pasado sábado, recordando a nuestro querido padre.

POR MAURICIO SULAIMÁN
PRESIDENTE DEL CMB