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Violencia familiar, el preámbulo del feminicidio

Por un lado, es necesario dejar atrás la creencia de que “los trapos sucios se lavan en casa”. La violencia familiar es un problema social

OPINIÓN

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Como ya se ha señalado incansablemente, el aislamiento derivado de la emergencia sanitaria ha incrementado exponencialmente los casos de violencia familiar. Por lo que, ahora más que nunca, necesitamos replantearnos la figura.

Por un lado, es necesario dejar atrás la creencia de que “los trapos sucios se lavan en casa”. La violencia familiar es un problema social, cuyas repercusiones tienen alcances que impactan la esfera pública y contaminan a la sociedad entera. En primer lugar, afecta no solo a la víctima directa sino a todas las personas a su alrededor; por ejemplo, aunque no se ejerza directamente en contra de niñas, niños o adolescentes, ellos se pueden ver severamente afectados por desarrollarse en un contexto de violencia. De acuerdo con el Protocolo de actuación para quienes imparten justicia en casos que involucren niñas, niños y adolescentes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, “la violencia en el seno de la familia, como escenario primario del desarrollo psico emocional, genera un impacto de igual gravedad al sufrido cuando se ejerce directamente en contra de la persona”.

Por tal motivo, cualquier persona que tuviera conocimiento de una situación de violencia familiar, debería poder denunciar al agresor. Sin embargo, a pesar de la forma en la que se ha redactado el tipo penal en la mayoría de los códigos penales de las entidades federativas y con excepción de algunos supuestos específicos, este delito se persigue por querella, lo que implica que solo la víctima puede denunciar, que existe la posibilidad de otorgar el perdón y retirar la denuncia posteriormente, liberando a la autoridad de la obligación de continuar con la investigación.

Adicionalmente, es importante visibilizar que la violencia familiar es un problema mucho más complejo de lo que parece. Alrededor de este tipo de violencia existen relaciones de poder y control económico o emocional, por lo que en muchas ocasiones es sumamente difícil para la víctima denunciar a su agresor.

Lo anterior tiene implicaciones gravísimas en la práctica: los familiares que observan el tipo de agresiones a las que está siendo sometida la víctima solo pueden esperar a que ella denuncie, el agresor “cambie” o la violencia se incremente. Esto se puede observar en el caso paradigmático de Mariana Lima, víctima de violencia familiar por varios años sin que su madre o hermana -testigos de los hechos- pudieran denunciarlo, hasta que todo terminó con su feminicidio.

Por todo lo anterior, es urgente reconocer y asumir que la violencia familiar -primer paso hacia el feminicidio- es un reflejo de nuestra sociedad, que nos compete a todas y todos combatir, prevenir y denunciar. En ese sentido, hago un llamado a ti lector para que no “hagas la vista gorda” cuando seas testigo de este tipo de conductas, ofrece tu apoyo. Y a los legisladores locales, que sumen esfuerzos para que la violencia familiar se persiga de forma oficiosa para que la autoridad tenga la obligación permanente de investigar de manera integral los peligros a los que está expuesta la víctima y el perfil del agresor.

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POR VALERIA GONZÁLEZ RUIZ

COORDINADORA DE VINCULACIÓN E INCIDENCIA EN POLÍTICAS PÚBLICAS DE EARLY INSTITUTE

VGONZALEZ@EARLYINSTITUTE.ORG

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