Haz tu denuncia aquí

La economía de la vida

Urge una transición hacia un mundo que refleje un avance de conciencia, una verdadera evolución humana

OPINIÓN

·

No nos hemos alcanzado a dar cuenta de la dimensión transformadora del proceso que estamos viviendo. Demasiados distractores en la inmediatez nublan nuestra capacidad -y obligación- de pensar en el día después. No habrá marcha atrás. Nada será como lo conocíamos. Todo va a ser como lo creemos.

Un punto de inflexión que genera añoranza, incertidumbre y miedo, pero que urge asimilar y trascender para evitar la inmovilidad, la falta de estrategia, la carencia de un plan que nos lleve al abismo.

Urge una transición hacia un mundo que refleje un avance de conciencia, una verdadera evolución humana, el deseo de aprender del pasado -de lo bueno, de lo malo, de lo mejor y de lo peor- para construir un mundo mejor, que sirva las necesidades de todos y no sólo los caprichos de pocos.

Reconocer la fragilidad y las fallas del modelo que priorizaba la acumulación sin límite y el egoísmo despiadado que generó la inaceptable exclusión de muchos.

Aceptar también, que sin crecimiento económico estamos destinados al fracaso de una utopía, donde las buenas intenciones son inmateriales precisamente al no haber materia, al no generarse suficientes recursos, y contrario a su noble propósito, creará más miseria, más pobreza, más desempleo, menos oportunidades, más frustración y más violencia.

El mes pasado el economista francés Jacques Attali publicó un libro sobre La Economía de la Vida donde sugiere transitar de la economía de la supervivencia a la economía de la vida. Trascender con todas nuestras capacidades y determinación las pandemias, las dictaduras y los desastres climáticos, priorizando la salud, la educación, la higiene, la agricultura, y el mundo digital con enfoques de inclusión y sustentabilidad.

Trabajemos juntos por una economía que se aboque en primer término a la satisfacción de las necesidades básicas de todos. A asegurar los tres derechos elementales habilitadores: alimentación, salud y educación. Y lo que sobre, sobrará y siempre habrán quienes tengan más, pero no quienes no tengan lo básico, y menos, quienes no tengan nada.

Lo que no se piensa no se diseña y no se ejecuta. Comencemos a pensar en una economía plural, incluyente, sustentable y positivamente transformadora que incentive la responsabilidad social, laboral y ambiental y aumente la resiliencia multidimensional ante riesgos e imprevistos naturales, climáticos y de salud. No podemos enfocarnos a tratar de reconstruir lo que ya no existe, si no a pensar en lo que aspiramos y comenzar a actuar ya.

El pasmo y la incredulidad, o peor, la desidia de pretender que no pasa nada, nos puede llevar a una parálisis suicida de la que nos cueste décadas recuperarnos.

Comencemos a dibujar un futuro que parta de que el bienestar de todos es nuestro propio bienestar, y que algo o mucho tendremos que ceder en la siguiente etapa para lograr asegurar derechos para todos, mejorar la distribución de las oportunidades y trabajar colectivamente por el bien común. [nota_relacionada id=1152771]

Bien haríamos en aprovechar este encierro total o intermitente para comenzar a diseñar nuestra economía de la vida.

POR VANESSA RUBIO
COLABORADORA
@VRUBIOMARQUEZ

lctl