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La venganza de las palabras

OPINIÓN

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Los vocablos, nacen, crecen, se reproducen y mueren. Las palabras se adaptan, emigran o perecen. Estoy cierto de que el habla comunicativa no fue lo primero que inventó el hombre o sus antecesores. Lo que sí sé, es que nunca el ser humano había hablado tanto como en este comienzo de la primera veintena del siglo XXI. ¡Já! Y decían que veinte años no es nada. Las letras existieron antes, aunque sea guturalmente, cuando superaron sus egoísmos y se unieron se volvieron palabras.

Sucedió, casi de repente, en cuestión de semanas, empezamos a dar y recibir más palabras que nunca en toda nuestra existencia, escribimos, grabamos, leímos, oímos, vimos en las pantallas, en los periódicos, en los chats. Oh Dios, cuantas palabras. Empezamos a ver la continuación, en todos los países, de cómo los gobiernos se agarraron a palabrazos con sus opositores.

Pero la letra, con sangre entra, decía mi maestro Rogerio Fentanes y muchos otros antes que él. Por ejemplo, don Francisco de Goya y Lucientes, quien en su pintura inmortal denominada La letra con sangre entra o Escena de escuela pintada por él allá en 1780 y se halla en el Museo de Zaragoza. En esa joya pictórico-pedagógica, Goya criticó al sistema educativo mostrando una escuela en la que el maestro aparece sentado con un perro a sus pies mientras azota a un alumno con las nalgas al aire e inclinado para recibir el castigo. A la derecha se distinguen otros dos alumnos llorosos que acaban de recibir el castigo.

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Pues así como lo lee, espantada y añorada lectora hermosa absorbida por la educación y usted envidioso colega carcomido por la ignorancia o virulento detractor de quienes no piensan de la misma forma que vos, la letra está por encima del Virus pandemoníaco, porque la venganza de las letras es que quien las escribe las tiene que leer y el que las holló u oyó, o las escribe y lee con pasión insana o sana, sana colita de rana, también. Porque como dijo Martí, la palabra se hizo para decir la verdad, no para ocultarla, pero ya sabe usted como son los humanoides, que usan la palabra para cualquier cosa, lo mismo para el amor más sublime, que para la inverecundia más sucia. 

La paremiología, como usted lo sabe, es la ciencia o tratado de los refranes, consejas o dichos y ella nos enseña que las palabras se las lleva el viento. Y eso lo ha venido a confirmar la modernidad del internet que nos manda las palabras por el aire o, mejor dicho, puesto que vuelan, las trae el viento. También nos enseñó que en boca cerrada no entran moscas, pero el chat demuestra que usted puede mandar ideas, insultos, falsedades o bendiciones a millones, aun teniendo la boca cerrada.

Luego vino lo peor, nos dimos de palabrazos entre todos los leyentes, los escribidores, las audiencias o los pontificadores, la fase tres es la de todos contra todos. El Covid se volvió la batalla campal más grande del mundo, la tercera guerra mundial sin medida ni clemencia y “odio quiero más que indiferencia, porque el rencor hiere menos que el olvido”. No aplica. El covid19 se volvió la madre de todas las batallas, la batalla de todas las madres, pues nos vino a dar en toda la extensión de la palabra.

El Coronavirus nos separó de los seres más amados y nos acercó a los más aborrecidos. Nos exhibió como unos vulgares adoradores del dinero y del alcohol, de la molicie y de la cutre corrientez, pero no a todos, muchas y muchos se elevaron, se volvieron héroes, se hicieron inmortales, se purificaron o mostraron lo más noble de la estirpe humana.

Todos los amigos, todos los parientes y los amantes se hicieron de palabras. Los gobiernitos y las botargas de los gabinetes, fueron demoliéndose por la fuerza deletérea o corrosiva del vocablo escrito, transmitido, trasminado o curiosamente, viralizado, virus contra virus. El verbal contra el pulmonar.

En un principio estaba el verbo, al final también. Verba volant, scripta manent y así el coronavirus se convirtió en palabra de veinticuatro horas del día, Non est potestas super terram quae comparetur ei, Las palabras aumentan y se vuelven bombas expansivas cuando los cercanos empiezan a morir o cuando sientes que ya te llegó la hora. Parole, parole, parole dijeran Gianni Ferrio, Leo Chiosso y Giancarlo Del Re. Dígalo claramente, el virus se convirtió en palabra y como vendetta la palabra devino en virus. El virus daña, la palabra también, no está en nuestras manos aún evitar el daño que viene y tampoco podemos borrar la muerte acumulada. El virus mata, la palabra nos lo innocula en el cerebro y en el alma.

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La mujer y el hombre son su palabra. Las palabras fake son de personas falsas y las verdades honradas definen al ser íntegro, confiable. Si muriera la mitad de la humanidad, todas, todas, las palabras seguirían viviendo. Porque la palabra sobrevivirá al hombre aunque no haya quien la lea o la escuche. Aunque se conviertan en simples dibujos mudos o en sonidos flotando en el universo. Lo primero que hicieron los hombres que llegaron a otro planeta, fue lanzar palabras dentro de sus escafandras. Pronto, tal vez, todos andaremos con nuestras escafandras modelo uno, conforme enfermemos el aire vendrán otros modelos, que incluirán comunicación inalámbrica. Con el Covid, todas las palabras se volvieron altisonantes. Si el Covid dura, llega la dictadura. Piénsele.

POR RAMÓN OJEDA MESTRE
rojedamestre@yahoo.com
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