Haz tu denuncia aquí

Macabra competencia

Mientras nos convertimos en cifras macabras, la covidocracia usa vestuarios para parecer casuales o cariacontecidos

OPINIÓN

·

No cuaresmales, sino guarismales. Nos convertimos en números. Todos los días, a todas horas, en todos los medios, nos torpedeamos con cifras de sospechosos, de contagiados, de hospitalizados o de muertos.

Internacionalmente, parece un concurso de ver quién pone más cadáveres por día, por mes, por cada 100 mil habitantes o por número de médicos, o de jóvenes, o de viejos contagiados.

También está la numeromanía de cuántas camas de hospital nos faltan o cuántos ventiladores, batas y guantes.

Nos clavamos en las pantallas grandes, medianas o chicas viendo con cierta necrofilia involuntaria dónde ha habido más víctimas, los mapas incluso se volvieron dinámicos y se van moviendo conforme avanza el tiempo o la mortandad.

No te pierdas nuestro podcast sobre coronavirus:

Nos apabullan diciendo cuánto avanza por día, por estado, por país o por municipio, la morbilidad o la letalidad.

Nos volvemos adictos a la contabilidad tanática. Frente a los sospechosos de contagio, externamos suspicacia de mentirnos, de ocultarnos datos, de ofrecernos medicinas, tratamientos, pócimas, fetiches, brujerías y hasta vías religiosas para lo que sea.

Cada país, estado y municipio o condado tiene su propio López-Gatell; Fauci, el de Estados Unidos, parece su padre, por cierto. Pero en los Estados, nuestros gobernadores se ven patéticos y grotescos haciéndole al científico o al passiflorino de petate o, peor aún, al chicho de "todo está bajo control".

Otras autoridades municipales salen a tomarse fotos y a dar números ridículos de cuántas despensas o cuántos geles vienen repartiendo con el erario público para saciar sus apetitos presupuestívoros, creyendo que la gente es tonta y que la van a embaucar con falsas caridades o pseudo filantropías o que los van a adormecer con sus ladinas convocatorias a tal o cual comportamiento o abstención colectiva, en lugar de vender las Suburbans y las GMC Sierras o las superfluas joyas, bolsas, portafolios o Brionis y vestidos de marcas. Se ven tan repugnantes con su falso, fingido, simulado, ficticio y fraudulento compungimiento o gravedad, que devienen en botargas de opereta tragicómica.

El coronavirus no sólo nos está embotando las entendederas a los enclaustrados, sino a las autoridades y sus cohortes de obsecuentes rodeadoras y circundantes.

Mientras nos convertimos en cifras macabras o en víctimas rescatadas, la covidocracia usa vestuarios para parecer casuales o cariacontecidos, pero obsérvelos con cuidado, cómo se preparan para la foto o el video y cómo nos ofenden con su estulticia en los chats, facebooks o tuits.

[nota_relacionada id=980101 ] 

Ya las urnas o el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) nos hicieron cifras, ahora el Coronavirus sólo nos contabiliza.

Despertemos. Respetemos a los miles de difuntos. Oremos si es que tenemos credo. Evitemos que se lucre política o económicamente con esos miles y miles de velorios anónimos en el mundo. Avive el seso y despierte, cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando.