COLUMNA INVITADA

Que se diga la verdad

Lidiamos con conferencias, donde se maquilla la verdad y se trata de construir una realidad conveniente

OPINIÓN

·
Héctor Serrano/ Colaborador/ Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Las cifras sobre la pandemia no mienten, se ha presentado un aumento sustancial de los enfermos por coronavirus, todos conocemos a alguien cercano que ha padecido la enfermedad

La pregunta sigue siendo la misma: ¿si me contagio, con qué intensidad será? 

La respuesta es un volado al aire, nadie tiene la certeza de que presentará síntomas leves y aun así, la población sigue apostándole a su suerte; abarrota las plazas públicas como si nada pasara, se realizan fiestas sin ningún tipo de control, viajan por placer y lo más importante, se resisten al uso constante de cubrebocas a pesar de ser una de las principales recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para evitar contagios. 

¿De quién es la culpa del aumento en el número de contagios y de fallecimientos

En un tema de esta naturaleza siempre hay una responsabilidad compartida entre los particulares y el gobierno

Si bien es cierto que los primeros son los responsables de acatar las normas de distanciamiento social para prevenir contagios; también lo es que los segundos tienen la potestad para implementar las medidas adecuadas y hacerlas exigibles, además de informar a la población de manera precisa de los riesgos que se enfrentan y la forma en que pueden ser encarados y mitigados. 

En el caso de los ciudadanos, es claro que no han hecho lo pertinente para evitar los contagios. Pero hablando en particular del gobierno de la República, ¿qué ha hecho para minimizar los efectos de la pandemia? 

Primero, se tiene que contextualizar el problema, pues los efectos del virus son en dos vías: de salud y económicos, mayores restricciones en las actividades productivas con la finalidad de evitar contagios, afectan directamente a los ingresos, lo que genera la caída sustancial en el cobro de impuestos, por eso es clara la reticencia de nuestros gobernantes para adoptar más medidas restrictivas que garanticen la disminución en el número de contagios. 

En pocas palabras, se ha optado por privilegiar el dinero por encima de la salud pública.

Dadas las condiciones particulares de nuestro país, la decisión podría ser la correcta, pero lo que no es válido es construir un discurso confuso, ambiguo y hasta torpe, donde no se le diga a la población con claridad lo que se está privilegiando. 

Lidiamos con conferencias diarias desde Palacio Nacional, en las que se maquilla la verdad y se trata de construir una realidad acorde con los intereses del gobierno, ejemplo, el falso triunfalismo de que la vacuna llegará en diciembre, pues si esto sucediera, el proceso de vacunación durará por lo menos todo el año 2021, lo que en ningún caso significa que la pandemia esté próxima a acabarse. 

El gobierno tendría que hablar con la verdad y ser claro; no se restringirán más las actividades productivas para no afectar los ingresos, lo que conlleva el riesgo de sufrir más
contagios. 

Si lo dijeran con esta contundencia, los ciudadanos podrían tomar sus propias decisiones, nunca será aceptable, el engaño del discurso de que la prioridad es nuestra salud.

POR HÉCTOR SERRANO
COLABORADOR
@HSERRANOAZAMAR