El 1 diciembre de 2018 se abrió un portal hacia una realidad paralela que sin embargo ocurre al mismo tiempo en un mismo lugar: nuestro país, una especie de universo alterno alimentado todas las mañanas desde el corazón del país: el Palacio Nacional.
A partir de entonces han ocurrido acontecimientos dignos de una cronología de Jaime Maussan en donde en un mismo lugar una buena cantidad de gente que sigue ciegamente al presidente ve por ejemplo un lago donde no lo hay, es incapaz de ver una selva donde sí la hay o solo tiene la capacidad de ver corrupción en los adversarios políticos del presidente, pero son incapaces de distinguirla cuando se trata del hermano del mismo mandatario.
Han pasado ya dos años de ese fenómeno paranormal, pero los extraños acontecimientos siguen ocurriendo de manera similar al experimento del Gato de Schrödinger, pero con el avión presidencial, que para la mitad del país, incluido al presidente ya se rifó o se vendió, pero para la otra mitad las 250 toneladas de fierro siguen ahí oxidándose en el hangar presidencial.
Qué otra explicación podríamos darle a estos tiempos de realismo mágico en los que al mismo tiempo que ya se acabó la corrupción, misteriosamente el 80 por ciento de los contratos son adjudicados de manera directa y la transparencia gubernamental es al mismo tiempo tan opaca como translúcida.
Un país en el que ahora se le llama chayoteros a los medios críticos del poder, que por cierto se quedaron sin dinero oficial, mientras que al elenco fijo de las mañaneras presidenciales que se dedica a ensalivar lisonjas al presidente con un guión preestablecido, se les denomina “medios independientes”.
En el que un presidente impulsado desde la “izquierda” política, extremadamente celoso de la soberanía nacional y del nacionalismo exacerbado, capaz de enviar a su su esposa, la doctora Gutierrez Muller al viejo continente para tratar de traerse códices prehispánicos y hasta el penacho de Moctezuma envuelto en disculpas de El Vaticano y del gobierno español, al mismo tiempo se puso de botarga ante uno de los presidente más neoliberales y conservadores de la historia de los Estados Unidos.
Han pasado apenas 24 de los 70 meses que deberá cumplir el hombre que desde Juárez se asume como el más austero de la historia y que para unos viaja en un sencillo automóvil compacto, un Jetta, pero que al atravesar los lentes de las cámaras de los “medios neoliberales” (o pasquines inmundos) se transforma como la calabaza de la Cenicienta, en una Suburban de lujo y los guardaespaldas del Estado Mayor en “politólogos de la ayudantía”.
Nos quedan tres años y diez meses de estos universos paralelos, de estas realidades alternas que han de desaparecer como cuando dan las 12 de la noche en ese cuento de hadas o de terror, según se vea. ¿En cuál de que estás viendo tú?
POR JORGE AVILÉS
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