DESDE AFUERA

Trump ahonda las divisiones en EEUU

El Presidente republicano fue el primero en aprovechar las divisiones, visibles desde la década de los 90 

OPINIÓN

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José Carreño Figueras/ Desde Afuera/ Opinión El Heraldo de México: EspecialCréditos: FOTO: Especial

Más allá de lo que Donald Trump pueda hacer para mantenerse en la Casa Blanca o planee para regresar, deja unos Estados Unidos profundamente divididos, quizá como nunca desde la Guerra de Secesión en 1861-65.

El rechazo de Trump a conceder la victoria del demócrata Joe Biden es en sí mismo algo sin precedentes, y sus acciones judiciales y presiones políticas para tratar de nulificar las elecciones en al menos dos estados, dominados parcial o totalmente por los republicanos, son igualmente algo desconocido y perturbador en un país donde una parte de la opinión pública está bajo la influencia de la paranoia y las teorías de la conspiración.

No es algo nuevo. Para no irse al siglo XIX, ya en los años 1950 florecía la cacería de brujas anticomunista encabezada por el senador Joe McCarthy, lo que el historiador Richard Hofstadter definió como "el estilo paranoico de la política estadounidense". 

El final de la Guerra Fría y la ausencia de un enemigo externo propiciaron que aflorasen de nuevo divisiones largamente presentes, que datan de las causas de la Guerra Civil, transformadas ahora en movimientos nacionalistas, racistas y neonazis.

Esas fracturas se hicieron más visibles en los 90, y de hecho desde entonces todos los presidentes estadounidenses (George H.W. Bush, Bill Clinton, George W. Bush, Barack Obama) han buscado al menos retóricamente presentarse como campeones de la unidad. Trump, sin embargo, fue el primero en aprovechar las divisiones. 

En ese marco, Trump y su campaña buscan desacreditar los recuentos electorales en estados clave que en 2016 votaron por él, pero esta vez cambiaron a Biden, especialmente Georgia y Michigan, a pesar de que los secretarios de estado y funcionarios electorales, federales y estatales, no han encontrado evidencia de problemas en las votaciones en persona o por correo. Pero hasta ahora han perdido la inmensa mayoría de los juicios que han iniciado, incluso la más reciente, que buscaba bloquear la certificación de los resultados electorales de Pensilvania, que un juez federal consideró como basada en "acusaciones especulativas... y no estaban respaldadas por pruebas".

Trump y sus abogados sostienen, basados en su palabra y confiados en la credulidad de sus seguidores, que es víctima de un fraude electoral, en lo que en otros países parecería simplemente el preludio para, por lo menos, un intento de asonada. 

Que ese sea el mensaje que llega a casi la mitad de los estadounidenses, representados en los algo más de 70 millones de personas que votaron por Trump, no ayuda al sistema y crea una situación de desconfianza en el próximo gobierno, aún si tuviera éxito. Porque la verdad sea dicha, si Trump lograse su propósito tendría en contra a un sector, sensiblemente mayor e igualmente apasionado, que no le cree y lo aborrece tanto como aquellos que lo adoran.

El impacto negativo sobre el sistema político estadounidense puede ser incalculable.

POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1