ALEJANDRO POIRÉ

Elección en riesgo

Cada entidad tiene sus propias leyes para elegir a quienes integrarán un “electorado” que se sumará en un “colegio electoral” para definir quién será presidente a partir del 20 de enero del 2021

OPINIÓN

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Alejandro Poiré / Opinión El Heraldo de México

Imagine usted que el padrón electoral en México, en lugar de ser una lista nacional de ciudadanos integrada por una entidad autónoma y auditada permanentemente por los partidos políticos, fuese la suma de los registros de distintas autoridades gubernamentales en los estados de la República. Sí, exacto. Que la posibilidad de votar o no dependiera de si tiene uno licencia para conducir emitida por la oficina de tránsito de Campeche, o de contar con una credencial para votar emitida por la Secretaría de Gobierno de Coahuila, o de alguna otra identificación de una burocracia estatal.

Algo así es como funciona la democracia de los Estados Unidos. Cada entidad federativa tiene sus propias leyes y procedimientos para elegir a quienes integrarán un “electorado” que se sumará en un “colegio electoral” para definir quién será presidente a partir del 20 de enero del 2021. Existe una Comisión Federal Electoral, integrada por liderazgos bipartidistas, pero que tiene un poder mínimo en la definición de quién vota y cómo vota. Eso es asunto de los estados.

Como resultado de este esquema descentralizado, por ejemplo, las leyes electorales locales regulan quién puede registrarse y cuándo a la lista para votar de cada entidad. Así por ejemplo, pocas semanas antes de la elección, uno puede ir a registrarse (o registrar a un montón de correligionarios) a la oficina estatal. Y de la voluntad de esa agencia estatal para reconocer esas solicitudes dependerá el derecho esencial de la vida democrática. ¿Convalidar si la persona no votará en más de un lugar, cotejando registros entre entidades? Imposible. No hay un listado nacional. En muchos casos, ni siquiera hay listados estatales consultables y confiables.

Es bajo este sistema electoral fragmentado y ultrapolitizado, donde se reproducen decenas de vulnerabilidades como éstas, que la máxima potencia económica y militar del mundo irá a las urnas dentro de 31 días. Bueno, es un decir, porque un buen porcentaje de los ciudadanos ya fue a las urnas, de manera adelantada, o por correo. Bajo esta modalidad, según el sitio US Elections Project, ya han votado 2.9 millones de personas en todo el país, lo que representa el 2.1% del total de los votos emitidos en la elección presidencial del 2016. Aunque se desconoce su contenido, del total de boletas ya recibidas, el 53% son de votantes registrados como Demócratas frente a solo un 23% de Republicanos, ya que en otra peculiaridad del sistema estadounidense, a uno le preguntan su afiliación política en el registro electoral. Estos votos se abren hasta el día de la jornada, y su validez ya ha sido cuestionada y asediada directamente por Trump, quien ha hecho de todo por debilitar al de por sí mediocre servicio postal estadounidense. De hecho, los Demócratas están urgiendo a sus votantes a votar en persona y no por correo, ante el temor de que Trump se declare ganador con los resultados de las encuestas a la salida de las urnas, y sin haberse evaluado el impacto de los votos adelantados.

Lo más delicado de la votación por correo o adelantada es dónde se concentra: en Wisconsin, entidad que se estima tiene el 12.8% de probabilidad de constituir el voto electoral decisivo para la presidencia (según fivethirtyeight.com), se han recibido ya 437 mil boletas, que son cerca del 15% de la votación total del 2016. ¿De verdad creemos que si Trump pierde por el voto electoral de Wisconsin, va a aceptar el resultado? En otras entidades cruciales para la elección, el porcentaje de votos ya emitidos es menos dramático, pero tampoco despreciable: en Florida, con probabilidad de ser el voto decisivo de 11.9%, hay votos recibidos equivalentes al 3.6% de la votación del 2016; Michigan, con 8.3% de probabilidad de ser decisivo, tiene también un 3.4% de votos ya emitidos. Y estos porcentajes de votación es probable que crezcan, y se amplíen a otras entidades, ya que el total de boletas solicitadas para votar por correo ahora alcanza más de 66 millones; aunque casi 21 millones son de California, en muchas entidades pudiera ocurrir un fenómeno en el que el número de votos emitidos por correo sea mayor que el margen de victoria de uno u otro candidato.

Ante este escenario, y las reiteradas intentonas de Trump por deslegitimar la elección, no es impensable un riesgo trascendente a la salud de la democracia de Estados Unidos. A ello se suma la noticia del contagio con COVID-19 del presidente, lo que suma otra vuelta de tuerca a la incertidumbre, y quizás amplía el repertorio de estrategias antidemocráticas del Republicano. La única salida, como de hecho es el caso en todas las democracias en riesgo, consiste en la movilización de sus votantes para derrotar a la autocracia.

Por Alejandro Poiré

Decano Ciencias Sociales y Gobierno Tecnológico de Monterrey

@AlejandroPoire

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