Frente dogmático abrió el presidente Andrés López Obrador con la carta en la que pide al papa Francisco ofrecer disculpas, como jefe de la Iglesia católica, “a los pueblos originarios que padecieron las más oprobiosas atrocidades para saquear sus bienes y tierras y someterlos, desde la Conquista en 1521 hasta el pasado reciente”.
Además, solicitó al jefe del Estado Vaticano, “en un acto de humildad y a la vez de grandeza de la Iglesia católica”, reivindicar “la gesta histórica del Padre de nuestra Patria (Miguel Hidalgo)”, y abogó en el mismo sentido por el Siervo de la Nación, José María Morelos.
En la cúpula eclesiástica mexicana quieren pensar que todo se trata de una postura producto de la desinformación, y no un agravio o, más aún, un desafío a la Iglesia.
Porque fue ampliamente difundido que el 9 de julio de 2015, en Santa Cruz, Bolivia, el líder del Estado Vaticano pidió “humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”.
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Y, en segundo lugar, los estudiosos de la Iglesia sostienen que ni Hidalgo ni Morelos murieron excomulgados, y respaldan esa afirmación con el hecho de que, en 1823, los restos de ambos fueron depositados en la Catedral Metropolitana con un Gran Te Deum (misa de alabanza), lo que significa que murieron reconciliados con el catolicismo.
Estos dos hechos verificables, nos dicen, debieron haber sido informados al Presidente, pues sería lamentable que su solicitud e insistencia se convierta en una medición de poder entre dos fuerzas dogmáticas: la “lealtad a ciegas” que exige López Obrador a sus seguidores, y la fe de 111 millones de católicos en México (80% de la población).
Porque, recuerdan, hasta The Beatles pasaron de ídolos a villanos cuando su líder, John Lennon, asumió: “Somos más populares que Jesús”.
Por lo pronto, la carta de López Obrador que entregó Beatriz Gutiérrez Müller a Jorge Bergoglio ya tuvo un primer efecto: se descarta una visita del Papa a México durante este sexenio.
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Cuestionado llegará el próximo dirigente de Morena, llámese Mario Delgado o Porfirio Muñoz Ledo, y todo indica que durante su gestión deberán lidiar con el lodazal que seguirán lanzándose entre los grupos que los apoyan.
Los porfiristas están queriendo convertir a Delgado en el Felipe Calderón del partido: cuando el INE decretó el empate, más de 120 legisladores federales y locales de Morena le exigieron “reconocer la derrota”, y ya le preparan la campaña para tacharlo de “espurio” si gana en el desempate.
Ese es el fin que tiene la denuncia que presentó en la FGR Muñoz Ledo para que se indague el origen del dinero que, dice, usó Delgado para promocionarse rumbo a la presidencia de Morena. Para reforzar la sospecha, sus adláteres en San Lázaro insistirán en que, como presidente de la Jucopo, el colimense manejó de forma opaca los recursos del recinto.
Del otro bando, una presidencia de Muñoz Ledo estará constantemente acechada por las acusaciones de acoso sexual, como ocurrió el pasado lunes, cuando un grupo de mujeres cercó la sede de Morena señalando al diputado de incurrir en ese tipo de conductas, justo a horas de que él se proponía proclamarse ahí como “presidente legítimo”.
Incluso, un grupo de diputadas federales alista una denuncia en ese sentido.
Calumnia, que algo queda, es la premisa.
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EN EL VISOR: De asistente de Morena, Marath Baruch Bolaños López escaló en sólo dos años a ser subsecretario de Empleo. Con maestría en Estudios Latinoamericanos, su única experiencia en la administración pública es de jefe de unidad en la Cancillería. Luisa María Alcalde expuso que este joven tiene “ideales y gran compromiso con la 4T” y lo puso a cargo de Jóvenes Construyendo el Futuro, que manejará 20 mil 600 millones de pesos en 2021.
Por RAYMUNDO SÁNCHEZ PATLÁN.
RAYMUNDO.SANCHEZ@ELHERALDODEMEXICO.COM
@R_SANCHEZP