Máximo Miguel fue una de las víctimas mortales del terremoto del 7 de septiembre del 2017, a siete años de su fallecimiento su madre le ofreció una misa tal y como lo dicta la fe católica, y la tradición de la cultura zapoteca.
Valeria Ruiz Pérez, madre del niño fallecido, recuerda que la noche del 7 de septiembre su hijo lloraba momentos antes que ocurriera la desgracia, cuando de repente se comenzó a sentir el movimiento de la tierra y la fuerza del terremoto provocó que la casa donde habitaban colapsara.
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El pequeño Máximo murió por asfixia del polvo que inhaló
Máximo tenía 3 años cuando ocurrió la tragedia, el polvo generado por el derrumbe de la vivienda lo asfixió, su cuerpo fue recuperado entre los escombros ya sin signos vitales, provocando un gran dolor a todos los integrantes de esta familia que si sobrevivieron al sismo.
La fe católica establece que esta es la última misa que realizan los zapotecas a sus difuntos, porque se dice que a los 7 años el espíritu de los muertos se libera de sus pecados, y las oraciones acompañan su travesía hacia el descanso eterno.
Recuerdan a menor con una ofrenda
La misa se llevó a cabo en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, ubicada cerca de la casa donde habitó Máximo; a término de la misa, los asistentes recorren algunas de las calles de la ciudad para llegar a la vivienda donde se depositan las flores.
Y como parte de esta conmemoración, los deudos obsequian mole negro, relleno de puerco, pan, aguas frescas, incluso para los pequeños que cargaron las flores, se les regaló helado.
En un espacio de la casa reconstruida, permanece colgada la fotografía de Máximo, el lugar fue adornado con flores y aromatizado con incienso, mientras se escucha una voz femenina que realiza el rezo de las oraciones católicas, para pedir por el descanso del difunto.
DRV