CRÓNICA DE UNA BÚSQUEDA

Olor a sangre o grasa, una sola pala y el deseo de encontrar a un familiar desaparecido, así es un rastreo de madres buscadoras en Sonora

Las Madres Buscadoras de Sonora encontraron cerca de 30 fosas en un predio localizado en el camino al Choyudo, las autoridades confirmaron un total de 57 cuerpos hallados

NACIONAL

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Camino al El Choyudo, las Madres Buscadoras de Sonora encontraron más de 30 fosas con cuerpos. Créditos: Especial.

"Podríamos estar pisando a nuestros hijos sin saberlo", es lo que piensan las integrantes del colectivo Madres Buscadoras de Sonora en medio de un predio localizado en el camino al Choyudo que es utilizado posiblemente por la mafia como un “panteón clandestino”. 

Son poco más de las nueve de la mañana del sábado 13 de enero y las mujeres buscadoras han dejado atrás el cansancio que les dejó la búsqueda del día anterior, el dolor de pies que algunas tienen y la gripe que a otras miembros las lleva atormentando desde ya hace unas semanas. Lo han dejado todo por responder a un llamado anónimo en el que les han dicho que en este lugar de Hermosillo entierran cuerpos

Este punto está a más de una hora de Hermosillo. Foto: Google Maps

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El inmenso ejido es el lugar perfecto para el ocultamiento. Desde el Aeropuerto Internacional de Hermosillo no podrías hacerte menos de una hora en carro particular; el transporte público no llega y acceder a los servicios de aplicaciones como Uber, Didi o inDrive es complicado porque entre tantos kilómetros de tierra está imposible dar una ubicación exacta. Prácticamente nadie va, a menos que sea un posible criminal que pretenda ocultar algo o una madre con un hijo desaparecido con la esperanza de hallarlo. 

La búsqueda inicia con un Padre nuestro… 

Las buscadoras de Sonora inician el día con una oración. Créditos: Rodrigo Ek. 

El día ha comenzado y no hay vuelta atrás. Parece que el monte es una fuente de energía para las madres, hijas, hermanas y esposas que buscan a sus desaparecidos. Ellas no pierden ni un segundo porque cada centímetro de la tierra que pisan es una probabilidad de encontrar a su corazón perdido, el de alguna de sus compañeras o el de las decenas de familias que tienen un lugar vacío en la mesa. 

Los segundos vuelan cuando están en campo, pero aún así por nada del mundo pueden iniciar a remover el suelo sin haber hecho la oración del día. Jazmín, una de las integrantes con mayor participación en el colectivo, pide fortaleza a Dios para sacar adelante la búsqueda y convoca a iniciar el rezo. 

Las mujeres se toman de las manos en forma de círculo. En medio de la nada parecen una sola recitando con enorme fe el “Padre de nuestro que estás en el cielo…”, ese mismo cielo que está tan azul, que da la apariencia de estar feliz por cubrirlas. 

—Jorge Hernández— grita “mamá Linda”, el nombre de su hijo desaparecido.

—Ariel León — le sigue Marcia.

— Bryan Ulises— continúa Ana Luz. 

La señora Normita nombra a su hijo Daniel Antonio; Baudelia llama a José Guadalupe; Jenni repite a Bryan; Ceci evoca a Marco y Alex; Yaz pide por su esposo Jesús Abraham y así la lista sigue hasta orar por todos los desaparecidos de México. Terminan el acto con un Ave María, un aplauso e inician a buscar entre la tierra con una sola pala. Una. 

¡Positivo, positivo! 

Un punto positivo para las madres buscadoras significa el hallazgo de algún indicio humano. Créditos: Especial. 

Sólo en México y países donde desaparecen personas todos los días, encontrar cuerpos, o restos de estos, enterrados en panteones clandestinos puede ser un acto de paz. Esta mañana uno de los gritos más frecuentes fue el de “positivo, positivo”, la forma en la que las integrantes del colectivo Madres Buscadoras de Sonora identifican un punto con víctimas bajo la tierra. 

No cuentan con herramientas de última tecnología para hallar a personas sin vida. Pero, tener a alguien desaparecido ha obligado a esta familia de mujeres a volverse expertas en todo: aprenden a leer coordenadas, identifican posibles zonas de riesgo, incluso llegan hasta los sitios donde una vez algún criminal asesinó a su víctima. Pese a esto, el amor le gana al miedo. 

En cada pedazo de tierra removida se paran y comienzan a analizarla. Sin estar bajo ella, pueden olerla e identificar si entre sus partículas hay sangre o grasa humana. Lo único que tienen para hacerlo es la llamada "varilla vidente", un instrumento en forma de “T” que encajan en la superficie y al sacarlo, se dan cuenta si deben o no continuar indagando en ese sitio. 

La varilla vidente y las palas son instrumentos esenciales para las madres buscadoras. Créditos: Especial

Los sentidos lo son todo para las madres buscadoras. Sólo con el olfato pueden darse cuenta que en determinado punto hay restos humanos y entonces comienzan a excavar. Pero, hay un problema, al inicio sólo hay una pala para cerca de 20 mujeres buscando en un predio que se extiende al infinito. 

La falta de herramientas no las frena. La líder ordena que se desplieguen en forma de abanico y en grupos van hallando nuevas fosas. Primero, encuentran los restos de una pareja, luego, los de al menos un par de mujeres, pero con el paso de las horas, los hallazgos se duplican, se triplican y finalmente se multiplican. 

En un sólo día, las Madres Buscadoras de Sonora han encontrado 19 fosas en un cementerio clandestino que es tan inmenso como la impunidad en el país que permite su existencia. Al día siguiente, las mujeres alcanzarían hasta alrededor de 30 hallazgos con un número impreciso de cuerpos. 

Sin embargo, la violencia que en algún momento se vivió en este lugar cala hasta los huesos. Las madres han encontrado ropa y accesorios de varias víctimas, pero también mechones de cabello, restos de dentaduras, partes de cuerpos, incluso, un torso tirado en medio de la nada. Se desconoce si algún animal lo sacó del sitio en el que estaba o si un criminal lo dejó ahí pensando que jamás sería encontrado. 

Una desaparición, ¡un vacío que nunca deja de doler!

Las madres buscan con frecuencia, pero no se acostumbran a ver las consecuencias de la violencia. Créditos: Especial.

Leticia, Norma y Paula llevan escarbando la tierra por más de media hora. Encontraron un espacio que parece removido y la varilla vidente se sumergió en su totalidad: hay algo, o mejor dicho alguien, oculto. 

Las mujeres se turnan para ir sacando con la pala la tierra de la superficie, aunque es difícil porque es tan ligerita que vuelve a caer. El agujero que se forma cada vez es más grande y ellas acumulan un cansancio que deben soportar porque quieren confirmar que se trata de un punto positivo

Después de varios minutos, Leticia hace un movimiento con la pala y un intenso olor a putrefacción consume el aire mientras que la tierra cambia de color y las piedras comienzan a tener un color blancuzco. Lo encontraron, hay una cabeza humana. 

"Señor, ayúdanos" dice Leti.  Danos fortaleza para encontrar a los nuestros, no sabemos quiénes sean pero va a ser paz para alguna familia, completa Norma

La señora Norma, conocida como “Normita” por varias integrantes del colectivo, se la pasa yendo y viniendo de Mexicali a Hermosillo. Su hijo, Daniel Antonio Gutiérrez Medina, fue desaparecido junto con tres compañeros de trabajo el 27 de octubre de 2021. Hasta el momento, “su carpeta está limpia”. 

La señora Norma va de Mexicali a Hermosillo para buscar a su hijo Daniel Antonio. Créditos: Especial. 

Normita lleva más de dos años formando parte del colectivo de buscadoras. Ahora ve a las demás mujeres que lo integran como una pieza clave de su familia, ya que ellas entienden mejor que nadie el dolor que vive todos los días al sentir la ausencia del ser que aman, pero también ven, como ella, una esperanza en cada salida al monte. Aún así, no deja de doler. 

Comparten la comida a unos metros de las fosas

Las mujeres buscadoras prendieron una fogata para calentar sus alimentos. Créditos: Especial. 

Son poco más de las 2 de la tarde y como cualquier otra familia de un hogar mexicano, las madres buscadoras han hecho el llamado para comer. No hay una estufa, pero sí una fogata que ellas mismas prendieron; no hay una mesa, pero entre ellas se sostienen; no hay sillas, pero sí un monte con varios kilómetros de tierra en el que se pueden sentar. 

La violencia en México, que tiene a alrededor de 100 mil personas desaparecidas, hace que al menos una decena de mujeres estén comiendo a tan sólo unos metros de distancia de las fosas clandestinas que ellas mismas acaban de encontrar. Aquí huele a comida, pero apenas das unos pasos y comienza a llegar el olor de los cuerpos inertes que están recogiendo los peritos. 

Las mujeres que buscan a sus seres queridos comparten el mismo dolor. Créditos: Especial. 

Aún así ni el olor a muerte que probablemente dejó el narco, la tierra que ya bañó los zapatos de todas o los rayos de Sol que pegan recio en medio de la nada, son impedimento para que la familia que han formado estas mujeres que buscan a sus "corazones” perdidos compartan la cochinita que preparó Jazmín, esa misma que era el platillo favorito de su padre.

Jazmín no quería levantarse este sábado. Es tan grande su sufrimiento que asegura “le cuesta seguir respirando”, pero hay una razón y no es precisamente que es fin de semana, porque para quien tiene a un ser amado desaparecido, no hay días de descanso. 

Lo que en realidad ocurre es que un 13 de enero, pero del año 2021, un grupo de hombres armados se llevaron a su hermano Aarón Fernando Carpio Sánchez en Hermosillo, Sonora. Alrededor de las 19:00 horas de aquel día, aproximadamente 10 sujetos en tres automóviles entraron con lujo de violencia a la casa de su padre: al señor lo golpearon, al joven lo desaparecieron. Desde entonces Jazmín no lo ha vuelto a ver.

Aarón Fernando desapareció el 13 de enero de 2021. Créditos: Especial.

Actualmente la mujer buscadora tiene 36 años y de esos 36, 33 los vivió de la mano de su hermano. Ahora que no lo tiene cerca, todos los días recuerda su sonrisa y su mirada, pero no pierde la esperanza de volverse a reencontrar con su compañero de vida. 

Han pasado más de mil 95 noches desde que Aaron no volvió a dormir en su cama. El dolor es igual de inmenso, pero se ha transformado. Uno de los grandes motores que Jazmín tiene es la familia que formó con las compañeras de esta organización que en la búsqueda, lloran, ríen y se enojan, pero nunca pierden la oportunidad de compartir el alimento juntas. 

Cada fosa clandestina es una historia inconclusa

Al término del día, las mujeres buscadoras se preparan para el regreso a casa. Créditos: Especial. 

La jornada de búsqueda está por terminar, pero no es porque las buscadoras de Sonora y de sus alrededores quieran, sino porque falta poco para que el Sol caiga y el peligro de estar en un territorio que probablemente el crimen marcó como suyo, no es menor. Quienes se quedan son los peritos recogiendo los cuerpos que las madres encontraron y también permanece la Guardia Nacional para vigilar ese enorme panteón clandestino. 

Antes de que las mujeres del norte del país suban a sus camionetas y partan a sus hogares, una pareja llega al sitio abandonado y asegura que muy probablemente uno de los cuerpos encontrados este día sea de su familiar. Para comprobarlo, las autoridades deberán hacer las averiguaciones necesarias, pero si hay algo que confirma la presencia de las personas que arribaron, es que detrás de cada fosa hay una historia, detrás de cada buscadora también. 

Este sábado 13 de enero, el alma de varias mujeres se unió. Marcia, una de las más divertidas y albureras del grupo, llegó representando al colectivo de Madres Buscadoras de Nogales junto con su hija Karla y su nieta. Recorrieron cerca de 300 kilómetros para continuar la búsqueda de su hijo Ariel Enrique León González, a quien desaparecieron el 29 de diciembre del 2020. 

"Él sabe que siempre lo he buscado. Cuando se me perdía yo lo buscaba y lo encontraba, pero hace tres años se puso muy difícil porque no lo he encontrado".

Ariel Enrique desapareció el 29 de diciembre de 2020. Créditos: Especial.

En ese andar hay más integrantes. Paula que busca a su mamá María Alejandra Estrada Terrones a quien se llevaron en Hermosillo el 9 de junio de 2020 o Yazmín, una de las chicas más jóvenes y nuevas en la organización que se unió a las demás para buscar a su esposo Jesús Abraham García Matas. Tiene más de un año que no lo ve desde aquel 24 de noviembre cuando salió de casa rumbo al trabajo y jamás regresó. Desde entonces, sólo le queda la esperanza del reencuentro. 

Yazmín se unió al colectivo para buscar a su esposo Jesús Abraham García Matas. Créditos: Especial.

La palabra “esperanza” viene del latín “sperare” y está muy relacionada con el acto de esperar, pero las madres no esperan desde sus hogares, ellas buscan la esperanza en los montes. La mayoría de ellas no han encontrado a los suyos, pero sí han traído la paz de otras familias y eso las motiva para seguir caminando pese al dolor no sólo interno, sino físico. 

Luz Emilia, otra de las buscadoras más persistentes del colectivo sonorense ya encontró a su hijo Juan Roberto Álvarez Montes. No lo hizo en vida, pero a diferencia de la mayor parte de sus compañeras, ya tiene un lugar donde rezarle. Pese a eso, no ha abandonado a sus hermanas de lucha. 

Luz Emilia sigue en las búsquedas aunque ya encontró a su hijo. Créditos: Especial. 

Le duelen los pies, de hecho siente que le queman. Ya no puede agacharse y tampoco maniobrar con facilidad las palas y picos con los que sus compañeras mueven la tierra, pero sabe que de una u otra forma, es los ojos de todas aquellas mujeres que no pueden estar. 

Son las 5:30 de la tarde y en Hermosillo, Sonora, el Sol se esconde a las 5:50. La cuenta regresiva comenzó para que las mujeres suban a las camionetas que las trajeron y algunas de ellas sean llevadas por el personal de la Comisión de Búsqueda estatal hasta sus casas.

Unas cuantas dormirán, otras intentarán hacerlo pensando en todos y cada uno de los hallazgos que hubo en este día y habrá quien le dedique sus lágrimas a sus desaparecidos. Pero sin lugar a dudas, la mayoría de ellas estarán listas a las seis de la mañana para regresar a ese sitio lleno de fosas porque hay muchos cuerpos que rescatar. 

El predio ubicado al Choyudo es un enorme cementerio clandestino. Créditos: Especial.

De acuerdo con el Registro de Fosas Clandestinas Halladas en México elaborado por la Comisión Nacional de Búsqueda, del 1 de diciembre de 2018 al 30 de abril de 2023 en el país se han reportado 2 mil 863 fosas clandestinas.

Ante este contexto, el colectivo Madres Buscadoras de Sonora todos los días se esfuerza en darle una muerte digna a cientos de víctimas y a devolver la paz a sus familias. Ellas no buscan culpables ni justicia, quieren volverlos a ver.