FUGA DE CEREBROS

Feminicidios: Ariadna en el país de las niñas perdidas, entre la búsqueda y la impunidad

México es el país de las ausentes, de las desaparecidas y hacen falta medidas de protección para quienes ya no están.

NACIONAL

·
¿Qué estamos haciendo mal?Créditos: Unsplash

Podríamos colocar cualquier nombre en el titular de esta columna, como Lilia, Karla, Ingrid, Abril, Mariana. Podría ser mi nombre, el tuyo, el de otra mujer o niña que conozcas. Parafraseando a Ángeles Mastretta “son tantas que ya ni hay tiempo de llorar por cada una”.

Hace unos meses el caso de Ariadna resonó en todas partes gracias a quienes reclamaron justicia para ella. La Fiscalía de Morelos intentó negar la existencia de un feminicidio usando la broncoaspiración y la presencia de alcohol como argumentos.

Aunque las circunstancias del caso se modificaron posteriormente, debemos reflexionar sobre las muchas caras de la impunidad, no sólo por la forma en que se investigan los delitos en las fiscalías, sino también por el papel que juegan las actuaciones periciales mal ejecutadas.

Para ejemplificar pensemos en el primer peritaje en medicina forense. La causa de muerte no explicaba por sí sola el contexto en el que esta ocurrió. Había muchas preguntas alrededor de los hechos ocurridos antes y después del deceso. ¿Había más lesiones o signos de violencia en el cadáver?

¿La ingesta de alcohol fue consensuada? ¿Quién decidió llevar el cuerpo al lugar del hallazgo? ¿Cómo ocurrieron los hechos? A pesar de los esfuerzos de la Fiscalía de Morelos por aferrarse a la broncoaspiración como medio para sostener que no hubo un feminicidio, este resultado por sí solo no podía corroborar esta teoría. 

Como buena científica defiendo la necesidad de contar con más datos y evidencias antes de hacer una afirmación tan delicada para evitar conjeturas erróneas. Debemos señalar algo importante: el resultado de una sola prueba pericial no es suficiente para saber qué ocurrió en un caso. Una buena investigación se construye con diversas especialidades forenses, diligencias policiales y otros actos de investigación.

Si la FGJ Morelos consideró que no había un trasfondo asociado con la violencia de género entonces debió sustentar su hipótesis con intervenciones periciales complementarias e información obtenida a partir de diligencias de investigación que, en teoría, debieron efectuar antes de aquella prematura y revictimizante rueda de prensa en la que afirmaron que no se trataba de un feminicidio.

La institución usó únicamente datos que corroboraban su teoría, como los peritajes de medicina y toxicología, ignorando aquella evidencia que ponía en peligro o refutaba su línea de investigación, pero que en todo caso podría haber aclarado lo que ocurrió. A eso se le llama sesgo y es peligroso en este trabajo porque pierdes de vista aspectos vitales para garantizar el acceso a la verdad y la justicia.

Ariadna es un ejemplo reciente, pero igual de doloroso que los anteriores, de la falta de debida diligencia en la investigación de homicidios, particularmente, aquellos relacionados con violencia de género. Resulta alarmante que la ciencia esté al servicio de estas atrocidades que perpetúan la impunidad.

En dicha rueda de prensa la perito en medicina forense, entre sus múltiples imprecisiones técnicas, se atrevió a cometer uno de los pecados más graves en la ciencia al afirmar que “cuando se realiza un procedimiento técnico-científico no hay margen de error [sic]”. La ciencia se puede equivocar, siempre existe una probabilidad de error, tanto en la técnica como en los instrumentos y operadores.

La verdadera ciencia siempre busca avanzar y mejorar para no quedarse estancada, para disminuir cada vez más ese margen de equivocación. Este es uno de los principios básicos que cualquier persona que estudia ciencias debería conocer: en la ciencia no existen verdades absolutas.

En su discurso la especialista aseguró que se aplicó el protocolo correspondiente, llevando a cabo las diligencias con perspectiva de género. Tener un protocolo y utilizarlo sólo implica la mitad del trabajo, pues deben concatenarse con otros protocolos y otras diligencias. Un protocolo no anula automáticamente cualquier posibilidad de cometer errores o peor aún: no valida absolutamente todas las actuaciones realizadas por la autoridad.

Si tanto las fiscalías como los servicios periciales quieren que confiemos en su trabajo necesitan ser autocríticos con las limitaciones y alcances que actualmente enfrentan las ciencias forenses y sobre todo, ser honestos respecto a estos puntos cuando comunican sus hallazgos a la sociedad y familiares de las víctimas.

¿Cuántas Ariadnas no hubo y habrá por la falta de objetividad, capacidad y conocimiento de unos cuántos funcionarios que diariamente emiten peritajes o procesan lugares de investigación? ¿Cuántas muertes violentas de mujeres se clasificaron como suicidios u homicidios cuando eran feminicidios?

La violencia feminicida representa una cara horrible de nuestra realidad, pero el desempeño de las autoridades encargadas de la investigación ministerial y pericial es todavía más desalentador; de las policías ni hablamos porque ese tema ya se ha tocado en múltiples ocasiones.

Es tiempo de prestar más atención a todos los miembros de la triada investigadora, cuyas falencias pasan usualmente desapercibidas pero resultan igual de importantes de atender si queremos disminuir la impunidad en nuestro país.

Necesitamos crear más mecanismos de supervisión que obliguen a las autoridades a actuar con debida diligencia y un enfoque objetivo en este caso y en tantos otros. Sólo por hoy conformémonos con recordar el nombre de Ariadna y de aquellas tantas a quienes nos han arrebatado, porque tristemente mañana o la siguiente semana habrá otro nombre, otra mujer u otra niña que será asesinada sin que nosotros lo sepamos.
 

Por: Ana Naquid, Licenciada en ciencia forense por la UNAM. Maestra en Ciencia Forense y Ciencias del Crimen por el University College London. Twitter: @anamarnaqui,  para más información leer https://www.nexos.com.mx/?p=70309.